Ministerio Grano de Trigo

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De Gloria en Gloria


LA SALVACIÓN DEL ALMA

UNA PUBLICACIÓN DE MINISTERIO “GRANO DE TRIGO”

Escrito por David W. Dyer

ÍNDICE

Capítulo 1: El Amor de Dios

Capítulo 2: La oferta de la vida

Capítulo 3: Los dos árboles

Capítulo 4: Las dos naturalezas

Capítulo 5: La sentencia de muerte

Capítulo 6: La salvación del alma

Capítulo 7: El Tribunal de Cristo

Capítulo 8: Montañas y valles

Capítulo 9: La Sangre del pacto

Capítulo 10: Dividiendo el Alma y el Espíritu (1)

Capítulo 11: Dividiendo el Alma y el Espíritu (2)

Capítulo 12: Por gracia a través de la fe

Capítulo 13: La imagen del Invisible

Capítulo 14: La Esperanza de gloria


Prefacio

Dios es invisible. Es un Dios que se oculta (Is. 45:15). Por lo tanto, la única forma en que podemos conocerlo es cuando Él se revela a Sí mismo, de alguna manera, a nosotros. Consecuentemente, nuestra relación con Él depende por completto de la revelación. Cuanto más nos muestra acerca de quién o qué es Él, tanto más podemos conocerlo y apreciarlo.Sin tal entendimiento espiritual sólo podemos especular sobre cómo puede ser Élpara formarnos en el tipo de imagen mental que Su persona muestra. Para tener verdadera intimidad con Dios y para caminar en Su presencia se requiere de una revelación sobrenatural.

Si deseamos caminar con Dios y cooperar con Él en Su obra sobre la tierra, es necesario tener esta revelación espiritual. Moisés, antes de comenzar a construir el Tabernáculo, la “morada” de Dios, pasó cuarenta días y cuarenta noches en Su presencia. Allí recibió la revelación de quién es Dios y qué es lo que desea.

De la misma manera también, si queremos ser colaboradores juntamente con Jesús por causa de Su reino, debemos pasar mucho tiempo en su presencia recibiendo la revelación divina.

La intención de este autor es, por lo tanto, comunicar de la manera más clara posible una pequeña parte de esta maravillosa revelación. Su oración más ferviente es que este escrito sea usado por el Señor para revelarse a Sí mismo de una manera más clara y más plena a cada uno de los lectores.

D.W.D

“Pero todos nosotros, contemplando a cara descubierta,como en un espejo la gloria del Señor,estamos siendo transformadosa la misma imagen de gloria en gloria,como por el Espíritu del Señor” (2 Cor. 3:18


Capítulo 1
El Amor de Dios

¿Por qué creó Dios al hombre? Esta es una pregunta importante que necesita responderse para aquellos que buscan entender a su Creador y su relación con Él. Las respuestas más frecuentes generalmente incluyen pensamientos tales como: “El hombre fue creado para la gloria de Dios”.”

Mientras que tales explicaciones, ciertamente contienen una verdad, son realmente inadecuadas para señalar el designio final de Dios. Estas no llegan a penetrar las profundidades de la revelación bíblica ni proveen una base que tenga significado para nosotros individualmente. Tales respuestas tienden a dar una impresión general e impersonal en lo concerniente a las intenciones de Dios para con el hombre. Pero, yo creo que el Dios que las Escrituras revela en Su corazón un plan mucho mayor en relevancia íntima y personal de lo que la mayoría de nosotros jamás haya imaginado. Él es un Dios de amor.

El mensaje aquí contenido me ha sido y aún es muy difícil de escribir. De hecho, he intentado muchas veces, a lo largo de los años, tratar este tema por escrito, pero sólo terminaba sintiéndome incongruente. Es un tema acerca del cual he predicado más que ningún otro. Pero, al final de cada mensaje, inevitablemente siento que no le hice justicia apropiada a este descomunal tema. Es tan profundo e insondable que la mera expresión humana simplemente no es suficiente. Quizás la verdad es que el amor de Dios es verdaderamente incomprensible. Es algo que ningún ser humano podría jamás expresarlo completamente.

