Ministerio Grano de Trigo

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Autoridad Espiritual Genuina

LA CABEZA DEL CUERPO

Capítulo 6

Autoridad Espiritual Genuina, libro por David W. Dyer

UNA PUBLICACIÓN DE MINISTERIO “GRANO DE TRIGO”

Escrito por David W. Dyer

ÍNDICE

Capítulo 1: Dos Tipos de Autoridad

Capítulo 2: La Rebelión de Coré

Capítulo 3: La Zarza Ardiente

Capítulo 4: La Forma de un Siervo

Capítulo 5: El Cabeza de Cada Hombre

Capítulo 6: El Cabeza del Cuerpo




Capítulo 6
LA CABEZA DEL CUERPO

Jesucristo es la cabeza de Su Iglesia. Él es el que fue designado por el Padre para cumplir esta importante función. Fue elegido y ungido para presidir todas las actividades de su pueblo. Esta es una enseñanza extremadamente clara de las Escrituras. Colosenses 1:18 dice claramente: "Él es también la cabeza del cuerpo que es la iglesia". Efesios 1:22 explica que Dios el Padre lo entregó a la Iglesia para que fuera cabeza de todas las cosas. El apóstol Pablo, además, enfatiza lo mismo en Efesios 4:15, declarando que Jesús es "(...) aquel que es la cabeza, esto es, Cristo". Este tremendo hecho es una lección evidente y relevante.

Sin embargo, si bien el mensaje es indiscutible, su significado a menudo no se comprende bien. ¿Qué posible aplicación práctica tendría esta verdad en nuestra vida diaria?

Quizás el entendimiento común es que Jesús desempeña su función de "cabeza" como el presidente de una gran corporación. Probablemente esté en algún lugar en el fondo, tomando decisiones ejecutivas de alto nivel, participando en conferencias de vez en cuando con los grandes e importantes líderes y, en general, orquestando todo el trabajo desde la distancia.

No hay duda de que el "trabajador" promedio lo verá ocasionalmente en los pasillos, o incluso en una reunión de toda la congregación. Pero, en general, las personas piensan que Su trabajo se realiza a un nivel superior, lo que impacta solo indirectamente la vida diaria de aquellos en los rangos más bajos. Esta concepción se basa, quizás, en el hecho de que Jesús ascendió al cielo. Es verdad que está por encima de todas las cosas (Ef 4:10).

Algo que también contribuye a la noción de que la "Cabeza" está algo lejos es el hecho de que Él es invisible. El hombre natural no lo puede percibir ni entender. Estas cosas pueden llevar a muchos a la conclusión equivocada: Jesús vino a la Tierra, murió por nuestros pecados y ascendió para sentarse con el Padre. Ahora nuestro trabajo es seguir las instrucciones que Él nos dejó en la Biblia hasta que elija regresar y recompensarnos por nuestras obras.

Por tanto, olvidan que Jesús está presente, aquí y ahora, hoy mismo. A través del Espíritu Santo, Él está constantemente con nosotros (Mt 28:20). Por supuesto, es imposible que Él esté físicamente presente en todas partes al mismo tiempo, pero está presente en el Espíritu, ciertamente, con cada uno de nosotros en todo momento (2 Co 3:17).

Un malentendido de esta verdad coloca a las personas en una posición que quizás sea la mayor deficiencia de la Iglesia actual. Muy pocos creyentes conocen y experimentan el liderazgo de Cristo en sus vidas.

La mayoría de los cristianos tienen pocas dificultades para pensar en un Salvador, Redentor, Ayudador o Consolador, porque estas son las funciones de Jesucristo a las que el corazón humano responde fácilmente. Es probable que sea un poco más difícil entender el concepto de una relación íntima con un "Señor" o un "Rey" que exige obediencia.

Aún más remota es la idea de una "cabeza" que afecta directamente no solo a nuestras acciones, sino también a nuestras actitudes, pensamientos y sentimientos. Sin embargo, si queremos acceder a todo lo que Dios tiene para nuestras vidas y ser agradables a Sus ojos, esta relación íntima de liderazgo con Él es esencial.

