UNA PUBLICACIÓN DE MINISTERIO “GRANO DE TRIGO”
Escrito por David W. Dyer
A muchos cristianos les gusta leer la Palabra de Dios para descubrir lo que Dios ha hecho y lo que hará por ellos. Es una búsqueda de las riquezas de Dios que están disponibles para ellos a través de la fe. Esta es una búsqueda maravillosa. El tiempo que pasamos en la presencia del Señor, meditando en Su Palabra, nos alimenta espiritualmente haciéndonos crecer.
A medida que crecemos, nos damos cuenta de que el universo no está centrado en el hombre. A medida que el cristiano madura, comienza a comprender que fue creado por Dios y que Dios no existe simplemente para beneficiarlo.
Quizás, más profundo que aprender lo que Dios puede hacer y hará por nosotros, es considerar por qué nos creó en primer lugar. Puede ser una gran bendición comprender más acerca de Sus intenciones divinas con respecto a la humanidad.
Por ejemplo, una revelación más profunda de los propósitos de Dios al crear un ser como el hombre puede ayudarnos a comprender ampliamente la obra que Él está haciendo dentro de nosotros y a través de nosotros. Saber la razón por la que fuimos creados, sin duda, nos ayudará a comprender la voluntad de Dios para nuestras vidas. De manera similar, armados con este conocimiento, podemos enfrentar más fácilmente las tribulaciones y las dificultades que Él usó para alcanzar Sus metas divinas. Con eso en mente, examinemos juntos algunos pasajes bíblicos.
Cuando Dios hizo al hombre, en Génesis, dijo: "... y tenga potestad..." (Gén 1:26). Esto revela algo. Nuestro Creador nos hizo a Su imagen y semejanza para ser gobernantes, para reinar sobre la Tierra. Parte de Su intención era que los seres humanos fueran más que solo Sus siervos. Debían ser gobernantes regios del mundo recién creado.
En otro pasaje, el salmista David, meditando sin duda sobre esta profunda verdad, exclama: "«¿Qué es el hombre para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre para que lo visites?» Lo has hecho poco menor que los ángeles y lo coronaste de gloria y de honra. Lo hiciste señorear sobre las obras de tus manos" (Sal 8:4-6).
Cuando alguien es coronado, hay realeza y soberanía, autoridad y gobierno. ¿Y quién le hizo esto al hombre? ¡Fue Dios mismo quien estableció al hombre en esta posición para que reine sobre Su creación! Esta no es una consideración pequeña. Dios todopoderoso hizo al hombre, lo coronó de gloria y honra y, luego, le encargó gobernar el mundo.
Este plan no solo se revela en el Antiguo Testamento. En el Nuevo Testamento también encontramos que esto era una parte esencial del plan de Dios. Debemos convertirnos, por la obra de Cristo, en "reyes y sacerdotes" para Dios (Ap 1:6). "Reinemos sobre la tierra" (Ap 5:10). "… reinarán en vida por uno solo, Jesucristo" (Ro 5:17). Estos versículos demuestran, sin lugar a dudas, que Dios tiene esta maravillosa intención para el hombre. Cuando nuestro Padre nos creó, tenía en mente este hecho importante: reinaríamos sobre Su creación.
Ahora todos sabemos que el Señor es el gobernante supremo del universo. Todavía está sentado en el trono del cielo. Además, no renunciará a Su puesto. Entonces, ¿cómo debemos entender el hecho de que Él formó otro ser similar a Sí mismo (a Su imagen y semejanza) y lo estableció como un rey? Claramente, esto no se ha hecho porque el Anciano de días ha envejecido mucho, está a punto de jubilarse y, por lo tanto, necesita un reemplazo. No, nuestro Señor no tiene la intención de ceder el control del universo. No nos entregará todo a nosotros.