Sin embargo, la importancia de la revelación del amor de Dios por cada creyente es tan grande y tan crucial a nuestra experiencia del cristianismo como Él quería que fuese, que siento que por lo menos debo tratar de poner algo de mi pequeña revelación acerca de este vasto tema por escrito.

¡Que Dios en Su misericordia confiera sobre este escrito una unción y un espíritu de revelación de modo que pueda ser el vehículo que lo transporte haciéndolo entrar en la plenitud del amor de Dios!

La Biblia es un libro incomparable. Nunca ha habido ni habrá otro libro como este. En realidad, sería imposible que algún ser humano o aún, un grupo de seres humanos, escribieran un libro así. Sólo Dios podría haberlo hecho. La complejidad de la Biblia, lo intrincado y la interconexión de los asuntos con el hilo de la historia, combinado con la admirable exactitud y el detalle contenidos en ella, la colocan muy por encima de cualquier otra obra que haya sido escrita.

Cuando se añade a todas estas consideraciones el hecho de que este libro no fue escrito por un mismo hombre en un mismo tiempo, sino por muchos hombres diferentes durante un período de miles de años, su carácter extraordinario se hace aún más evidente. Cualquier lector honesto, al leerlo, eventualmente terminará por caer de rodillas en admiración reverente ante el Dios Todopoderoso.

Como con muchas grandes piezas de literatura, al comienzo de este maravilloso libro, encontramos algunas que podrían considerarse como “semillas”, las primeras pequeñas introducciones a todo lo que estará ocurriendo en el resto de sus páginas. El libro del Génesis no es simplemente una narración interesante o un recuento alegórico del inicio de la historia del hombre. Mas bien, en los primeros capítulos de la Biblia encontramos, en una forma muy condensada, la esencia de lo que Dios nos estará diciendo a lo largo del libro. En las primeras páginas se manifiestan los comienzos de todas las intenciones de Dios. Por lo tanto, como nos parece importante, comencemos nuestra investigación acerca de los propósitos de Dios y vamos a mirarlos muy cuidadosamente en varios de los primeros capítulos de la Biblia.

UNA DECISIÓN CRUCIAL

Poco después de la creación del mundo, el Dios de la gloria sostuvo una conferencia solemne consigo mismo. Después de esta admirable consulta, Él hizo el siguiente pronunciamiento: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza” (Gn. 1:26). Esto es algo muy significativo. El Creador del universo decidió hacer un ser que se le asemejara.

Ahora, ¿por qué Dios hizo algo así? ¿Por qué haría Él una criatura que podría describirse como una representación en miniatura de Él mismo? Ciertamente debemos concluir que no fue más que un deseo pasajero, sino que nuestro Dios tenía en mente un propósito glorioso.

El hombre no era un experimento, una añadidura o simplemente una nueva clase de criatura con la cual poblar la tierra, mas bien, cuando, Él formó al hombre, Dios estaba poniendo en marcha un plan indescriptible que emanaba de las profundidades de Su corazón. Consecuentemente, el hombre es una criatura especial en el propósito del Todopoderoso. Él fue el único ser creado con este gran privilegio de ser hecho a la imagen y semejanza del Dios Altísimo. Ciertamente hemos sido “hechos en forma tremenda y maravillosa” Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; estoy maravillado, y mi alma lo sabe muy bien. (Sal.139:14).

Dios comenzó Su creación de la raza humana con un sólo individuo, Adán. Sin embargo, Él contemplaba Su creación. La mayor parte de la cual había declarado antes al decir: “buena en gran manera” (Gn. 1:31) notó que faltaba algo. Su atención se enfocó sobre un elemento que faltaba, el cual, evidentemente, consideró que era una deficiencia muy importante, Adán no tenía esposa. En este contexto que Dios pronunció unas palabras que son especialmente importantes y que nos revelan algo acerca de Su propio corazón. Él dijo: “No es bueno que el hombre esté solo” (Gn. 2:18).

¿Por qué Dios haría una cosa así? ¿Por qué se esforzaría tanto para crear a Adán y luego, cuando el trabajo quedó concluido declararlo incompleto? Un incidente así debe ser algo más que una coincidencia. Parece ser posible que cuando Él dijo esta frase acerca del primer hombre, estaba haciendo eco a un anhelo que sentía profundamente dentro de Su propio corazón.