Quizás la mejor manera de entender el verdadero significado de esta relación es mirar lo que significa Su cuerpo. Nosotros, el pueblo de Dios, somos el "Cuerpo de Cristo" (Ef 1:23). La Iglesia en su conjunto es el "cuerpo" y Jesús es la "cabeza". Los individuos, entonces, son vistos como "miembros" o "partes" de ese cuerpo (Ef 5:30). Dios eligió explicarnos las cosas de esta manera, porque es una analogía muy precisa.

En un cuerpo humano, todas las partes están controladas por el cerebro. Ningún músculo u órgano funciona por sí solo, según su propia voluntad. La cabeza tampoco pide opiniones o ideas a las otras partes. Todo funciona armoniosamente solo cuando cada parte está en íntima comunicación con el cerebro y lo obedece. De esta forma, el cuerpo sirve para expresar el deseo de la cabeza. Los diversos músculos y partes del cuerpo, incluidos la boca y los ojos, responden a la dirección del cerebro y forman la expresión de lo que piensa la cabeza.

Esto es exactamente lo que la Biblia quiere decir cuando dice que somos Su cuerpo y que Él es la cabeza. Cada uno de nosotros es miembro de este organismo y tenemos algún tipo de función que desempeñar. Cuando hacemos esto de acuerdo con los impulsos momentáneos de la Cabeza, somos una expresión de Él.

El Cuerpo de Cristo no es un autómata que simplemente sigue instrucciones escritas. Es un organismo vivo que manifiesta la Vida de Dios en su interior. Es un error extremadamente grave suponer que podemos hacer nuestra parte por nuestra cuenta. ¿Cómo podemos expresar la vida de Jesús actuando de forma independiente o si solo tratamos de seguir una lista de instrucciones? Es imposible. Nuestra parte es permitir que Jesús controle todo nuestro ser para que, cuando actuemos, o incluso cuando reaccionemos, Su vida y Su naturaleza se manifiesten.

Esta verdad espiritual de ser el Cuerpo de Cristo solo se puede experimentar si mantenemos una intimidad con la Cabeza. Si bien es cierto que todos los cristianos son miembros del Cuerpo de Cristo, esta verdad no nos servirá de nada a menos que experimentemos su realidad día a día. La postura "teórica" de ser miembros de Su cuerpo no nos beneficiará si no experimentamos lo que significa ser guiados por nuestra Cabeza.

En un ser humano, cuando la cabeza pierde el control sobre sus propias extremidades y estas comienzan a actuar de forma independiente, identificamos el cuerpo como espástico. Comienza a comportarse de una manera descontrolada y descoordinada, lo que es aterrador e incluso horrible. Cuando el cuerpo de una persona responde con imperfección a las órdenes de la cabeza, se dice que la persona es inválida o, en términos actuales, discapacitada. ¿Con qué frecuencia el Cuerpo de Cristo parece ser así?

Imaginemos a alguien que necesita usar un pulmón artificial o que está completamente paralizado. Los tejidos y órganos comprenden lo que se llama el "cuerpo" de una persona. Sin embargo, han dejado de responder a la dirección de su cabeza y, por lo tanto, ya no son una expresión de esa persona. ¿Es posible que el Cuerpo de Cristo, aunque sea Suyo debido al derramamiento de Su propia sangre, no esté respondiendo verdaderamente a Su dirección y, en consecuencia, no demuestra Su vida y naturaleza al mundo?

Queridos hermanos y hermanas, estas son consideraciones importantes. Quizás suponemos que podemos actuar para Dios y eso será suficiente. Sin embargo, Dios no quiere que actuemos en Su nombre, no quiere que hagamos cosas por Él; más bien, desea mucho trabajar a través de nosotros. Su deseo es que nos sometamos a Él de tal manera que Él tenga control sobre todo nuestro ser y pueda usarnos como canales para manifestarse. Solo entonces podremos experimentar lo que realmente significa ser Su cuerpo.

Lo que está en juego aquí no es "quién es el Cuerpo de Cristo". Todos los cristianos son, por supuesto, parte de este grupo. La pregunta es "quién" mueve este cuerpo. ¿Quién tiene el control? ¿Qué vida y naturaleza emana de cada miembro? Quizás a nosotros, como cristianos, nos consuele el hecho de que nos hemos convertido en miembros del Cuerpo de Cristo. Estamos seguros de nuestra "membresía" y creemos que esto es suficiente. Sin embargo, ahora vemos que este hecho no es suficiente para que cumplamos la voluntad de Dios y Sus deseos.

