Ministerio Grano de Trigo

Leer en línea el libro
De Gloria en Gloria


Capítulo 14:
LA ESPERANZA DE GLORIA

Hipervínculos para:

ÍNDICE

Capítulo 13: La imagen del Invisible


Capítulo 14
LA ESPERANZA DE GLORIA

Cuál es nuestra esperanza? Como creyentes, que es aquello en lo que esperamos y por lo que esperamos? Para un cristiano, la esperanza constituye una gran parte de su experiencia. Juntamente con la fe y el amor es una de las tres cosas que perduran (1 Cor. 13:13). Pero qué es? En qué consiste? Estas son las cosas que estaremos considerando en este capítulo. Pablo ora que: “Los ojos de vuestro entendimiento sean iluminados para que sepáis cuál es la esperanza de Su llamamiento, cuáles son las riquezas de la gloria de Su herencia en los santos” (Ef. 1:18). Esto es verdaderamente lo que necesitamos.

Todos nosotros necesitamos más revelación sobrenatural acerca de las maravillosas cosas de Dios. Necesitamos que nuestros “ojos” espirituales se abran para ver. Necesitamos examinar profundamente Su maravilloso plan. Luego con esta visión ardiendo en nosotros, darnos completamente a Él para que Sus propósitos puedan cumplirse en nosotros.

Sin embargo, antes que podamos realmente conocer cuál es nuestra esperanza, podría ser necesario que nos libremos de algunas cosas que puedan estar sustituyendo lo que es genuino. Debemos librar nuestras mentes de cualquier mito, medias verdades o flagrantes mentiras que nos dan un concepto humano pero no revelación espiritual.

Cualquier “entendimiento” que no es verdad, obstruirá nuestra habilidad para recibir lo que es. Cualquier concepto que no fluya del trono de Dios sino de las mentes de los hombres ciertamente nos impedirá ver su verdad. Cuando pensamos que ya conocemos algo, nuestras mentes se llenan y satisfacen haciendo muy difícil que nosotros recibamos algo más.

Esta posición ciega y cerrada es especialmente lamentable si lo que pensamos ser luz resulta ser solo tinieblas. Por lo tanto es imperativo tomar tiempo aquí en este escrito no solo para declarar lo que es verdad, sino también para examinar algunas ideas falsas muy comunes que toman el lugar de la revelación divina en las mentes de algunos creyentes. Que el Señor tenga misericordia de nosotros para revelar Su propia verdad así que examinemos estas cosas juntos.

Como hemos declarado muchas veces en este libro, nuestro Dios bondadosamente a ofrecido a cualquiera que lo desee la oportunidad de recibir Su propia Vida eterna. Una vez que poseemos esta Vida, estamos entonces en capacidad de crecer espiritualmente en todo lo que El es, llegando a ser hijos maduros.

Entonces, siendo así cambiados, estaremos preparados para entrar en una santa unión matrimonial con nuestro Creador. Por lo tanto, el verdadero mensaje del Evangelio es un mensaje acerca de nuestro destino. Es acerca de quiénes y qué podemos llegar a ser. Es acerca de un cambio de vida radical de algo terrenal a algo glorioso.

Sin embargo, de alguna manera, sutilmente estas maravillosas buenas noticias han sido alteradas. El mensaje que con tanta frecuencia escuchamos hoy ya no es más acerca de aquello que Dios quiere que seamos (nuestro destino) sino acerca de un lugar de llegada. El enfoque de nuestra atención ha sido cambiado de lo que podemos “llegar a ser” a “ir a algún lugar y obtener algo o algunas cosas”. En lugar de predicar y pensar acerca de lo que seremos cuando muramos, muchos se enfocan en relación a “donde iremos” o “qué obtendremos”.

Para muchos cristianos estos días, su esperanza está en un lugar llamado “cielo”. Eso quiere decir que están anhelando un lugar de llegada, un domicilio donde vivirán para siempre. Este lugar está quizás en sus mentes, un tipo de “Disneylandia” celestial que ofrece muchas clases de entretenimientos y una variedad de placeres físicos y terrenales. No solo piensan que tendrán bastante tranquilidad y gozo, sino que también tendrán una gran mansión y una provisión ilimitada de oro para gastar en lo que ellos quieran. Naturalmente, Jesús estará allí en caso que lo necesitemos para algo.

Algunos se imaginan que pasarán el tiempo jugando al golf. Para otros, quizás sus esperanzas se cumplan corriendo tabla o navegando. Muchos creen que su pasatiempo favorito estará disponible para asegurarse que estarán felices y no aburridos. Para resumir lo que muchos creen, “el cielo” debe ser como un tipo de “tierra de placeres” similar al “paraíso” musulmán.

El problema con todo esto es que estas cosas no son verdad. Esto es solo una idea imaginaria, constituida a partir de unos pocos versículos bíblicos mal interpretados. Es un concepto humano y terrenal acerca de la eternidad el cuál no es el mensaje de Jesucristo.