¿Podría ser que nuestro Dios no disfruta el estar solo? ¿Podría ser que Él desea una unión íntima con un ser como Él mismo? ¿Sería posible que podamos entender de esta elocuente figura que quizás nuestro Rey tiene la intención de casarse?

La respuesta a estas preguntas es, sin duda: “SÍ”. Sin lugar a dudas Dios nos está hablando a través de este pasaje acerca de algo que está profundamente en Su propio corazón. Con este pensamiento en mente, examinemos juntos, más de la Escritura y veamos cómo ellas ciertamente apoyan tal hipótesis.

LA BÚSQUEDA DE UNA NOVIA

Poco después de crear al primer hombre, Dios declaró Su obra incompleta y luego se puso a “construir” una novia para Adán. Sin embargo, en lugar de comenzar este trabajo inmediatamente, hizo algo muy extraño. Primero trajo a todos los animales para que Adán los observara y les pusiera nombre. “Pero”, leemos, “no se halló una ayuda idónea para él” (Gn. 2:20).

¡Qué declaración tan interesante es esta! Parece que Dios no estaba sólo requiriendo que Adán le diera nombre a los animales como una pequeña tarea antes de su boda, sino algo de mayor importancia, Dios estaba buscando una ayuda adecuada para Él. Dios y Adán juntos estaban examinando todos esos pájaros y bestias en busca de una compañera apropiada, sin embargo ninguna pudo encontrarse.

Por supuesto estoy seguro de que muchas de estas criaturas eran muy agradables. Me imagino que algunas lucirían muy graciosas, tiernas y suaves. Pero. de alguna manera, algo no estaba bien. Ninguna de ellas podía suscitar una respuesta dentro de este hombre. De modo que, como ya lo dijimos, Dios se puso a trabajar para remediar la situación.

Después, cuando Adán despertó, se le presentó una visión hermosa. La mujer que Dios había hecho estaba delante de él. Así que la observaba complacido y algo lo conmovió en lo profundido de su corazón. Algo dentro de su pecho respondía a esta nueva criatura.

En aquel momento ese sentimiento poderoso, que jamás había sentido antes, encontró su expresión en las palabras: “Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne” (Gén. 2:23). Ella era tal como él mismo. Lo que todas las criaturas jamás podrían ser para él, esta mujer lo era. Aquí había encontrado una compañera apropiada con la cual podía estar en íntima unión.

Ahora, todo esto tiene por cierto una aplicación extremadamente importante a nuestra discusión acerca de Dios y sus intenciones. Aún cuando Él esté rodeado de innumerables ángeles, aún cuando toda Su creación está delante de Él, ninguna de estas otras criaturas son adecuadas para proveer la intimidad y el compañerismo que Él desea. Ninguna de ellas puede llenar este lugar porque no eran similares a Él mismo.

Tal como Adán no pudo encontrar una compañera entre los animales sino que tuvo que esperar hasta que Dios le preparara una esposa, así también nuestro Señor está buscando un “alguien”, su futura esposa, de la cual Él pudiera decir: “Ella es como yo, hueso de mis huesos y carne de mi carne”.

Queridos amigos, esto es mucho más que una simple lección de historia antigua. De aquí más bien encontramos una elocuente ilustración profética de un importante principio espiritual. El plan de Dios para el universo es que solamente las criaturas que son similares pueden unirse o casarse. Sólo a los seres que son semejantes se les tiene permitido tener esta clase de unión íntima. Las aves se unen con aves, el ganado con el ganado, los peces con los peces y así sucesivamente, cada cual según su propia especie (Gn.1: 21-24).

Esta verdad se ve claramente en la ilustración que acabamos de revisar y tal como está ordenada por las Escrituras (Lv.20: 15-16). Por lo tanto, de acuerdo con su propia ley, Dios puede sólo juntarse en unión íntima con un ser semejante a Él mismo. Para poder unírsele en matrimonio se debe encontrar un ser que sea su contraparte.