No hay duda de que Jesús quiere que Su cuerpo sea una expresión de Sí mismo. Debemos ser Sus testigos no solo hablando de Él, sino también reflejándolo verdaderamente. Dios nos llamó y nos redimió para ser juntos la manifestación de todo lo que Él es. Su vida y naturaleza, que fueron retratadas tan clara y poderosamente cuando Jesús caminó sobre la Tierra, ahora deben mostrarse a través de aquellos a quienes Él llama Su "cuerpo".

El deseo de Dios es manifestarse al mundo e incluso el universo. Él desea fervientemente que todos los hombres puedan verlo y conocerlo. Esta responsabilidad ha recaído en aquellos que forman Su cuerpo. Sin embargo, esto nunca puede suceder por nuestros propios esfuerzos. No podemos intentar imitar a Dios y suponer que esto será suficiente para convencer al mundo del pecado.

Tampoco es suficiente simplemente seguir una serie de reglas o principios bíblicos. La única posibilidad es que nos sometamos a Su liderazgo para que nos llenemos de Su vida y nos mueva Su dirección.

Cuando Él vive a través de nosotros, somos una exhibición de Quién es Él. Cuando simplemente estamos tratando de vivir para Él, inevitablemente, solo podemos expresar nuestro propio concepto de cómo es Él. La verdadera justicia, paz, gozo, victoria sobre el pecado y todas las cosas que conforman una manifestación real de la naturaleza de Dios solo son posibles cuando Él es, en la práctica, nuestra cabeza.

¡Cómo necesitamos esta experiencia hoy! Es esencial que el liderazgo de Cristo sea mucho más que una doctrina lejana para nosotros. Necesitamos experimentar la realidad de ese liderazgo para agradar a Dios. Nuestro Padre Celestial es, en algunos aspectos, una persona muy estricta. Solo hay una cosa en el universo que realmente le agrada: Su hijo. Cuando ve a su Hijo manifestado a través de nosotros, se complace mucho.

Nada más lo satisfará. Si decimos que somos Suyos y que queremos hacer Su voluntad, este es el camino: Permitir que Su Hijo Jesucristo domine nuestra personalidad y sea nuestra cabeza. Cuando Él es quien inicia nuestras palabras, actitudes y actividades, entonces, solo entonces, agradaremos al Padre.

La Biblia dice que tenemos "la mente de Cristo" (1 Co 2:16). Desafortunadamente, para muchos, esto no es más que una enseñanza agradable que no tiene un impacto real ni influye en sus vidas. No es parte de su experiencia diaria. Posiblemente, sus mentes estén, por el contrario, dominadas por sus propias ideas, pensamientos y opiniones.

También hay, en las Escrituras, algo llamado la "renovación del entendimiento" (Ro 12:2). Aquí leemos que podemos ser transformados por este proceso y que el resultado será "la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta". ¡Qué interesante! Esta es la manera de ser transformado y agradar a Dios.

¿Y cómo sucede esto? Simplemente permitiendo que el Espíritu Santo de Dios domine nuestros procesos cerebrales. Si entregamos nuestras mentes completamente a Él, podemos tener a Jesús como nuestra cabeza. Esto es lo que dicen las Escrituras: "renovaos en el espíritu de vuestra mente" (Ef 4:23). Esto habla de cuando el Espíritu Santo llena, transforma y, luego, usa nuestras mentes para expresarlo en toda Su plenitud. Esta es, verdaderamente, una maravillosa salvación.

Como puede ver, tener a Jesús como nuestra cabeza es mucho más que obedecer sus instrucciones ocasionales o algún mandamiento de la Biblia. Es someter todo nuestro ser a Su control. Cuando Jesús domina nuestra mente, nos controla por completo. A través de este proceso de transformación, nosotros, individual y colectivamente, nos convertiremos en una expresión viva de Él: Su Cuerpo.