Siendo que eso no es verdad, no tiene poder espiritual. No tiene autoridad para impactar nuestras vidas de una manera real. No tiene influencia para ligar los corazones de los hombres a lo que ellos esperan. Por lo tanto no puede servir como un ancla para el alma “dentro del velo” (Heb. 6:19), que les ayude a salir victoriosos en tiempos de tentación, prueba o dificultad.

Este mensaje de “una tierra gloriosa” es simplemente un sistema de pensamiento mundano y anímico el cual es impotente para impactar la vida de la raza humana. La predicación del mismo no puede salvar las almas y “creer en él” no cambiará nuestras vidas o actitudes. La razón para esto ya ha sido declarada: simplemente no es verdad. Solo la verdad de Dios tiene verdadero poder.

Piénselo. Tales comodidades materiales juntamente con la riqueza física y los placeres pueden ser obtenidos por la gente en esta tierra hoy día. Muchos en el mundo hoy viven obsesionados precisamente por estas cosas. Quieren ir a “algún sitio” nuevo, diferente y emocionante. Quieren irse de vacaciones a algún lugar exótico u otro.

La búsqueda de “cosas” es también desenfrenada. Nuevos y más grandes televisores, botes, autos, ropa y una variedad infinita de cosas es lo que mucha gente del mundo trata de conseguir y vive para conseguirlo. Lugares donde ir, cosas y placeres son los intereses de este mundo, no del reino de Dios.

Si estas cosas son el objetivo, por qué no buscarlas aquí y ahora? Si estas cosas son el plan de Dios para nosotros, entonces por qué no deberíamos por todos los medios y poniendo todo esfuerzo, tratar de conseguir estas cosas hoy, en esta vida? De esta manera podemos tener algunas de ellas ahora y aún más posteriormente. Pero los objetivos de la Vida espiritual son diferentes. No tienen nada que ver con un lugar donde podamos ir o que podríamos obtener, pero sí tiene mucho que ver con “quienes” podríamos llegar a ser. Las verdaderas metas espirituales no son las mismas que las del mundo.

Recuerdo que hable a un grupo grande de creyentes en un país muy pobre hace algunos años. Tratando de aclararles acerca de la verdadera esperanza de gloria, la riqueza genuina que debiéramos buscar hoy, les dije algo así como “si tener una casa grande, tres automóviles en el garaje y mucho dinero para gastar es el cielo, entonces los Estados Unidos es el cielo”.

Me quedé espantado al ver que toda la audiencia movía la cabeza afirmativamente mostrando estar de acuerdo. Para ellos, según el evangelio que habían recibido y creían, los Estados Unidos era, sino el cielo, lo más cercano a él. Queridos hermanos y hermanas, este no es el verdadero mensaje del evangelio. Es solo una pobre idea humana de cómo será la eternidad. Es un engaño del enemigo.

Posiblemente, decir que nuestras recompensas no serán físicas o sensoriales pueda alarmar a algunos de ustedes que leen esto. Puede ser que usted ya haya estado “creyendo en” esta clase de cosas por muchos años. No es mi intención ofenderlo. De modo que por favor le insto, no cierre su mente, sino mas bien abrámonos a Dios, examinemos Su palabra sin prejuicios o conceptos preconcebidos y veamos lo que realmente es el plan eterno de Dios.

NUESTRA VERDADERA “MANSIÓN”

Para comenzar me parece necesario hablar a cerca de las mansiones celestiales que muchos creyentes esperan recibir. En pocas palabras, no las hay. Así es, no habrá mansiones, como nos las imaginamos, en el “cielo”. Ahora, yo sé tan bien como usted, el versículo donde Jesús dice: “En la casa de mi Padre hay muchas mansiones” (Jn. 14:2).

Pero esta es una traducción muy deficiente. La palabra traducida como “mansiones” aquí debería ser “moradas” o habitaciones. Pablo el apóstol nos explica lo que realmente es esta “habitación”. Es nuestro nuevo cuerpo glorificado el cual recibiremos. 2 Corintios 5:1-4 dice: “Porque sabemos que si nuestra casa terrenal, esta tienda, fuera destruida, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna en los cielos. Por esto gemimos, deseando fervientemente ser revestidos de nuestra habitación que es del cielo, si por cierto, habiendo sido vestidos, no seremos hallados desnudos. Porque nosotros que estamos en esta tienda gemimos, siendo agobiados, no porque queramos ser desnudados, sino vestidos aún más, para que la mortalidad pueda ser absorbida por la Vida (ZOE)”.

Usted ve, nuestra nueva “casa” o habitación será nuestro nuevo cuerpo. No tiene nada que ver con un edificio o casa física. No es una mansión. El “lugar” que Jesús nos está preparando es nuestro cuerpo celestial en el que moraremos por la eternidad. Este cuerpo glorificado que recibiremos es la única “mansión” que obtendremos. Por favor note usted que en el versículo uno esta “casa” está “en los cielos” pero en el versículo dos vemos que cuando la recibimos no está más en el cielo sino que es “del cielo”.