Parte de la comprensión de este misterio debe residir en el hecho de que nuestro Dios no es un exhibicionista. Isaías declara: "Verdaderamente tú eres Dios que te ocultas" (Is 45:15). Está en la naturaleza de nuestro Dios no hacer las cosas de manera ostentosa y llamativa, sino permanecer oculto. (Por cierto, ¿cómo se refleja esta verdad en el trabajo que usted está haciendo en Su nombre?).
Incluso la creación actual es un ejemplo de Su obra secreta. Aunque la creación Lo revela, solo aquellos que están de verdad abiertos a Él pueden percibirlo. El glorioso trabajo actual que está haciendo en Sus hijos también es algo oculto.
El Dios invisible, el Creador del universo, eligió permanecer en un segundo plano y revelarse por medio de un ser que creó: el hombre.
Ese mismo Dios se reveló en Cristo Jesús hace dos mil años. Hoy, quiere manifestarse de una manera incluso mayor a través de Sus numerosos hijos. Él se nos está manifestando para poder revelarse mediante nosotros al mundo e incluso al universo. En el futuro, esto también será cierto. Aquellos creyentes que le sean fieles serán coronados de gloria y honor, y a estos se les encargará reinar sobre la creación de Dios.
Así, vemos que el propósito de nuestro Dios es (y siempre ha sido) permanecer oculto, elige reinar a través de estos representantes que Él creó. Los hombres, llenos de Dios y bajo Su control, deben manifestar Su autoridad sobre la Tierra. Esa autoridad no les pertenece. No eligen ni actúan por su propia cuenta. De hecho, actúan por el Espíritu de Dios para ejercer Su autoridad. El Señor, estando en ellos, es quien gobierna por medio de ellos. Ellos deben ser una manifestación de dos cosas: Su naturaleza y Su autoridad.
Este entendimiento de que Dios tiene la intención de reinar y gobernar usando al hombre encaja perfectamente con lo que hemos visto en los capítulos anteriores. El papel del hombre en el plan divino es ser un canal, un conducto a través del cual fluye la autoridad de Dios.
Ningún hombre se convierte en la autoridad, sino que es simplemente un canal mediante el cual se transmite la autoridad sobrenatural. Ahora estamos en un momento de preparación y formación. Algún día, pronto, los hijos de Dios se manifestarán (Ro 8:19). Alabado sea Dios por Sus magníficos diseños.
En capítulos anteriores, analizamos cómo Dios usa a los hombres como canales de Su autoridad. Su voluntad se revela por medio de aquellos que tienen intimidad con Él y están abiertos a Él. Estos hombres y mujeres, entonces, son canales de autoridad divina y sirven como líderes entre el rebaño. A través de estos líderes, el pueblo de Dios puede ser guiado por el Altísimo y moverse en armonía con Él para llevar a cabo Sus planes.
Sin embargo, este maravilloso plan solo puede funcionar bajo una condición: para recibir la verdadera autoridad espiritual mediante otra persona, todos debemos someternos genuinamente a Dios. Él debe convertirse en nuestra "cabeza". Cuando nuestras rodillas ya se han doblado y nuestra voluntad ya se ha inclinado para estar verdaderamente dispuestos a obedecer a Dios bajo cualquier circunstancia, podemos escuchar Su voz hablando a través de otros.
Si, por otro lado, en el fondo nos resistimos a la dirección de Dios (especialmente si contradice la nuestra), o si realmente no deseamos conocer la voluntad de Dios, toda práctica de la autoridad espiritual será en vano. Cuando las personas no pueden, o no quieren, someterse a Dios y escucharlo solo a Él, ciertamente no se someterán a los demás cuando les hablen con autoridad espiritual.
Esto es igualmente cierto si somos uno de esos hermanos o hermanas que no pueden escuchar a nadie más. Hay muchos cristianos que entran en esta categoría. Simplemente no pueden ser lo bastante humildes como para obtener algo por otro hombre. Es un insulto a su orgullo. Se imaginan que Dios les dirá todo directo "a través del Espíritu", sin necesidad de utilizar a nadie más.