LA CABEZA DEL CUERPO

Jesús no tiene la intención de ser solo la cabeza de cada individuo. También es la cabeza de la Iglesia en su conjunto. Entonces, ¿qué significa esto? Significa que cuando nos reunimos en Su nombre, no somos libres para hacer nuestras propias cosas. El Señor no espera sentarse en el último banco, observar nuestros rituales religiosos o entretenerse. Su intención es ser el líder de todo lo que hacemos. Para que la Iglesia, Su Cuerpo, sea una expresión de Él, Él debe estar a cargo de nuestras reuniones.

Piense un momento en ello. Si no seguimos la dirección del Espíritu Santo en cada momento de nuestras reuniones, no expresamos a Jesucristo. Si solo de vez en cuando le damos espacio para que se mueva como quiera, lo estamos manifestando de una manera muy limitada.

Esto nos lleva de nuevo a nuestra analogía de un discapacitado, espástico o paralítico. Aunque somos la Iglesia del Señor en cuanto a postura, a menudo falta que pongamos este hecho en práctica. Aunque nunca dejaremos de ser Su cuerpo, la verdadera Iglesia que Jesús busca nunca podrá hacerse realidad mientras Él tenga una pequeña influencia sobre ella.

Jesús mismo le explicó esta verdad a la mujer samaritana que conoció en el pozo de Jacob, quien sentía curiosidad por saber cuál era el lugar adecuado para la adoración. Naturalmente, quería resolver el viejo dilema sobre el lugar correcto o la fórmula correcta para agradar a Dios. Hoy también es frecuente entre los creyentes preocuparse por cuál formato se adapta mejor a las Escrituras, qué método es mejor o qué día el Señor ha elegido para que nos reunamos.

Espero que pueda ver cómo nada de lo terrenal, humano o superficial tiene importancia para el cumplimiento de la voluntad del Padre. Jesús le respondió diciendo que la verdadera adoración solo puede ocurrir en el Espíritu.

Esto significa que solo cuando el Espíritu de Dios fluye y dirige nuestra alabanza y todos nuestros servicios, el Padre está satisfecho. ¡Cómo necesitamos experimentar esta adoración hoy! ¡Cuánto desea nuestro Padre celestial que hagamos Su voluntad!

Entonces, ¿cómo debemos reunirnos? Este es un asunto que debe decidirse escuchando la dirección del Espíritu Santo. "Cómo", "cuándo” y "dónde" son preguntas que Él responde si estamos preparados para escucharlo. Sin embargo, primero debemos vaciar nuestras mentes de nuestras propias ideas y opiniones. Necesitamos liberarnos de las tradiciones y prácticas religiosas. Solo copiar lo que otros han estado haciendo durante siglos no nos permite llegar a lo mejor de Dios. De hecho, hacerlo asegurará que no lo logremos.

¿Por qué confiamos tan poco en Dios para que nos dirija y guíe en estas cosas simples y prácticas? ¿Cómo puede el que mantiene unido el universo con Su poder ser incapaz de dirigir a Su pueblo en sus reuniones? Necesitamos humillarnos ante Dios y abrirle nuestro corazón a Él. Necesitamos arrepentirnos de hacer nuestra propia voluntad pensando que eso lo satisfará. Él puede construir Su Iglesia, y lo hará, si le permitimos que sea la cabeza de todo.

Sin duda, el Señor nos guiará hablando a través de quienes tienen intimidad con Él. Si realmente tenemos oídos para escuchar Su voz, Él nos guiará en cada paso práctico del camino. Él puede guiarnos para encontrar el mejor lugar para adorar. La cantidad de espacio que se necesita es otra consideración en la que debemos permitirle que nos guíe. ¿Nos llevó a encontrar algo especial para los niños? ¿Incluso instituyó un coro? ¿Y la disposición de las sillas? ¿Oímos de él?

Quizás piense que estas cosas son demasiado insignificantes para llamar Su atención. ¡De ninguna manera! La Biblia dice que, en todo, debe tener la preeminencia (Col 1:18). Además, siempre debemos estar listos, como lo estuvieron los hijos de Israel en el desierto, para cambiar cualquier cosa en cualquier momento. A medida que el cuerpo crece u otras consideraciones surgen, Jesús puede dirigirnos y nos dirigirá diariamente en estos detalles. De esta manera, comenzamos a proporcionarle un lugar donde pueda hacer Su obra.