La eternidad no tendrá “habitación” separada para cada uno. El concepto cristiano moderno de que la Nueva Jerusalén esté dividida en subdivisiones o apartamentos es erróneo. Yo he escuchado aún a creyentes haciendo cálculos basados en las medidas de la ciudad para averiguar cuánto “espacio” tendrá cada uno.

La Nueva Jerusalén no es un cubo que pudiera dividirse en muchos compartimentos para vivir. Aún cuando la altura, la profundidad y la anchura son iguales no es un cubo. Más bien, es una montaña. Heb. 12:22 dice: “sino que os habéis acercado al Monte de Sión, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial,…”.

En la eternidad, viviendo en la nueva tierra, no habrá necesidad para un tipo de casa terrenal. No necesitaremos dormir, ya que no habrá nunca noche o cansancio (Ap. 21:25). Por lo tanto no habrá necesidad de dormitorios. No necesitaremos cocinar comida, de modo que las cocinas no serán necesarias. No necesitaremos usar el cuarto de baño, consecuentemente este lugar también será innecesario. No habrá necesidad de privacidad ya que todo estará abierto y expuesto a todos.

La Nueva Jerusalén en su totalidad es “diáfana como el cristal” (Ap. 21:11) allí no hay nada escondido. No hay paredes interiores, barreras o rincones oscuros en los cuales esconderse. No habrá lugar donde “retirarse” a hacer algo que usted no quiere que otros vean. No habrá deseos de “tener algo de privacidad” en relación a otros ni en relación a Dios mismo. No habrá cosas que dividan, nada escondido u oscuro, no habrá grupos especiales o secretos.

Si esto no le atrae quizás todavía tenga dentro de su corazón áreas de pensamiento o deseo que no han sido traídas a la luz de Dios. Quizás usted está necesitando una más profunda obra de limpieza del Espíritu Santo para traer todo lo que usted es a esta luz. De esta manera y solo de esta manera, usted estará preparado para vivir en la presencia de Dios por la eternidad.

Cuando nuestro Señor venga, toda resistencia, toda oscuridad, toda indecisión de nuestra parte de tener intimidad con El quedará completamente expuesta. Cualquier temor, cualquier rebelión, dentro de nuestras almas o falta de amor por El y solamente por El llegará a ser totalmente evidente a nosotros mismos y a todos los demás. Hoy lo vemos sólo por “espejo oscuramente” (1 Cor. 13:12). En aquel día lo conoceremos a El cara a cara. En la pura y resplandeciente luz de Su rostro todo se verá exactamente tal cual es.

Cuando El aparezca, cualquier forma cómo nos hayamos engañado a nosotros mismos, esperando estar bien con Dios aún cuando no nos sentíamos bien, se verá por lo que es. Cualquier excusa que hayamos inventado para no buscarlo con todo nuestro corazón y no hacer Su voluntad, será revelada. Todos los secretos de nuestro corazón se pondrán de manifiesto.

JESUS VIENE POR SU NOVIA

Jesús viene por Su novia. El está viniendo por aquella con quien se desposará. Esto nos habla de gran intimidad. El Cantar de los Cantares de Salomón dice: “El rey me ha hecho entrar en Sus cámaras”. Pero qué “cámara” es esta? Es Su oficina? Podría tratarse de Su salón del trono? No, es la cámara de dormir. Esta figura del lenguaje nos habla de una intimidad incomparable. Está usando lenguaje humano para describir nuestra futura unión espiritual con Cristo. No habrá secretos allí. No habrá nada escondido o encubierto.

Recuerda usted el capítulo uno donde hablamos a cerca de la primera boda, el matrimonio de Adán y Eva? Allí en ese capítulo profético a cerca de la futura “boda”, la palabra de Dios dice que “ambos estaban desnudos y no se avergonzaban” (Gn. 2:25).

¿Qué es lo que esto significa para nosotros? Se refiere justamente al tema que estamos tratando. Habla de estar completamente al “descubierto”, o sea que todo es totalmente abierto, expuesto y a la luz. Sin embargo, en este estado de “desnudez” no estaban avergonzados. Esto es porque no tenían nada que ocultar. Sin embargo, cuando cayeron en pecado, esta gran comodidad que experimentaban en relación a la apertura y la transparencia, se desvaneció. A causa de su pecado, ellos de pronto sintieron la necesidad de cubrirse y esconderse.

¿Qué hay de usted? Se sentirá cómodo con una intimidad tal con Dios cuando El venga? Se sentirá usted feliz de saber que El conoce todo a cerca de usted, todas sus acciones, actitudes y palabras? Está usted viviendo hoy en esta clase de transparencia auténtica e intimidad con Él? Ha confesado todo? Ha traído todo a Su luz para que lo examine y juzgue? Está usted viviendo diariamente en este tipo de “desnudez” espiritual con Él?