Por lo tanto, la idea de recibir instrucción o dirección de otro les molesta y constantemente se resisten a cualquier aporte que otro hermano pueda tener para sus vidas. Son hermanos rebeldes que, aunque pueden tener la apariencia superficial de la cristiandad, no están muy abiertos a ser dirigidos por Dios.
Esto, mis queridos hermanos y hermanas, no es una consideración menor. De hecho, es de suma importancia. ¿Por qué Dios instituyó la autoridad gubernamental en la Tierra? Porque la humanidad no estaba dispuesta a obedecerlo directamente. ¿Por qué permitió que Israel tuviera un rey? Porque la gente no quería seguirlo (1 Sam 8:7).
¿Y por qué tenemos hoy tanta autoridad humana y terrenal dentro de la Iglesia de Dios? Es, al menos en parte, el resultado de la rebeldía de los creyentes que se negaron a responder a la verdadera autoridad espiritual. El uso de la autoridad humana es una palanca que a menudo usan aquellos que están tratando de construir la Casa de Dios para intentar, de alguna manera, someter a otros a lo que perciben como la voluntad de Dios.
Cuando rechazamos el hablar interno de Dios, algunos piensan que la única opción disponible es un control externo. Si no somos susceptibles al Espíritu Santo, algunos imaginan que podemos ser sometidos por Su ley. Desafortunadamente, eso nunca funcionará. Esta es una verdad muy importante. A menos que todos alcancemos el punto de habernos sometido completamente a Dios, no seremos de verdad sensibles a la voluntad del Señor ni podremos percibir Su autoridad cuando fluya a través de otros.
En ausencia de esto, solo seremos guiados por regulaciones superficiales, "principios del Nuevo Testamento", "normas espirituales" y líderes terrenales. De esta manera, quizás podamos producir algo que parezca ser un grupo o iglesia metódico y disciplinado, pero carecerá de un ingrediente esencial: la verdadera sumisión al Señor. Sin ese ingrediente, el resto es inútil.
Cuando llevamos a las personas al Señor, o cuando aceptamos a Cristo nosotros mismos, necesitamos afirmar una verdad que a menudo se pasa por alto. Cuando recibimos a Jesucristo, necesitamos recibirlo por quién es Él. ¿Y quién es Él? Él es el Señor. Es la "cabeza" del Cuerpo. No solo es el Salvador, sino también el Señor.
En resumen, Él es la autoridad absoluta en el universo. Por lo tanto, si de alguna manera no estamos dispuestos a someter cada aspecto de nuestro ser a Su control, simplemente estamos jugando con Dios. Somos hipócritas. Lo honramos con nuestras palabras, pero nuestro corazón no es realmente Suyo.
Cuando hablamos de sumisión a Jesús, lo que queremos decir es que hay que permitirle controlar nuestras acciones, nuestras palabras, nuestros pensamientos, nuestros sentimientos, nuestras opiniones, nuestros deseos y cualquier otro aspecto de nuestras vidas. Eso no significa de vez en cuando hacer algunas cosas pequeñas que dice la Biblia y no hacer otras, porque están "en contra de las reglas". Tal tipo de sumisión superficial no se contempla.
Todo cristiano debe, tarde o temprano, llegar a un punto en el que pueda tomar la decisión de abrirle cada rincón de su corazón a Jesús y darle el completo control de sí mismo. Esa no es una opción. Es una parte esencial del verdadero cristianismo. Si no hacemos eso, no iremos a ninguna parte espiritualmente. Dios nunca hará nada dentro de nosotros en contra de nuestra voluntad. En consecuencia, cualquier resistencia en nosotros contra Su autoridad nos impedirá progresar espiritualmente.