REUNIONES DIRIGIDAS POR EL ESPÍRITU

Una vez que escuchamos lo que Dios dice de cuestiones prácticas sobre cómo y dónde nos debemos reunir, podemos pensar en lo que sucederá durante la reunión. Esto también debe estar abierto a la dirección del Espíritu Santo. En la Biblia, leemos que cuando nos reunimos, todos podemos compartir salmos, doctrina, lenguas, revelación o interpretación (1 Co 14:26). También leemos que todos pueden profetizar según la dirección del Espíritu (1 Co 14:31).

Cuando nos congregamos, Jesús mismo está entre nosotros. No viene como espectador, sino como líder. Él puede motivar a cada miembro del cuerpo (y lo hace) a contribuir con su porción de Él de una manera ordenada y coherente. Dado que cada miembro ha estado en comunión íntima con Jesús durante la semana, muchos de ellos tendrán algo nuevo para compartir de su comunión con Él.

Toda esta actividad es guiada por el Espíritu Santo y supervisada por aquellos que son conocidos como canales de autoridad espiritual debido a su intimidad con Dios. Obviamente, todos deben tener la libertad de compartir, ministrar, etc. Sin embargo, este no es un tipo de libertad fuera de control, sino una demostración del Cuerpo de Cristo orquestada por el Espíritu Santo. De esta manera, Cristo puede manifestarse en Su cuerpo. De esta manera, "todas las coyunturas" suplirá a los demás con su porción de Él (Ef 4:16). Así, todos crecerán juntos, como Dios quiere que crezcan.

La enseñanza, la predicación y la exhortación ciertamente tienen lugar en una reunión dirigida por el Espíritu. De hecho, Dios puede llevarnos a programar reuniones especiales solo para estos propósitos. Tiempo de oración, ministerio especial para los nuevos conversos, sesiones intensivas de enseñanza, campañas evangelísticas; todas estas cosas pueden ser organizadas por nuestra Cabeza si estamos atentos y abiertos a Él.

Dios puede guiar a Su Cuerpo. Puede construir Su Iglesia. Solo necesitamos vaciar nuestras manos de nuestros propios planes y programas, y humillarnos ante Él. Jesús puede llenar de Sí mismo nuestra experiencia en la iglesia.

Sin embargo, ¡hemos estado poniendo nuestras propias ideas, intenciones y deseos en lugar del verdadero liderazgo con mucha frecuencia! Por ejemplo, supongamos que existe una necesidad entre los jóvenes. A menudo, nuestro primer impulso es encontrar algún tipo de programa para ellos y, luego, elegir a alguien que se encargue de ello. Pero este método nunca producirá un resultado verdaderamente espiritual.

¿Qué pasaría si, en cambio, pasáramos algún tiempo en oración, abriéndonos a Dios y buscando Su solución? Quizás levantaría a alguien con un don especial y unción para ministrar a estos jóvenes. Entonces, en lugar de un programa, tendríamos un ministerio espiritual operando en la iglesia. Tendríamos a alguien con la verdadera unción y responsabilidad para ocupar este ministerio.

Eso es lo que realmente necesitamos. Ya no necesitamos entretenimiento, programas y "grupos de apoyo" en la congregación. ¡Necesitamos la presencia del Espíritu Santo! ¡Necesitamos a Dios mismo! Si lo buscamos con todo nuestro corazón, encontraremos una nueva y viva experiencia de iglesia que satisfará profundamente no solo nuestras expectativas, sino también las de Dios.

RESERVADO PARA LA CABEZA

Como sin duda habrá notado en el análisis anterior, toda la autoridad en la Iglesia está reservada para la Cabeza. No hay lugar para nadie más. Cualquier otra autoridad simplemente reemplazará o detendrá el fluir de la autoridad de Jesús. A menos que el "liderazgo" en la iglesia sea solo una manifestación de la propia autoridad de Dios, este entorpecerá el proceso en lugar de ayudar.