Si no es así, entonces usted se avergonzará en Su venida (1 Jn. 2:28). Usted se sentirá avergonzado y querrá esconderse. Usted estará tremendamente atemorizado de encontrarse con El, sabiendo que todo será expuesto. Muchos cristianos insisten que están esperando ansiosamente el día cuando Jesús venga. Dan voces, cantan y oran por Su aparición. Pero cuando el cielo se abra y El comience a aparecer, mucha de esta misma gente comenzará a buscar un lugar para esconderse. De pronto se darán cuenta de su verdadera condición interior. Su pecado, que han estado escondiendo de ellos mismos y de otros, rápidamente llegará a ser obvio. Cualquier “jugar a la Iglesia” o aparentar estar en mejor estado espiritual del que realmente están se mostrará completamente a la luz de Su rostro. Isaías 33:14 dice: “Los pecadores en Sión están atemorizados; espanto a sobrecogido a los hipócritas”. Estos serán aquellos que estarán buscando un lugar para esconderse.

No habrá montones de oro o plata en la Nueva Jerusalén esperando que los gastemos. No habrá necesidad de dinero. No habrá tiendas en las cuales gastar ni productos para comprar. No habrá ninguno tratando de usar las necesidades del otro para enriquecerse a sí mismo.

No habrá ninguno que tenga necesidad o alguno que esté tratando de tener más que otro. De hecho no tendremos necesidades en absoluto. Dios mismo será todo lo que querremos o deseemos tener. Allí, ninguno necesitará o querrá entretenimiento, pasatiempos o placeres sensuales. Cualquier diversión de ese tipo simplemente sería una distracción de la maravillosa presencia de Dios.

No estoy diciendo que no habrá placer de ningún tipo. De hecho, estoy completamente seguro que estar con Jesús será la experiencia más placentera que ninguno podría jamás imaginar. Ciertamente, en Su presencia hay “plenitud de gozo” y “a Su diestra hay delicias para siempre” (Sal. 16:11). Es solo que estos placeres serán diferentes. Serán espirituales, no terrenales.

Las cosas y alegrías de esta tierra, a las que nos aferramos tan desesperadamente, no serán nada para nosotros y aún hoy no son nada en comparación a lo que Dios tiene para dar. Es nuestro privilegio hoy día tener un “goce anticipado” o una pequeña muestra de estas realidades espirituales. Aquí y ahora podemos abandonar nuestro apetito de placer terrenal, sensual y aprender como disfrutar de Dios mismo. Este disfrute no es algo diferente de lo que conoceremos en el futuro, sino sólo una muy pequeña muestra de lo real.

NUESTRO GALARDÓN SOBREMANERA GRANDE

Ciertamente es verdad que Jesús nos enseñó a hacernos tesoros en el cielo (Mt. 6:20). Y también, que “nuestra esperanza nos está guardada en los cielos” (Col. 1:5). Pero hay otro hecho que debemos ser cuidadosos en recordar. Jesús claramente dice que cuando El venga, estará trayendo este “galardón” con El a la tierra. El dice: “he aquí, vengo pronto, y mi galardón conmigo (Ap. 22:12).

Nuestro “galardón” puede estar en el cielo ahora, pero no se quedará allí. Será traído a la tierra a la venida de Jesucristo.

Y qué es este galardón? Ya que no será plata u oro u otra clase de riqueza terrenal, qué podría ser? Es significativo que Dios dijera a Abraham, “Yo soy tu escudo y tu galardón sobremanera grande (Gn. 15:1). Usted ve, Dios mismo es nuestro galardón. El y solamente El será Aquel de quien gocemos.

Nuestro galardón no es un lugar de llegada como el cielo (o aún una nueva tierra). No es riqueza como oro o plata. Es una Persona. Es la oportunidad de entrar abierta y plenamente en Su presencia y disfrutar de todo lo que Él es. Más aún, como vimos en el capítulo 7 acerca del Tribunal de Cristo, nuestra habilidad para disfrutar de este galardón, que podría entenderse como el “tamaño” de este galardón, será regido por nuestra madurez espiritual.

Se siente usted decepcionado por esto? Le parece como que está usted siendo engañado en cuanto a lo que usted ha estado deseando? Ha estado usted esperando otros muchos entretenimientos y placeres? Ha puesto usted su corazón en tener una mansión en los cielos?

Entonces eso es una señal que usted aún no conoce realmente a Dios como debe conocerlo. Sus ojos espirituales aún no han sido abiertos para ver. Todavía usted está atado a una comprensión humana y terrenal de la eternidad.

Pero déjeme declarar esto con toda franqueza: Dios es todo! El es todo lo que jamás querremos o necesitaremos. El es el creador de todas las “cosas” que valoramos tanto. Él es muchísimo más grande que nuestros pequeños “placeres” terrenales como para hacerlos ver en comparación ridículos e insignificantes.

El es todo en todo. En Su asombrosa, intensa y gloriosa presencia no pensaremos en nada más y si lo hacemos, será solo para avergonzarnos de ello. Verdaderamente Dios mismo será nuestro galardón “sobremanera grande”.