El crecimiento espiritual no puede ocurrir en un creyente resistente. He conocido personalmente a alguien (no yo) que se convirtió, pero nunca abrió su corazón al control y la inspección de Dios. Durante 30 largos años, Dios había llamado y esta persona se había resistido a la idea de abrirse completamente a Su Espíritu. Entonces, milagrosamente, llegó el día en que Jesús comenzó a conquistar a ese hijo suyo. La resistencia comenzó a desvanecerse y comenzó a abrirse al Señor. Las puertas se abrieron y los muros cayeron para rendirse completamente al Señor Jesucristo.
¡Qué cambio! ¡Qué nuevo y maravilloso crecimiento espiritual! Esa entrega total a Dios trajo un capítulo completamente nuevo a la vida de ese individuo. Ocurrió una nueva infusión de Vida divina. Ha comenzado un verdadero progreso espiritual. ¡Aleluya! Nunca es demasiado tarde para abrirle realmente su vida a Jesús y dejar que Él tome el control total. Este es el comienzo del verdadero cristianismo.
Por cierto, si no está creciendo espiritualmente o si año tras año lo acosan los mismos problemas, pecados y debilidades, esa podría ser la razón. Aún no le ha abierto completamente su ser a Dios. En secreto, se resiste y se niega a permitirle el acceso a cada parte de su corazón y de su vida. No quiere que ciertos aspectos de su naturaleza o de su pasado sean expuestos y tratados.
La solución es hacer esto hoy, sinceramente, por fe. Haga de todo su ser un sacrificio vivo. Entréguese, sin reservas, a Él y sométase completamente a Su control. Él puede salvar completamente a los que se acercan a Él (Heb 7:25).
Jesús debe ser nuestra "cabeza" no solo en teoría, sino también en la práctica. Las Escrituras nos enseñan que "tenemos la mente de Cristo" (1 Co 2:16). Esta es una doctrina magnífica. Desafortunadamente, para algunos, es solo eso. En su existencia diaria, sus mentes están llenas de sus propios pensamientos, quizás, con una ocasional inserción de la voluntad de Dios en el proceso.
Sin embargo, todos debemos experimentar esta maravillosa enseñanza. Los creyentes pueden realmente experimentar el control del Espíritu de Dios de su pensamiento. Sus pensamientos y opiniones pueden ser los mismos que los de Dios al entregarle el control de su mente.
El verdadero cristianismo se manifiesta cuando Jesús mismo tiene el control total de nuestras vidas. Cualquier otra cosa es solo imitación. El deseo de Dios de gobernar y reinar a través de nosotros solo se puede hacer realidad cuando estamos sujetos a Su autoridad. Sus planes se hacen realidad en nosotros solo cuando le entregamos cada área de nuestra vida.
En el capítulo 11 de l Corintios, encontramos lo que se ha convertido en un tema controvertido en los círculos cristianos: cubrirse la cabeza. Aquí, Pablo enseña sobre el uso de velos, sombreros o alguna forma de cobertura para las mujeres durante las reuniones de la iglesia.
Según su propia interpretación de este pasaje, algunos creen que es esencial que las mujeres usen coberturas físicas en las reuniones públicas. Otros piensan que el cabello largo de las mujeres es la "cobertura" de la que habla Pablo. Otros más razonan que esta advertencia es el resultado de una cultura antigua que no tiene lugar en nuestra sociedad actual. Estas y otras opiniones han provocado numerosas controversias en la Iglesia del Señor.
Si bien muchas personas tienen opiniones diferentes, creo que la mayoría estará de acuerdo en un punto clave. Pablo enseña sobre la necesidad de que una mujer tenga una actitud sumisa hacia su esposo o, en ausencia de un esposo, hacia su padre, líder u otro hombre a quien Dios esté usando para expresar Su autoridad. La cobertura física, la consideremos necesaria o no, es solo un símbolo de una actitud interior del corazón.