Queridos amigos, esta es una consideración muy seria. ¡El cuerpo de Jesús es Suyo! No somos libres de crear algún tipo de imitación. No podemos establecer ningún otro tipo de autoridad en nuestras reuniones además de la que el Padre ya ha instituido. Necesitamos permitir que Jesús sea nuestra cabeza. Solo entonces podremos experimentar la realidad de la Iglesia y satisfacer los requisitos de Dios. Solo así el Cuerpo podrá crecer y ministrarse a sí mismo de la forma que Dios lo ha diseñado.

Quizás, ahora, el lector pueda comprender más fácilmente la gran necesidad de una autoridad espiritual genuina en la Iglesia actual. También se hace más claro que la mera autoridad humana nunca podrá lograr las metas de Dios. Solo cuando la Cabeza estimula Su Cuerpo, se manifiestan Su vida y Su naturaleza. Cuando alguien más tiene el control, no importa lo bien intencionado que sea, el resultado nunca será una manifestación de Dios.

Así que este es el principio inalterable del liderazgo. En el Cuerpo de Cristo no puede haber otra autoridad, ninguna otra cabeza. Cuando colocamos a otro en esta posición, contaminamos la expresión de Jesús y traemos un elemento humano y ajeno a la Iglesia de Dios.

¿QUÉ QUIERE DECIR "ANTICRISTO"?

Quizás ahora sea un buen momento para analizar el significado de la palabra “anticristo”. Es interesante notar que uno de los principales significados del prefijo "anti" en griego es "en vez de" o "en lugar de". Esto, entonces, nos lleva a una nueva comprensión de la palabra "anticristo". Puede ser que estemos acostumbrados a pensar que un anticristo es alguien en contra de Cristo o que se le opone. Sin embargo, aquí vemos que simplemente tomar Su lugar como la verdadera autoridad y cabeza también significa ser "anticristo". Cualquiera que toma el lugar de Jesús en la congregación cumple el papel del anticristo.

Por lo tanto, en las reuniones de la iglesia, el lugar de los líderes podría entenderse mejor como un tipo de supervisor. Aquellos que son maduros y tienen intimidad con Dios supervisan el desarrollo de dichas reuniones. Por cierto, la Biblia usa la palabra "supervisores" para indicar esta función. Aquellos que son menos maduros, son libres de ejercer sus dones y habilidades porque hay miembros más maduros que amablemente pueden corregir cualquier problema.

El verdadero liderazgo espiritual se puede ejercer de manera muy discreta. Una sola palabra u oración en el momento apropiado, dicha por la dirección del Espíritu Santo, puede hacer que la reunión regrese de cualquier desviación que pueda haber ocurrido. Aquellos que quisieran dominar la reunión con sus ideas y opiniones pueden ser cuidadosamente reprendidos.

Los líderes están presentes no para controlar o utilizar las reuniones como un foro para sus propios ministerios, sino para servir al cuerpo, y esto lo hacen asegurándose de que todo se haga de acuerdo con la dirección de la Cabeza.

Por supuesto, ninguna reunión será perfecta. Siempre habrá alguien orando o testificando desde su propio corazón. Un líder que ha sido verdaderamente quebrantado por el Espíritu Santo sabrá por parte de Dios cuando algo necesita decirse o hacerse, o cuando el Señor simplemente permitirá que una imperfección quede sin corregir.

Todos tenemos imperfecciones en nuestras vidas, y solo Dios conoce el momento y el lugar para abordar estas deficiencias. La verdadera sabiduría es el resultado de la experiencia y la madurez. Quizás es por eso que las Escrituras usan la palabra "ancianos" para describir a esos supervisores.

Tenga en cuenta que Pablo exhorta a que ningún neófito llegue a ejercer esa función (1 Tim 3:6). Hay una gran necesidad de paciencia, misericordia y amor para forjar el carácter de alguien que es un canal para la autoridad divina. Si el carácter de Dios no se refleja en los que dirigen, la manifestación de Dios se contaminará por personalidades naturales.

El liderazgo en la iglesia es una responsabilidad abrumadora. No es algo que nadie deba intentar asumir. Existe una gran tentación para los jóvenes dotados de imaginar que están capacitados para dirigir la iglesia. Escuchan a Dios. Él los ha ungido y, por lo tanto, suponen que son aptos para ser líderes. Dado que confunden dones y unción con madurez espiritual, imaginan que están capacitados para desempeñarse en funciones de liderazgo.