Sin duda, cuando estemos con Jesús, habrá muchas cosas para que nosotros hagamos. Sin embargo, no serán estas cosas las que nos darán satisfacción. No serán las actividades ni los lugares los que constituirán nuestro galardón o nuestra satisfacción. No los miraremos como una fuente de entretenimiento o diversión. Mas bien, estando completamente satisfechos con nuestro Dios, también encontraremos gozo en servirle y colaborar con El haciendo Su voluntad en el universo.

Estas actividades no serán la fuente de nuestra felicidad sino el resultado del deleite que tengamos en nuestro Señor. Nuestra atención y nuestros deseos estarán plenamente enfocados en El en vez de cualquier cosa que pudiéramos hacer, lugar donde pudiéramos ir o cualquier cosa que El nos pudiera dar. Nuestra relación con El, nuestro íntimo disfrute de Su persona regirá la totalidad de nuestro afecto. Ninguna otra cosa jamás se comparará o interferirá el placer de esta intimidad indescriptible.

MI HERMANA, MI ESPOSA

Quizás usted se acuerde de cómo hablamos en el primer capítulo acerca de Adán, juntamente con Dios, buscando una compañera adecuada. Primero buscaron entre los animales. Examinaron a cada uno, para ver si podría satisfacer los requisitos. Ninguno era adecuado, porque ninguno de ellos era igual que Adán.

Entonces, después que Dios hizo a Eva, Adán se despertó, la vio y exclamó: “Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne” (Gen. 2:23). De la misma manera, nuestro Señor Jesús está buscando una esposa. Pero ella también debe ser lo mismo que El es. Ella debe también complementarlo en toda forma. Ella debe ser “hueso de sus huesos” y “carne de Su carne” espiritualmente hablando. Ella debe ser de Su propia Vida y naturaleza. Para lograr este propósito, Dios puso Su propia Vida a disposición del hombre. Cuando recibimos esta Vida, entonces ingresamos a la familia de Dios. Llegamos a ser un nuevo tipo de criatura eterna, un hijo del Altísimo.

Cuando Cristo vino a la tierra, El fue “el unigénito” Hijo de Dios (Jn. 3:16). Esto quiere decir que El era el único “hijo” que Dios había producido. Sin embargo más tarde esto cambió. El Padre ha engendrado ahora muchos más hijos. Hoy día a Jesucristo ya no se le llama más el “unigénito” sino el “primogénito entre muchos hermanos” (Rom. 8:29).

Muchos cristianos nuevos y aún no creyentes preguntan, “con quien se casaron los primeros hijos de Adán y Eva?”. Sin duda la respuesta debe ser que ellos se casaron con una de sus propias hermanas. No había otras opciones disponibles. No había otras personas con las cuales formar pareja. Ya que en aquellos días la gente vivía cientos de años. Había bastante tiempo para que Adán y Eva tuvieran muchos, muchos descendientes.

Es interesante que Jesús también se casara con Su “hermana” espiritualmente hablando. En el Cantar de los Cantares 4:9,10,12, El llama a su novia “hermana mía, esposa mía”. Ella tiene el mismo Padre. Ella es de la misma familia, la familia de Dios. Ella participa de la misma Vida eterna como El. El debe casarse con Su hermana ya que no hay otras alternativas. No hay otros seres eternos disponibles de los que pudiera escoger para engendrar hijos, de la que se puede elegir una novia.

La novia de Cristo no solo debe tener la misma “especie” de Vida, sino que ella también debe poseer la misma naturaleza. Ella también debe ser santa. Ella también debe ser pura y sin pecado. La Escritura nos enseña que Jesús presentará a Su novia a Sí mismo, “una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha” delante de Él en amor (Ef. 5:27).

El perdón de Dios nos abre el camino para recibir la Vida de Dios. Y la Vida de Dios es la agencia a través de la cual podemos ser transformados a la naturaleza de Dios. Podemos y por cierto debemos, “llegar a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia” (2 P. 1:4). Esta naturaleza santa es también un requisito para el matrimonio. Por dentro debemos ser como Cristo. Si no somos como El, cómo podremos unirnos en esta unión íntima con Él? La Biblia dice, “Aquel que tiene esta esperanza dentro de sí, se purifica a sí mismo, así como El es puro” (1 Jn. 3:3). Para que haya un matrimonio del Cordero y Su novia, ella debe tener la misma Vida y la misma naturaleza.

Pero todavía hay otro requisito, ella debe tener la misma clase de cuerpo. De esto también se ha ocupado el Señor. Un día cuando El venga por nosotros, entraremos a la gloria. Esto significa que nuestros cuerpos serán glorificados para ser como el Suyo.