Seguramente todo el mundo está de acuerdo en que cualquier cobertura (sea cabello o un velo) que no vaya acompañada de una actitud de sumisión es simplemente un adorno; o peor aún, hipocresía. Entonces, el enfoque principal de la enseñanza es que "cubrirse" es la evidencia externa de una postura interior del corazón. Es el signo o símbolo de que una mujer ha decidido someterse a un hombre y que este hombre es su "cabeza". Se cubre la propia cabeza, ya sea con cabello, velos o simplemente con una actitud reverente y sumisa, para señalar que otra "cabeza" se reconoce como suprema.
Con eso en mente, veamos juntos otra parte de este pasaje. Pablo enseña que "Cristo es la cabeza de todo varón" (v. 3). Además, afirma que un hombre que ora o profetiza con la cabeza cubierta deshonra su verdadera Cabeza. Por lo tanto, cuando un hombre usa una "cobertura", deshonra a Jesucristo (v. 4). Si bien no es común en nuestros días encontrar hombres con sombreros en las reuniones de la iglesia, creo que hay una lección profunda y seria que debe entenderse en estos versículos.
Concluimos que la esencia de la enseñanza sobre cubrirse la cabeza es una actitud de corazón. Es una decisión interior de la mujer ponerse en una postura de sumisión al hombre. Sin embargo, si un hombre se pone en esa posición, está actuando como una mujer. Se está comportando de una manera que muestra que otro hombre es su cabeza. Está eligiendo someterse a la autoridad humana. Cuando un hombre elige someter su vida a otro hombre y confiar en ese hombre para guiar su vida, demuestra que ha reconocido a ese otro hombre como su cabeza; está eligiendo someterse a la autoridad humana. Ese otro hombre puede tener un título de "discipulador", "pastor", "gurú" o cualquier otro. No importa cómo llamemos a este individuo, él es, de hecho, otra cabeza.
Esa posición, mis queridos hermanos, claramente va en contra de la Palabra. Según la enseñanza de Pablo, esta práctica deshonra a Cristo. Es un insulto para Él y Su función como cabeza de todo hombre. Cuando un hombre pone a otro como Su cabeza, está declarando que el liderazgo de Jesús no es adecuado. Está poniendo su confianza en un líder humano. Por lo tanto, muestra que no tiene completa confianza en su cabeza divina e invisible.
¡Qué vergonzoso es esto para Jesús! Cuando los hombres cuya verdadera y única cabeza es Cristo comienzan a actuar como mujeres y se colocan bajo la autoridad de otro hombre, este es el insulto más terrible para Dios.
Si, por ejemplo, una mujer fuera más sumisa a otro hombre que a su marido, adoptando una postura de total entrega a su voluntad, esta sería la peor ofensa contra su marido. Es una declaración de que su esposo no es suficiente, no es lo suficientemente hombre, no la satisface y no es digno de su confianza.
De la misma manera, cuando los hombres que deberían ser sumisos a Jesús entregan su corazón y su vida a otro hombre, declaran a todos que su Señor no es suficiente para ellos. Esto es verdaderamente una deshonra para Cristo (1 Co 11:14).
Aunque el uso de sombreros por parte de los hombres en las iglesias es realmente poco común, la práctica de estar en sumisión a un hombre o un grupo de hombres, o estar bajo la "cobertura" de algún hombre, es en realidad bastante común. De hecho, es algo que una parte importante de las iglesias cristianas insiste en hacer.
Dicen que si no está "sometido", está fuera de la voluntad de Dios. Si no está "cubierto" por algún otro hombre o ministro, debe ser un rebelde de la peor clase. Expresiones como "estar debajo", "estar cubierto", "bajo la protección" y "buscar dirección" son extremadamente populares en la Iglesia de hoy. Predomina la idea de que, de alguna manera, hay cierta seguridad en la adopción de esta posición de sumisión.