Muchos de los detalles contenidos en las primeras páginas del Génesis confirman esta suposición: Dios ciertamente tiene y ha tenido desde el mismo comienzo, un ardiente deseo de un compañerismo íntimo. Puede ser fácil para el lector descuidado pasar por alto estos detalles como si fueran insignificantes. Sin embargo, aquí en los primeros capítulos del Génesis se revelan algunas indicaciones substanciales y claras de todas las intenciones futuras de Dios en lo concerniente al hombre.

DOS BODAS PARALELAS

Al comienzo de la Biblia encontramos la boda original. El primer hombre, Adán, encuentra y se desposa con una hermosa mujer, especialmente creada por Dios para él y si leemos hasta el final de la historia, descubriremos que la Biblia también termina con una boda, la de Jesucristo, “el último Adán”, quien recibe una esposa la cual ha sido especialmente hecha para Él.

Ahora, notemos que en el registro escritural, hay muchos paralelos entre estos dos matrimonios, de hecho son tan impactantes que me veo obligado a concluir afirmando que la narración del Génesis debe ser considerada fuertemente profética porque Dios, al iniciar Su libro, coloca en las primeras páginas una santa profecía, la cual aún ahora, está siendo cumplida en su pueblo.

Parte de esta profecía en lo referente a Adán en la creación de Eva ya la hemos examinado. Pero, si observar más en detalle, descubrimos indicaciones aún más maravillosas del plan de Dios. Debemos notar que Dios hizo “que un profundo sueño cayera sobre Adán”, un estado semejante a la muerte en el que fue hecha la obra de Dios en Él (Gn.2: 21). Mientras estaba en esta condición, se hizo una incisión en su costado y Dios quitó algo (nuestras traducciones dicen que fue una costilla). Luego, de esta parte de Adán, Dios “construyó” (en hebreo) una mujer para él.

De una manera similar, nuestro Señor Jesús experimentó la muerte por nosotros en la cruz. Allí, Su costado también fue traspasado y algo salió: “sangre y agua” (Jn.19: 34). Esta sustancia eterna rotó del costado de nuestro Salvador, que Dios está “construyendo” (Mt. 16:18) la novia de Cristo, la “mujer eterna que morará con Él para siempre”.

Así que, al comenzar a leer las primeras páginas del libro, encontramos un maravilloso jardín. Este jardín fue el escenario de la primera boda. De este jardín brota un río y en medio del jardín crece un árbol llamado “el árbol de la vida” (Gn.2: 9), además el texto menciona que en esta tierra hay una abundante provisión de oro, algo llamado “bedelio” y piedra de ónice (Gn. 2:11,12).

Al final del libro, en la narración del Apocalipsis, se describe algo de gran esplendor y gloria: Es una ciudad, la cual fue escenario de la última y más gloriosa boda del universo. Pero, sin embargo, notamos que esta ciudad contiene muchos de los elementos del jardín. Donde alguna vez leímos acerca del oro enterrado en la tierra del Edén, ahora se nos muestra toda una ciudad irradiando esplendor de oro y con su calle pavimentada con el mismo material.

Las piedras de ónice, descritas en el jardín pueden ahora verse juntamente con muchas otras piedras preciosas, pulidas, perfectas y edificadas en una gloriosa muralla, rodeando toda la estructura. Esta muralla, adornada con “toda clase de piedras preciosas”, (Ap.21:19-20) simboliza a todos los verdaderos creyentes en su estado transformado y glorificado.

En la nueva Jerusalén también hay un río. Este es un río de agua de vida pura y cristalina que brota debajo del trono de Dios y del cordero. Ese río, quizás espiritualmente relacionado con aquel que vimos al comienzo, está ahora está disponible para “todo el que quiera” venir y beber. Aquí representa la vida de Dios mismo ante quien podemos venir y estar satisfechos.

No sólo esto, sino que también, el árbol de vida que aparece de manera tan única al comienzo y ahora crece abundantemente a ambos lados del río con sus doce cosechas (una cosecha cada mes) de fruto disponible gratuitamente para todos. Aún las hojas de este árbol son importantes porque proveen sanidad a las naciones.