Por favor ponga cuidadosa atención a este hecho. Hablando bíblicamente, “la gloria” no es un lugar. Es un estado de ser. No es un lugar al cual iremos sino una condición a la cual seremos transformados. Los cristianos no están anticipando estar en “una tierra de gloria” o “cielo” sino a ser glorificados. Esta es nuestra esperanza. Nuestra esperanza no está en donde iremos sino en lo que seremos transformados. Los cristianos no están anticipando estar en “una tierra de gloria” o “cielo” sino a ser glorificados. Esta es nuestra esperanza. Nuestra esperanza no está en donde iremos sino en lo que seremos. No es una esperanza de ir a “algún sitio” sino de llegar a ser algo glorioso. Colosenses 3:4 dice: “Cuando Cristo quien es nuestra Vida aparezca, entonces ustedes también aparecerán con El en gloria”. Este es el estado de ser glorificado.

Si deseamos saber cómo será este cuerpo, sólo necesitamos mirar la primera parte del libro de Apocalipsis. Allí leemos cómo Jesús se ve “en gloria”, en Su estado glorificado. “Su cabeza y Sus cabellos eran blancos como blanca lana, como la nieve, y Sus ojos como llama de fuego; y Sus pies eran semejantes al bronce bruñido, como refinado en un horno y Su voz como el sonido de muchas aguas…Su rostro era como el sol brillando en su fuerza” (Ap. 1:14-16)

Esta figura, aterradora, flamígera, brillante es nuestro Señor en gloria. Es Jesús en Su cuerpo glorificado. Este espectáculo fue tan intenso que nuestro hermano Juan “cayó a Sus pies como muerto” cuando lo vio (Ap. 1:17). Esto, hermanos y hermanas, es verdadera gloria! Esta también es nuestra esperanza, que seremos glorificados para ser como El. 1 Juan 3:2 dice: “cuando El se manifieste, seremos semejantes a Él, porque le veremos como El es”. Nuestro cuerpo será cambiado “en un instante, en un abrir y cerrar de ojos” (1 Cor. 15:52) para ser exactamente como El es.

La Escritura nos enseña que “aquellos que son sabios brillarán como el resplandor del firmamento, y aquellos que hacen volver a muchos a la justicia, como las estrellas a perpetua eternidad” (Dn. 12:3). Lea también que, “...los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre.” (Mat. 13:34)

Es interesante que este nuevo cuerpo está “en construcción” ahora mismo. El está “preparando” este lugar para nosotros. Posiblemente esto esté relacionado con nuestro crecimiento espiritual. Es probable que cuanto más maduremos espiritualmente, tanto más glorioso llegue a ser nuestro cuerpo espiritual. Entonces cuando Jesús aparezca, nuestro nuevo cuerpo glorificado aparecerá en exacta armonía con lo que somos interiormente.

LA ESPERANZA DE GLORIA

Esta, queridos amigos, es nuestra esperanza. Es la esperanza de gloria. No es la esperanza de llegar a algún lugar sino de nuestro destino. No es una esperanza de donde podríamos ir o que podríamos obtener, sino de llegar a ser todo lo que Cristo es. Cómo necesitamos una revelación de esta verdad! Cómo necesitamos “contemplar Su gloria” (Jn. 1:14) como lo hicieron los primeros discípulos!

Sin una revelación de la gloria de Jesús, no tenemos esperanza. Si sólo pensamos en recompensas físicas tales como lugares o cosas, estamos desprovistos de una relación auténtica que cambie nuestras vidas. Pero una vez que veamos la gloria de Dios, una vez que veamos lo que significa ser glorificado, una vez que vislumbremos la gloria del siglo venidero, entonces ciertamente desecharemos todo “peso y el pecado que tan fácilmente nos enreda” (Heb. 12:1).

Cuando hemos visto “la gloria” ya nada más importa. Cuando vemos lo que realmente se nos está ofreciendo todo lo demás palidece en comparación.

La esperanza bíblica es “la esperanza de gloria”. Nos “regocijamos en la esperanza de la gloria de Dios” (Rom. 5:2). Esta esperanza es resultado de la revelación. Cuando Dios nos revela Su gloria, entonces y sólo entonces sabremos qué es lo que nos espera y debemos anhelar. Es entonces que nos damos cuenta cuál es “la esperanza de nuestro llamado” (Ef. 1:18). Es entonces que tenemos entendimiento espiritual.

Esta revelación de la gloria de Dios que va a ser nuestra herencia por cierto sirve como un “ancla” para nuestras almas. Es una revelación que cautiva nuestras mentes y corazones de modo que ninguna otra cosa podría jamás parecer mejor. Cualquier costo que tuviéramos que pagar para lograr este objetivo, bien vale la pena. Pablo dice que él “considera que los sufrimientos del tiempo presente son nada comparados con la gloria que será revelada en nosotros” (Rom. 8:18).

LA MISMA IMAGEN

En el anterior capítulo hablamos de quien realmente es Jesucristo. El es el Hijo encarnado. El es la imagen del Dios invisible. El es el instrumento a través del cual el padre se revela a Sí mismo al universo, el “resplandor de Su gloria y la imagen expresa de Su persona” (Heb. 1:3).