Todo esto es bastante popular en la actualidad y quizás tenga un aire de ser "lo correcto", pero detengámonos y pensemos críticamente al respecto por un minuto. Si una mujer usa cobertura está afirmando, en público, que es sumisa a un hombre. Por lo tanto, si un hombre afirma que está sometido a otro hombre, de hecho, está "vistiendo" un velo. Está tomando una posición de sumisión a otro.
Por lo tanto, ya sea que un objeto físico (velo) esté presente o no, asume una actitud que deshonra a su verdadera cabeza, Jesucristo. Por supuesto, es obvio que, en el caso de las mujeres, el adorno no está en el centro del debate, sino la actitud del corazón. Asimismo, en el caso del hombre, la verdadera esencia de la enseñanza de Pablo no son los sombreros ni las gorras, sino la postura interior del hombre.
Aquí la Palabra es muy clara. Si un hombre ora o profetiza (lo que significa que está trabajando en las reuniones de la iglesia en cierta medida) con la cabeza cubierta, está insultando a Jesús. Se está humillando ante otro hombre en lugar de hacerlo ante Dios, y está confiando en la dirección y la supervisión de esa otra persona.
Este hombre está indicando que Jesús solo no es suficiente. Su liderazgo y dirección no son los adecuados y, por lo tanto, debe buscar un ser humano para una "cobertura" más satisfactoria. Jesús puede incluso ser su cabeza de una manera mística y distante, pero elige un ser humano "real y tangible" al que puede someterse y seguir. Si fuera el Señor del universo y sus hijos actuaran de esa manera, ¿no se sentiría deshonrado? ¡La Biblia dice claramente que sí!
Es interesante que, en el versículo 4 del capítulo 11 de 1 Corintios, la palabra traducida "cubierta" en la frase "con la cabeza cubierta" realmente viene de una palabra del griego que significa "abajo". Esto, entonces, significaría "con la cabeza abajo (o inclinada)". En muchas culturas, inclinarle la cabeza a alguien es una señal de reverencia. Es una señal de que se reconoce la superioridad de la otra persona.
Por lo tanto, es claro que Pablo habla de más que simples sombreros, sino de la actitud del corazón de un hombre cuando habla en la congregación. Nunca debe hacer eso desde una posición de sumisión ante otro hombre, sino solo a Cristo. No debe inclinar su cabeza en reconocimiento de la "superioridad" de otro ser humano.
Hay muchas razones claras por las que esto es tan importante. La primera es que Dios creó al hombre para cumplir un plan maravilloso. Si el hombre ha de ser el representante de Dios, debe estar en íntimo contacto y comunicación con Él todos los días. Cuando se coloca otra cabeza o una "cubierta" entre el cristiano y Jesús, se impide el propio fluir de la autoridad.
Ningún hombre puede transmitir a otro adecuadamente lo que Dios quiere decir o hacer. Dado que todos los hombres son finitos, nuestra comprensión de la voluntad de Dios se limitará de la misma manera cuando nos sometamos a un hombre. Por lo tanto, es imposible que un hombre, o un grupo de hombres, se acerque jamás a expresar la voluntad de Dios a otro de una manera completa. Un hombre que se pone "bajo" la autoridad de otro hombre interrumpe abruptamente el flujo de la autoridad de la Cabeza en su vida.
Una segunda razón por la que los hombres de Dios no se deben poner "debajo" de otros es que no podemos mantener nuestra atención enfocada en dos direcciones al mismo tiempo. Nadie puede servir a dos amos. Dios diseñó al hombre de tal manera que solo puede darle su lealtad a un superior a la vez. Ésta es una verdad inalterable.
Cuando nos dirigimos al hombre en busca de dirección, automáticamente desviamos nuestra atención de Jesús. Al hacerlo, nos colocamos bajo una maldición de Dios. Dice: "¡Maldito aquel que confía en el hombre, que pone su confianza en la fuerza humana, mientras su corazón se aparta de Jehová!" (Jer 17:5).