Ahora, no nos olvidemos del “bedelio”. Esta palabra se encuentra en el capítulo 2 versículo 12, frecuentemente la hemos leído aquí en este versículo, pero ¿qué es? Si usted no lo sabe puedo decirle que no es el único. Aún los estudiosos de la Biblia y los traductores realmente lo desconocen. De hecho, el significado es tan oscuro que esta palabra latina “bedelium”, en lugar de traducirla a una palabra de la lengua española. Una de las mejores maneras de determinar el significado de una palabra, es descubriendo cómo se usa en otras partes de la Biblia. De modo que podemos usar este método para ayudarnos en nuestra investigación. El único otro lugar donde aparece esta palabra es en conexión con el pan del cielo, el maná, que se describe como pequeño, blanco y redondo (Ex.16: 14,31) y “el color del bedelio” (Nn.11: 7).

Por lo tanto, quisiera sugerir que esta palabra bedelio podría referirse a lo que ahora conocemos como perla, algo pequeño, blanco y redondo. De hecho, dos antiguos manuscritos traducen esta palabra como “perla”. Entonces, ya que los estudiosos de la Biblia realmente no saben qué es realmente esta sustancia y veremos que esta traducción armoniza también con otras partes de la Palabra de Dios, pienso que podría ser aceptable adoptar este significado.

LAS PUERTAS DE PERLA

Si miramos otra vez a la Nueva Jerusalén, encontraremos que cada una de sus doce puertas está compuesta de una sola perla grande. ¿Sabe usted cómo se forma una perla? Comienza cuando un grano de arena u otro pequeño objeto irritante penetra en la caparazón de la ostra, y la irritación crece en ostra y comienza a segregar una sustancia de su costado que rodea el objeto con una capa suave y preciosa de sustancia perlada. Entonces, de una herida brota algo de gran valor. Ciertamente, tal ilustración nos está indicando al Salvador. Cuando su costado fue traspasado, brotó una sustancia que ha provisto una “puerta” para que nosotros podamos entraar en aquella ciudad eterna. Él es la “Perla de gran precio” (Mat. 13:46).

De modo que usted ve que los materiales básicos acerca de los cuales leímos en la escena de la primera boda, para el final del libro, han sido preparados y edificados como un escenario glorioso para una boda eterna: “La boda del propio Hijo de Dios. Mientras al comienzo se nos muestra a un hombre recibiendo a su esposa en medio de un jardín, al final es el pueblo de Dios el quien participa en ese evento indescriptiblemente santo el de las “bodas del Cordero”. En realidad, la ciudad misma, se descriptabe como una novia adornada para su esposo (Ap.21: 2).

El comienzo y el final de este libro, aunque escritos con una diferencia de tiempo de miles de años, se ven en insuperable armonía, que sólo podría venir de Dios mismo.

Al considerar todo esto, ¿no cree usted también que Dios ha estado deseando esto desde el comienzo? ¿No ve aquí una ilustración hermosamente expresada del deseo del corazón de Dios? Todos estos paralelos del comienzo y el final de las Escrituras no pueden ser un accidente. Seguramente, deben estar comunicándonos algo que conlleva una gran consecuencia e importancia eterna. Dios nos está revelando el deseo de Su corazón.

En la creación del hombre, podemos también encontrar más evidencias para comprenderlo. Ya que el hombre fue hecho a la imagen y semejanza de Dios (Gn. 1:26), no es irrazonable suponer que, en alguna medida, nuestros sentimientos íntimos reflejen aquellos de nuestro Hacedor. Uno de los más poderosos deseos en un hombre o una mujer es el estar casados con alguien a quien amen profundamente.

Por lo tanto, el amor y el deseo de un compañerismo íntimo no pueden estar muy lejos del corazón de Dios. Cuando leemos en Juan 3:16 “Porque de tal manera amó Dios al mundo” ¿cómo cree usted que es este amor? ¿Es sólo algún tipo de compasión paternal? ¿O se trata de de algo simplemente que se puede atribuir al hecho de que Dios siente lástima por nosotros pobres, pecadores, pequeños seres humanos a quienes Él hizo y ha decidido rescatarnos?