Sin embargo, nada puede reemplazar el quebrantamiento y los años de experiencia bajo la mano de Dios. Los que son "líderes" serán juzgados por Dios por su trabajo, al igual que cualquiera de nosotros. Si asumimos el manto de la autoridad y lideramos la Iglesia de Dios de acuerdo con la iniciativa de nuestro propio corazón, demostraremos ser rebeldes, ambiciosos y tontos frente a todos, y el Juez de todas las cosas nos hará responsables de ello.

Otra consideración importante es que aquellos que son canales de la autoridad de Dios y funcionan como supervisores deben tener una relación íntima con los demás. Deben estar unidos por Dios en el Espíritu. Esto requiere el deseo de abrir sus corazones los unos a los otros, de tener una transparencia divina. Deben tener la unidad que la Biblia describe como tener "un corazón y un alma" (He 4:32).

De esta manera, pueden actuar juntos como uno al ejercer la autoridad divina. Si hay alguna desunión o desacuerdo entre los "líderes", será un desastre para el rebaño. Si los que están en el liderazgo no pueden, o no quieren, actuar en armonía unos con otros en el Señor, el resultado será el fracaso y el testimonio de Jesús se perderá. Es imposible preservar la autoridad del Espíritu Santo cuando hay desconfianza, falta de armonía y discordia entre los líderes.

UN PUNTO DE PARTIDA

Este es un punto de partida fundamental a la hora de empezar a pensar en reuniones. Al menos dos o tres hombres que el Señor ha preparado y elegido deben ir acompañados de algún tipo de acuerdo sobre estos principios. Este tipo de unidad que se establece entre los "supervisores" es absolutamente imperativa como punto de partida.

Si esto no está bien definido, el resultado será pura confusión. Otras personas intentarán entrar y hacerse cargo. La "autoridad" de todas las direcciones se manifestará, excepto la de Dios. Y el liderazgo en una condición débil y dividida no podrá manejar esto de acuerdo con la dirección del Señor.

Estos primeros hermanos no solo deben estar de acuerdo unos con otros en su visión de lo que Dios quiere; deben permitirle que los una estrechamente con amor. Deben haber pasado algunos años juntos permitiendo que el Espíritu Santo los trajera a Su unidad.

Cuando vivimos juntos en la presencia de Dios, tarde o temprano, nuestros pecados, fracasos y debilidades aparecerán. Aquellos con quienes tengamos comunión notarán estas cosas. Todos debemos, al ver las faltas de los demás, aprender a lidiar con estas cosas con amor. Debemos perdonar. Debemos contenernos. Debemos responder con paciencia, amabilidad, gentileza y todas las demás cualidades de la naturaleza de Jesús.

Cuando los que son más maduros ven las faltas de los demás y aprenden a lidiar con ellas en el amor de Cristo, forman una especie de cimientos para una iglesia local. Cuando el diablo se queda sin municiones para acusarlos entre sí con el fin de dividirlos, entonces se ha establecido algo sólido y eterno. Estos cristianos ahora están listos para que Dios los haga crecer mucho más en número. Su experiencia práctica de unidad resistirá todo lo que pueda traerles el futuro.

Es fácil suponer que, dado que Jesús no quiere ningún liderazgo posicional "oficial", no hay lugar para ningún tipo de liderazgo. Algunos creyentes inmaduros, cuando comienzan a comprender algunas de estas verdades espirituales, comienzan a rechazar todas y cada una de las formas de autoridad, incluso si provienen del Espíritu Santo. Esto es un grave error.

A lo largo de los años, he visto muchos grupos, en su mayoría pequeños grupos domésticos, en esta condición. Entran y salen de la voluntad de Dios. Cada semana hay una apuesta sobre si la reunión estará llena de la presencia del Señor o no. Lo que necesitamos desesperadamente hoy no es la "ausencia de liderazgo", sino el verdadero liderazgo del Espíritu Santo.

Esto sería supervisado por aquellos que están preparados por Dios. Solo un "liderazgo plural" (más de una persona) unido y espiritual dará como resultado un encuentro cristiano con la manifestación de Dios mismo de manera regular.