Verá, confiar en el hombre y separarse de Dios están indisolublemente unidos. No hay forma de que podamos mirar a un líder sin apartar nuestros ojos de nuestro Señor. ¿Es esta la razón por la que Jesús nos enseñó a no llamar a ningún hombre "padre", "maestro" o "rabí" (Mt 23:8-10)? Cuando tratamos de dividir nuestra atención, la dirección más fácil suele ser la que gana. No hay duda de que es más fácil seguir a un líder humano, físico y tangible que a un Señor invisible. La tendencia natural de los seres humanos es querer que alguien los dirija.
Esta fue exactamente la situación que Samuel encontró entre los hijos de Israel. Vinieron a él queriendo un rey. En consecuencia, Samuel se molestó mucho. Intentó, en vano, explicarles el plan de Dios. El Altísimo ya era su rey. No necesitaban un rey humano. Aunque su líder era invisible, era muy real.
Sin embargo, Israel rechazó el consejo de Samuel y exigió un líder físico que lo gobernara. Dios cumplió su deseo, pero esta no era Su voluntad. De la misma manera, Dios hoy tolera nuestros sistemas terrenales e incluso los usa para lograr algunos de Sus propósitos, pero ese no es Su ideal.
Una tercera razón por la que está mal ponernos "debajo" de alguien que ayuda a nuestra vida espiritual es que ESO simplemente no funciona. Nadie más que nuestro Dios ve claramente las profundidades de nuestra alma. Los hombres pueden observar nuestras acciones externas y nuestras palabras. A veces, incluso tienen pequeñas percepciones de lo que hay en nuestro corazón, pero solo el Espíritu del Señor escudriña realmente lo que está escondido dentro de nosotros.
Por lo tanto, en el mejor de los casos, el discípulo de una persona solo tratará superficialmente con los pensamientos y las intenciones de su corazón. Es posible que la persona obedezca los deseos de su superior, pero tenga en el fondo de su corazón áreas ocultas en las que se rebela fuertemente contra su verdadero Amo.
Además, existe un gran peligro de convertirse en fariseo. Bajo el liderazgo de un ser humano, la apariencia exterior de una persona puede limpiarse o controlarse. Si complace a su "líder" humano, esa persona imagina que está progresando espiritualmente, o que está creciendo en el Señor. Cuando se vuelve muy obediente a su "discipulador", puede suponer que ha madurado y está lista para el servicio espiritual.
Sin embargo, si nos sometemos a un hombre, ¿podemos realmente someternos a Dios? ¿Ha habido un gran cambio dentro de nosotros o en nuestra relación con el Señor? Si no nos entregamos verdaderamente a Dios antes de someternos a un líder, ¿cómo puede haber cambiado verdaderamente la actitud de nuestro corazón? Debemos recordar que el objetivo de la autoridad espiritual es lograr que las personas obedezcan a Dios, no a los siervos de Dios ni a una norma superficial. Tal sumisión no ayuda a nadie.
Por otro lado, cuando un creyente se somete verdaderamente a Dios, con gusto se someterá a alguien que esté hablando por Dios. Tales cristianos escucharán con facilidad la voz de su Amo, porque están constantemente buscándolo. Esto se aplica, en especial, a aquellos que son conocidos como canales de la autoridad de Dios.
Por lo tanto, si podemos enseñar a los cristianos una sumisión profunda y genuina al Señor, todos los problemas de rebelión en la Iglesia pueden resolverse. En lugar de cubrir estos problemas con un vendaje compuesto de actitudes y acciones superficiales, el ministerio espiritual puede ayudar a exponer y eliminar la raíz del problema. ¡Cómo necesita la Iglesia de Dios este ministerio! ¡Cuánto necesitamos someternos genuinamente a Dios!