Quizás el amor de Dios incluye elementos como estos, pero creo que el amor de Dios por el mundo incluye algo mucho más profundo. ¡Porque de tal manera amó Dios al mundo! La intensidad de su amor es indescriptible. Esto pertenece a Su naturaleza. La Escritura dice: “Dios es amor” (1 Jn. 4:16).

Creo que usted verá, al avanzar en este libro, que se trata de ver con el amor que Él tiene por Su novia. Esto es nada menos que el deseo del Padre celestial de tener compañerismo eterno con alguien como Él mismo.

Cuando Jesús estaba con sus discípulos participando en lo que denominamos “La Última Cena” dijo: “Cuanto he deseado comer esta pascua con ustedes” (Lc.22: 15). ¿Por qué había un deseo tan intenso en su pecho por comer esta sencilla comida con sus amigos? Sin duda, la respuesta está en el pensamiento que le traía a la mente una fiesta futura, una fiesta de bodas. Jesús esperaba ver el día de Su boda, y había un deseo ardiente, un ansia dentro de Él por Su esposa. Es por eso que tenía un deseo intenso tal de cenar allí con sus doce discípulos para estar preparados para todo lo que estaba por delante.

EL GOZO PUESTO DELANTE DE ÉL

Leemos en otra parte que fue “por el gozo puesto delante de Él” que sufrió la cruz (Heb. 12:2) ¿Qué era este gozo puesto delante de Él? ¿Era simplemente el gozo de entrar en la Gloria de Su Padre? Esta no parece ser una explicación adecuada, puesto que Él ya había participado de la gloria del Padre antes de que el mundo fuera creado (Jn.17: 5). No, fue algo aún más grande, más profundo, y más cercano a Su corazón.

El gozo puesto delante de Él era el gozo de un varón que esperaba recibir a Su esposa. Es el gozo de un hombre en el día de su boda, cuando se desposa con la mujer que ama. Jesús miraba el futuro y contemplaba a aquella con la cual se uniría en íntima unión. Fue esta visión, este gozoso pensamiento el que lo alentó a sacrificarse a Sí mismo por nosotros. En Isaías 62:5 leemos: “Como el esposo se goza con la esposa, así se gozará contigo el Dios tuyo”

¡Qué maravilloso día será aquel cuando todos los redimidos de Dios se constituyan en una “santa mujer” y se preparen para ese glorioso día de bodas! ¡Este es el gozo que estaba listo delante de Él, por eso, queridos hermanos y hermanas, y también el gozo que estaba delante nuestro! . Si Dios nos diese una visión y revelación de tal maravilloso día de bodas y todo lo que conlleva, ¡Dios y el hombre juntándose en la unión más santa para que podamos comprender la carrera con gozo! ¡Aleluya!

Tal visión ciertamente nos hará dejar de lado todo, todo peso y el pecado que tan fácilmente nos atrapa (Heb. 12:1) y lo busquémos y nos cerquemos a Él para que procuraremos cumplir con sus propósitos de todo corazón. ¡Oh, que Dios nos ilumine para ver Su voluntad y Su perspectiva! Sólo así seremos movidos a seguir adelante hacia Su meta, la cual es también nuestra más grande satisfacción.

El apóstol Pablo habla de esta futura intimidad con nuestro creador cuando dice: “Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han entrado en el corazón del hombre son las que Dios ha preparado para los que le aman” (1Cor. 2:9). Luego, él continúa explicando esto: diciendo que Dios ciertamente revela estas “cosas profundas” (v.10) a aquellos que tienen intimidad con Él.

Nuestro Señor nos llama a tener una relación de amor con Él. Esta es una relación que culminará en una unión con el Altísimo, que sólo puede describirse en términos de un matrimonio. Esta no es mi terminología, sino el lenguaje de la Biblia, palabras que Dios mismo escogió para describir estas cosas, de manera que pudiéramos entenderlas.

El matrimonio , con toda la intimidad que conlleva, es algo que ha sido creado y santificado por Dios. Dentro de los vínculos del pacto matrimonial, casi nada está prohibido por nuestro Hacedor. Sólo tenemos que leer el Cantar de los Cantares para darnos cuenta cómo Dios ve esta clase de relación. Este libro es muy personal y contiene tales alusiones gráficas en lo referente a una relación con la intimidad marital que mucha gente aún creyentes no pueden leerlo sin experimentar incomodidad. Evidentemente su carne es demasiado fuerte y, por lo tanto, son estimulados de una manera equivocada.