Pero aquí en la Palabra de Dios leemos acerca de una esperanza aún más increíble y gloriosa. La Biblia dice que podemos ser cambiados a esta misma imagen. 2 Corintios 3:18 dice: “Pero todos a cara descubierta, contemplando y reflejando como en un espejo la gloria del Señor estamos siendo cambiados a la misma imagen, de gloria en gloria, aún como por el Espíritu del Señor”. Qué increíble! Cuán inimaginablemente maravilloso! Nosotros, pequeños e insignificantes seres humanos, podemos ser transformados a la “misma imagen”, la imagen del Dios invisible.

Nosotros no solo podemos contemplar Su gloria hoy, sino que a través de este contemplar podemos ser cambiados en aquello que vemos de un grado de gloria a otro grado de gloria podemos ser transformados en lo que El es.

Esto es realmente esperanza. Esto es algo en lo cual podemos establecer firmemente nuestra esperanza. Esto es algo que vale más que nada en el universo. Esto es algo que vale todo el esfuerzo que hagamos para obtenerlo.

Es algo por lo que vale la pena renunciar a cualquier cosa, negarnos cualquier cosa, algo por lo que vale la pena aún renunciar a nuestras propias vidas para obtenerlo. Esto es todo un contraste con las pobres y mezquinas ideas humanas acerca de lo que será la “tierra de gloria” o los deseos de placeres terrenales.

En Juan 17:21,22 tenemos una referencia de Jesús orando al Padre. El no está orando por Sí mismo sino por nosotros. Esta oración es de lo más increíble. El declara que “la gloria que me diste, yo les he dado”. Y con qué propósito nos está dando Su propia gloria? Es para que “seamos uno; como tú, oh Padre, en Mí, y yo en Ti, que también ellos sean uno en Nosotros”.

Por muchos años creí que Jesús oraba por la unidad entre los cristianos. Hoy tengo un punto de vista muy diferente. Ahora veo que El está orando para que nosotros participemos en la unión que El tiene con Su Padre. El deseo de Su corazón es que nosotros lleguemos a ser “uno” con El tal como El es uno con Su padre. Lemos, “...como tú, oh Padre, en Mí, y yo en Ti”. (Juan 17:21)

El está pidiendo que se dé una unión espiritual y gloriosa entre El mismo y aquellos que lo aman y siguen. Esta unión, esta intimidad es tan increíble tan grande que es difícil imaginar que pudiera ser verdad. El está abriendo el camino para que participemos en la unión y comunión que El tiene con el Padre. El Padre en El y El en nosotros, para que esta santa e increíble unidad entre el Padre, el Hijo, y la novia pueda ser hecha perfecta.

TODO LO QUE EL E

Dios es infinito. El es eterno. Su creatividad es ilimitada. Su poder no tiene límites. Su hermosura es insuperable y Su gloria asombrosamente brillante. Nuestro Rey es totalmente afable, generoso, amante, justo y bueno. El es Aquel que ha hecho todo lo que existe y aún hará todo de nuevo de una manera nueva. (Ap. 21:5). No hay otro ser en el universo que se pueda comparar con siquiera la más pequeña fracción de todo lo que El es. La palabra de Dios nos enseña todas estas cosas.

Sin embargo, en la Biblia también podemos descubrir lo que se llama “buenas noticias”. Es un hecho tan bueno que es casi increíble, sin embargo es verdad. Y es que Dios no está guardando todo esto para Sí mismo. El tiene un deseo en lo profundo de Su corazón de compartir todo esto con los hombres. El ha invitado a aquellos que tienen la disposición de someterse completamente a Él, a venir y participar de todo lo que El es.

El plan de Dios es que nosotros, simples seres humanos, podamos entrar y participar de toda la gloria divina, naturaleza y autoridad. Podemos aún sentarnos con El en Su trono (Ap. 3:21). Esto no es decir que sólo podemos sentarnos un poco en su regazo. Esto significa participar en el gobierno del universo con Dios.

Tal como una novia, después de casarse, puede participar de todo con su esposo, así también nosotros estamos invitados a participar de todo lo que Dios tiene y es.

Una esposa comparte el hogar de su esposo. Tiene acceso a sus recursos financieros. Participa de su posición social. En un matrimonio correctamente establecido, porque ella está sometida a él, ella tiene acceso no solo a todo lo que él tiene sino también a todo lo que él es. Así también, nosotros hemos sido llamados a ser la novia de Cristo. Dios en Su gracia nos está abriendo el camino para llegar a ser participantes con El de Su gloria, reino y de Su ser.

Oh, cómo necesitamos visión espiritual! Cómo necesitamos que nuestros “ojos” se abran para ver lo que puede ser nuestro futuro! Necesitamos ver la meta. Necesitamos desesperadamente entender que es aquello en lo cual estamos esforzándonos por entrar.

Pablo, orando por los cristianos de su día pide que: “el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os de espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de Él, siendo iluminados los ojos de vuestro entendimiento, para que conozcáis cuál es la esperanza de Su llamado, cuales son las riquezas de la gloria de Su herencia en los santos” (Ef. 1:17,18).