A lo largo de los años de intentar servir a Cristo, he notado un problema grave. Los hombres que se han sometido al liderazgo humano durante un período prolongado han visto destruida su relación con Cristo. El tiempo pasa y ellos realmente pierden la capacidad de escuchar y seguir a Dios por sí mismos. Se les enseñó a confiar en el hombre y apartaron sus corazones de Cristo. Algunos han llegado a decir que no pueden imaginarse sometiéndose directamente a Jesús. Su confianza en los hombres los alejó de la intimidad con Dios.
Una razón de esta trágica pérdida es que han aprendido que si reciben alguna dirección del Señor que no esté de acuerdo con lo que cree el "liderazgo", serán etiquetados como rebeldes. Quizás han visto a otros rechazados, expulsados o "disciplinados" por tales "crímenes" espirituales.
Como resultado, se vuelven temerosos o desconfiados de su propia relación con el Señor. Si pueden equivocarse tan fácilmente, sería mejor mantenerse alejado de Jesús y dejar que otros más "calificados" tomen las decisiones. Esto, entonces, hace que estos creyentes se distancien del Salvador y pongan su confianza en los hombres.
Como creyentes, tenemos la responsabilidad de distinguir correctamente la palabra de verdad. Existe la verdadera sumisión espiritual. También existe el error de someterse a los hombres en lugar de a Dios. Es nuestra responsabilidad ante el Señor discernir cuál camino es Su camino.
Sí, como ya hemos estudiado, algunas versiones de la Biblia hablan de los que nos "presiden" en el Señor. Qué terrible traducción de la palabra griega PROISTEMI, que significa "estar de pie ante" o "conducir", según el diccionario de W. E. Vine. No tiene nada que ver con la dominación, el control o "presidir" en el sentido comúnmente entendido. A lo largo de los siglos, los cristianos han sufrido mucho a causa de esta mala traducción, que conduce a conceptos erróneos.
También sé del centurión, el hombre "sujeto a autoridad" (Mt 8:9). Reconoció la autoridad sobrenatural de Jesús porque él mismo tenía autoridad terrenal. Sin embargo, de ninguna manera enseñaba una clase sobre el gobierno de la Iglesia, ni deberíamos entenderlo de esa manera.
Por supuesto que debemos ser respetuosos y sumisos. ¡De eso se trata este libro! Sin embargo, someternos incorrectamente no nos llevará a ninguna parte. Solo funcionará la verdadera sumisión a Dios. Que busquemos con espíritu de oración la voluntad y la guía de Dios en este importante asunto.
Quizás otra razón por la que muchos aceptan la idea de someterse a otro hombre es que los libera de demasiada responsabilidad. Esta es la misma razón por la que los antiguos israelitas querían un rey. Querían que alguien peleara sus batallas, tomara las decisiones importantes y les diera dirección. De esa manera, serían libres de hacer sus propias cosas liberados de la responsabilidad espiritual. Podían simplemente relajarse y dejarse llevar.
Ahora bien, esta idea tiene un cierto atractivo carnal. Confiar en un líder a quien respetamos y ser libre de cualquier responsabilidad es lo que muchas personas quieren. Sin embargo, hacer esto es renunciar al sacerdocio y la realeza para los que Dios nos creó. Si adoptamos otra "cabeza", rechazamos la verdadera. Cada uno de nosotros tiene la responsabilidad ante Dios, como reyes y sacerdotes, de buscar Su voluntad, interceder diariamente, mantener una relación con Él y participar en la conducción de otros hacia Su reino.
¡Qué tentación dejar que otros hagan el trabajo duro por uno! ¡Qué fácil es confiar en las habilidades de otra persona! Dios, sin embargo, pide más que eso. Todo hombre debe ponerse sus ropas sacerdotales y asumir las responsabilidades de realeza de su propio hogar, sus amigos o sus hermanos en el Señor.
Hermanos, la voluntad de Dios es que reinemos con Él. No cambie este privilegio por un camino más ancho y fácil. No permita que otros se interpongan entre usted y su Salvador. "… retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona" (Ap 3:11).