Sin embargo, aquí en la Biblia, Dios nos ilustra nuestro gozo espiritual futuro. Él usa términos humanos, físicos y describe el intenso gozo de dos personas casadas. No tengo ni la menor duda de que Él, en realidad, está hablando de Sí mismo y de Su esposa. Por supuesto que este libro no se aplica a nuestro matrimonio terrenal de esta época, pero muchos grandes santos de Dios, que nos han antecedido incluyendo a Hudson Taylor y Watchman Nee, y han visto aquí una palabra profética en el Salmo 16:11 que declara: “En tu presencia hay plenitud de gozo, delicias a tu diestra para siempre”.

Otro pasaje dice: “Amados, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser” (1 Jn.3:2). Este verso me solía preocupar porque no podía vislumbrar una relación con Dios más elevada que aquella de ser uno con Sus hijos. Pero la Escritura ciertamente habla de tal posición. Hoy somos hijos de Dios y así nos relacionamos con Él. Sobre esa base algún día, glorioso día, entraremos en otro tipo de relación con Él. Algún día seremos Su esposa. Aunque un niño pueda tener mucha intimidad con Su padre, la esposa disfruta de una relación mucho más profunda.

UNA SANTA UNIÓN CON DIOS

Estas palabras “novia” y “esposa” conllevan pensamientos de gozo e intimidad que podrían ser malentendidas por una mente carnal. Pero, es mi oración que usted lea estas palabras y medite en las Escrituras en lo concerniente a estas cosas, para que Dios abra sus ojos a esta gloriosa verdad.

De acuerdo con la inconfundible claridad de las palabras de la Biblia, Dios está llamando a Su pueblo a entrar en una santa unión con Él mismo, la cual solamente puede describirse como un matrimonio. Ciertamente, esta no será una relación física como la que tenemos en la tierra, sino una intimidad de gozo espiritual.

Quizás algunos lectores encontrarán difícil pensar en Dios, como un futuro compañero de matrimonio. En general, es más fácil reconocerlo como nuestro Salvador o Padre. Mientras que estos, ciertamente son roles que Dios tiene en nuestra vida. La posición de ser nuestro futuro esposo, es ciertamente la más íntima.

Nuestro Dios es un Dios de amor apasionado y este amor se enfoca en nosotros meras criaturas humanas. Las Escrituras nos revelan el corazón de Dios y en Su corazón hay un tipo de romance divino, un amor ferviente por Su futura esposa.

No se limite usted meramente a la manera cómo lo ha conocido en el pasado, no tenga temor al considerar tener una revelación más grande de Su persona y carácter. El Dios que la Biblia revela es nuestro Señor y Rey. Usted puede creer confiadamente que lo que Su palabra revela acerca de Él mismo es verdad.

No sólo Dios tiene un amor apasionado por nosotros, sino que tambiéb está buscando a aquellos que lo aman a Él de la misma manera. ¿Recuerda usted el primer mandamiento? “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente” (Mt. 22:37). ¿Le parece esto algo impersonal y distante? ¡Por supuesto que no! Generalmente, cuando alguien ama a otra persona con tal fervor, decimos que están “enamorados”.

¿Tiene usted esa clase de relación con Dios? ¿Es Él su primer amor? ¿O lo mantiene a distancia, tratando de satisfacerse con un tipo de Dios impersonal y “seguro”, que tiene muy poco que ver con su vida íntima y secreta?

Leamos juntos del libro de Efesios 3: 16 -19. Aquí Pablo está orando por los hermanos, que ellos y nosotros también están “arraigados y cimentados en el amor”. Desde esta posición pueden ser “capaces de comprender con todos los santos cuál es la anchura, la longitud, la profundidad, la altura, para conocer el amor de Cristo que sobrepasa todo conocimiento; para que puedan ser llenos de toda la plenitud de Dios”. Ustedes pueden ver que conocer el amor de Dios es importante. De hecho, es esencial para nosotros si vamos a entrar en una relación profunda, plena y satisfactoria con Él.