¿Por qué el cristianismo parece tan débil? ¿Por qué las vidas de tantos creyentes todavía están llenas de esclavitud y pecado? ¿Por qué tenemos tan poco efecto en el mundo que nos rodea? La iglesia primitiva, en 30 o 40 años, trastornó al mundo (He 17:6). En nuestros días, sin embargo, con todo el dinero y el material a nuestra disposición, en comparación con el pasado, se está haciendo poco.

Ahora bien, no digo que no haya mucha actividad. Ciertamente la hay. Sin embargo, el impacto de estas actividades parece extrañamente menor que hace dos mil años. ¿Dios ha cambiado? ¡Claro que no! Pero, si somos honestos, debemos admitir que algo se ve diferente. Quizás valga la pena detenerse y considerar si hay alguna parte del plan de Dios que hayamos pasado por alto y que podría estar obstaculizando Su poder y Su voluntad.

UN TEMPLO VIVIENTE

La Biblia nos enseña que somos, tanto individual como corporativamente, el templo de Dios. Se nos enseña que el Señor mismo habita allí. ¿Qué podría ser más poderoso o eficaz que la presencia del Todopoderoso? ¿Qué podría transformar vidas más que un encuentro cara a cara con el mismo Jesús?

Por un momento, seamos completamente honestos. ¿Dios realmente habita en nosotros? ¿Es la presencia palpable del Señor mismo el rasgo principal de nuestras reuniones? ¿Son la majestad y gloria asombrosas de Dios las principales atracciones para nosotros y para los demás? ¿Reside permanentemente entre nosotros o es solo un visitante ocasional? ¿Es esta doctrina de que somos el templo nuestra experiencia diaria, o simplemente es otra de estas enseñanzas bíblicas que suenan maravillosas, pero que se aplican muy poco en nuestros servicios y en nuestra vida diaria?

Creo que la gran necesidad de nuestros días es que la Cabeza, Jesucristo, sea restaurada al lugar que le corresponde en Su cuerpo. Durante demasiado tiempo, protestantes y católicos han reemplazado el verdadero liderazgo del Espíritu Santo con fórmulas y formas, ritos y ceremonias. Hemos puesto a meros hombres en el lugar de Dios suponiendo que esto podría producir los resultados que Él busca y que tan desesperadamente necesitamos.

¡Cuánto necesitamos un gran arrepentimiento! ¡Cuánto necesitamos apartarnos de nuestros propios caminos y humillarnos! ¡Cómo debemos admitir que hemos sido obstáculos para Dios y aún lo culpamos por la falta de resultados que anhelamos para nuestra propia gloria y placer!

Seamos los que anuncian al Rey, seamos de los primeros en someternos a Él como nuestra verdadera Cabeza y dejemos que se manifieste entre nosotros. ¡Cuánto necesitamos cumplir Su voluntad para que Él pueda ser todo en todos! Jesús es la Cabeza. Él es quien puede guiar y llenar Su cuerpo si le damos la oportunidad.

Nuestra experiencia en la iglesia, que, si somos sinceros, hasta ahora ha sido débil y, en el mejor de los casos, solo parcialmente eficaz, puede convertirse en una poderosa manifestación de la presencia de Dios. Todo lo que tenemos que hacer es someternos a Él. Solo tenemos que vaciarnos de lo que ha reemplazado Su liderazgo y permitirle guiarnos en todas las cosas. De esta manera, Dios mismo estará con nosotros. Su presencia impregnará nuestras reuniones y nuestras vidas cotidianas. Su gloria llenará Su templo.

Está claro que Dios no habita en templos hechos de manos humanas (He 7:48). Si lo que hemos estado haciendo es producto de nuestro propio esfuerzo, Dios nunca lo bendecirá. Por otro lado, cuando cooperamos humildemente con Él en la edificación de Su Iglesia, Él la llenará con Su presencia. ¡Su poder, Su gloria y Su majestad pueden y deben ser nuestra experiencia diaria!


Fin del Capítulo 6

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Capítulo 1: Dos Tipos de Autoridad

Capítulo 2: La Rebelión de Coré

Capítulo 3: La Zarza Ardiente

Capítulo 4: La Forma de un Siervo

Capítulo 5: El Cabeza de Cada Hombre