Qué riquezas! Qué gloria puede ser nuestra herencia! Si solamente pudiéramos ver tan solo una pequeña parte de esta realidad espiritual, abandonaríamos todo lo demás y correríamos sin impedimentos tras El.

Hermanos y hermanas, podemos ser la novia de Cristo! Podemos ser transformados para ser como El de modo que podamos entrar en una unión matrimonial con El. De un grado de gloria a otro grado de gloria tenemos la posibilidad incomparable de entrar y tomar posesión de esta buena tierra. Podemos llegar a ser “hueso de Su hueso” y “carne de Su carne”, espíritu de Su espíritu, vida de Su Vida, naturaleza de Su naturaleza divina. Podemos y llegaremos a ser tal como El es. “Pero sabemos que cuando él sea revelado, seremos como El Porque le veremos como El es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en El se purifica a sí mismo, como El es puro” (1 Jn. 3:2,3).

Qué hay de usted? Está teniendo un goce anticipado de esta experiencia hoy? Su enfoque y deleite está en Jesús o está usted buscando satisfacción en placeres y experiencias terrenales? Su corazón, su alma, su mente y su fuerza están dedicados totalmente a vivir en intimidad amorosa con Jesús?

Quizás sería bueno que todos nosotros nos detengamos un momento aquí y contemplemos estas cosas. Como hemos estado viendo, nuestra relación con nuestro Dios es el factor más importante en nuestras vidas. Nuestra relación de amor con El es lo que nos llevará a toda la madurez espiritual que necesitamos para obtener todas las “recompensas” espirituales que vendrán. Comparado con esto, todo lo demás es solo una sombra vacía.

Hoy es el día para arrepentirnos sino estamos viviendo completamente para El. Hoy es el tiempo de oír Su voz y volver a nuestro primer amor. Después que Jesús venga, no habrá otra ocasión. No habrá una segunda oportunidad. Dios nos está llamando, está extendiendo Su misericordia y gracia hoy a cualquiera y a todo aquel que responda.

Ninguno es demasiado débil. Ninguno es incapaz. Su poder está disponible a cualquiera y todo aquel que está dispuesto a oír Su voz y entregarse completamente a Él. Hoy es el día de salvación. La invitación ha sido dada. “El espíritu y la esposa dicen ‘Ven!’ Y el que oiga diga, ‘Ven!’ Y el que tenga sed, venga. Y el que quiera, que beba del agua de la Vida gratuitamente” (Ap. 22:17). Esta es la maravillosa oferta de Dios. Si la descuidamos, seremos los más insensatos de todos los hombres.

LA NUEVA JERUSALÉN

En la Nueva Jerusalén, no hay necesidad de ninguna luz. El Dios invisible está allí iluminándolo todo con Su gloria. Esta luz está siendo sostenida y exhibida por la “lámpara” que es el Cordero de Dios (Ap. 21:23). La Santa Ciudad entonces funciona como una gran exhibición del carácter de Dios y Sus obras, a través de las cuales esta luz irradia.

Todos los creyentes transformados simbolizados por las muchas piedras preciosas que componen el “muro” de la ciudad, se habrán convertido en un tipo de exhibición ante el universo. El multifacético carácter de Dios se verá a través de la personalidad de cada uno. Las maravillosas obras de Dios que El ha hecho en las vidas de todos “los justos hechos perfectos” (Heb. 12:23) estarán disponibles para que cualquiera las vea. El inimaginable amor, misericordia y gracia de Dios se exhibirá.

La Biblia nos enseña que “la mujer es la gloria del hombre”, o sea de su esposo (1 Cor. 11:7). Por lo tanto, esta gloriosa “mujer”, la esposa de Cristo, servirá como una expresión amplia y celestial de todo lo que Cristo es y ha sido para aquellos que son parte de ella. Por cierto, “El vendrá para ser glorificado en Sus santos, y admirado en todos aquellos que creen” (2 Tes. 1:10)

Un día habrá una boda gloriosa y celestial. Estará usted allí? Estará usted preparado para tomar parte en ella? Los sabios de corazón se prepararán. Pagarán cualquier precio que sea necesario para estar en ella. Estarán allí cuando la “voz de una gran multitud, como el estruendo de muchas aguas y como el sonido de poderosos truenos” anuncie “porque han llegado las Bodas del Cordero, y Su esposa se ha preparado (Ap. 19:6,7).

Fin del Capítulo 14

Use los siguientes hipervínculos para leer otros capítulos

Capítulo 1: El Amor de Dios

Capítulo 2: La oferta de la vida

Capítulo 3: Los dos árboles

Capítulo 4: Las dos naturalezas

Capítulo 5: La sentencia de muerte

Capítulo 6: La salvación del alma

Capítulo 7: El Tribunal de Cristo

Capítulo 8: Montañas y valles

Capítulo 9: La Sangre del pacto

Capítulo 10: Dividiendo el Alma y el Espíritu (1)

Capítulo 11: Dividiendo el Alma y el Espíritu (2)

Capítulo 12: Por gracia a través de la fe

Capítulo 13: La imagen del Invisible