Cuando usted sabe que alguien lo ama incondicionalmente, entonces es fácil abrirle el corazón, porque confía en que actuará con lo que encuentre allí, en amor. Lo mismo ocurre en nuestra relación con Dios.

Todos los creyentes necesitan tener una relación íntima, de corazón abierto y sin secretos con Jesús. Debemos permitirle el acceso a los lugares más recónditos de nuestro ser. No puede haber nada oculto. Nada del pasado, nada que nos haya ocurrido. Nada debe quedar fuera de Su amorosa mirada y toque.

CONFIANZA TOTAL

Este tipo de relación sólo es posible cuando tenemos absoluta confianza en el amor de la persona a la cual nos rendimos. Es esencial que lleguemos a conocer las profundidades del amor de Dios. Si no es así, sólo tendremos una relación superficial e insatisfactoria con Él, que nunca podrá penetrar el centro de nuestro ser ni transformarnos a Su imagen.

Cuando tenemos miedos, las murallas internas y las resistencias, sirven para mostrar que todavía no hemos conocido verdaderamente el amor de Dios. “El que teme, no ha sido perfeccionado en el amor” (1 Jn. 4:18).

Usted puede notar al leer el libro de Apocalipsis que la novia de Cristo es “diáfana como el cristal” (Ap.21:11). Esta novia no tiene nada oculto, oscuro ni reservado. No guarda secretos con su Amado. Su confianza en Él la hace ser completamente transparente, permitiéndole llegar a ella.

Esta es la clase de relación que debemos tener con nuestro Señor, una que está basada en el más profundo amor. Es la más pura y elevada en intimidad que nos conduce a “toda la plenitud de Dios”. La necesidad más grande en nuestra vida cristiana es una apasionada relación de amor con Dios, que nos conduce a tener intimidad con Él y resulte en una transformación a la imagen de Dios.

Me gustaría repetir que la interrelación entre la primera y la última parte de la Biblia no es una coincidencia. Esta no es simplemente una historia agradable. Mas bien, en estas páginas, Dios está revelando cosas verdaderas y descomunales verdades acerca de Sí mismo y de Sus deseos, los cuales quiere que entendamos.

¡Qué maravillosa figura nos presenta el libro del Apocalipsis! Todas las semillas, todas las alusiones que son delineadas para nosotros en el libro del Génesis ahora han alcanzado su plenitud y cumplimiento. El material básico ha sido construido. Toda la estructura se ha completado. Todo lo que Dios, el Padre, comenzó a hacer en el principio se ha logrado. Allí se ve al hombre, Jesucristo, recibiendo a Su esposa, esa Santa ciudad: La Nueva Jerusalén. Ella desciende del cielo preparada como una novia adornada para su esposo.

El santo libro de Dios comienza y termina con una boda. ¡Qué increíble historia de amor es esta! ¿Ha escuchado usted alguna vez algo que se le iguale? ¡Cuán inmenso debe ser el amor de Dios por la humanidad que lo lleva a comenzar a hacer todas estas cosas y luego vencer los enormes obstáculos para lograrlas!

¡Cómo necesitamos ver y sentir dentro nuestro el deseo ardiente que hay en el corazón de Dios por la humanidad, el deseo que Él expresa tan claramente en Jeremías donde le dice a Su pueblo: “Con amor eterno te he amado”! (Jer. 31:3). Creo que esta clase de revelación plantará dentro de nuestro pecho un ardor similar por nuestro futuro esposo que nos impulsará a prepararnos (Is. 54:5). Su misericordia nos preparará hasta que Él venga.


Fin del Capítulo 1

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Capítulo 7: El Tribunal de Cristo

Capítulo 8: Montañas y valles

Capítulo 9: La Sangre del pacto

Capítulo 10: Dividiendo el Alma y el Espíritu (1)

Capítulo 11: Dividiendo el Alma y el Espíritu (2)

Capítulo 12: Por gracia a través de la fe

Capítulo 13: La imagen del Invisible

Capítulo 14: La Esperanza de gloria