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Capítulo 11:
DIVIDIENDO EL ALMA DEL ESPIRITU (2)

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ÍNDICE

apítulo 10: Dividiendo el Alma y el Espíritu (1)

Capítulo 12: Por gracia a través de la fe


Capítulo 11
DIVIDIENDO EL ALMA DEL ESPIRITU (2)

En el último capítulo examinamos la importancia de vivir por y en el (E) espíritu. Allí vimos que es del Espíritu de Dios dentro de nuestro espíritu que Su Vida fluye a través de nosotros. Sin embargo, no somos meramente seres espirituales. También tenemos un alma. Y es a través de esta alma (y en último término a través de nuestro cuerpo físico) que lo que somos dentro de nosotros se expresa al mundo.

En un hombre o una mujer que no conoce a Cristo, el alma es el “órgano” dirigente dentro de su ser. No teniendo Vida en el espíritu, no tienen alternativa sino vivir por la vida anímica y expresar la naturaleza caída. Su alma es la fuerza dominante en su ser.

Sin embargo, una vez que recibimos a Jesús, este “asiento de gobierno” debe cambiar. Ahora, el alma, en lugar de estar en la conducción, debe llegar a estar sometida al espíritu. El alma debe llegar a ser la sierva del espíritu, siendo dirigida y controlada por una fuente superior. La Vida de Dios dentro de nosotros comienza a usar las facultades del alma para expresar la naturaleza divina al mundo.

Para entender esto un poco más claramente es importante declarar que el alma tiene tres “capacidades” o facultades distintas. Estas son: la habilidad de pensar, la habilidad de sentir y la habilidad de decidir. La forma más fácil de recordar esto es que tenemos una mente, tenemos emociones y tenemos una voluntad. La mayoría de los maestros bíblicos hoy día están de acuerdo en este punto que el alma del hombre tiene estas tres partes: mente, emociones y voluntad.

No hay nada inherentemente malo en estas tres “facultades”. Fueron creadas por Dios y son necesarias para cada parte de nuestro vivir. Obviamente, todos deben pensar, sentir y decidir. El problema está en cuál es la “vida” que está animando o usando estas capacidades. Cuando la antigua vida SIQUE está en control, resulta en pecado. Cuando la Vida ZOE domina, se manifiesta la justicia.

Cualquiera que sean los pensamientos, sentimientos y decisiones que se inicien en nuestra alma, no pueden agradar a Dios. La fuente está contaminada. Pero cuando nuestros pensamientos, sentimientos, y decisiones fluyen del espíritu, son una manifestación de Dios.

Por lo tanto, lo que necesitamos en nuestra alma es una transferencia de dirección. Necesitamos “cambiar fuentes” por así decirlo. Debemos aprender a dejar que el Espíritu de Dios nos llene, domine y use las facultades del alma. De esta manera podemos cumplir todos Sus maravillosos planes. Consecuentemente, como vimos en el último capítulo, hay una necesidad urgente-una necesidad desesperada-que todo hijo de Dios conozca cuándo él o ella está viviendo por la vida anímica o por el espíritu. Debemos experimentar dentro de nuestro ser el “partimiento del alma y el espíritu” (Heb. 4:12). Debemos ser capaces de saber cuándo estamos siendo animados por la vida vieja y cuándo estamos experimentando la nueva.

Sin esta importantísima revelación, solo podemos vagar en la oscuridad, encontrándonos de vez en cuando en la presencia de Dios, quizás sin saber cómo o por qué llegamos allí, y luego encontrándonos afuera otra vez sin una pauta de cómo volver. Desafortunadamente, este es el estado de muchos hijos de Dios.

Ya que este dividir entre el alma y el espíritu es tan importante, vamos a pasar tiempo aquí hablando en más detalle a cerca de esto. En el último capítulo hablamos acerca de lo que significa estar en el espíritu. Aquí investigaremos cómo esto puede afectar cada “parte” separada de nuestra alma.

LA MENTE

Comenzaremos nuestra consideración hablando acerca de la mente. En una persona no salvada, esta facultad es generalmente la dominante. Efesios 2:3 habla de la gente de este mundo que está bajo el control del enemigo y vive llevando a cabo los deseos de la carne (el cuerpo) y de la mente. Más aún en Efesios 4:17,18 leemos que el “resto de los gentiles” (en este caso los no salvados) “caminan en la vanidad de su mente, teniendo su entendimiento oscurecido, estando separados de la Vida de Dios”.

Así entendemos que sin la Vida de Dios la única opción que tiene el no-creyente es ser guiado por su mente. Esto resulta solo en oscuridad. No importa cuán “iluminada” la gente del mundo piense que es, comparada con las verdaderas realidades espirituales está solo en oscuridad. La sabiduría e inteligencia de la raza caída no les conducen a Dios y es solo necedad a Sus ojos (1 Cor. 3:19) (1 Cor. 1:21). Por lo tanto, cuando una persona viene a Cristo, tiene el hábito por largo tiempo arraigado de vivir por su mente. Siempre ha sido esto en lo que ha descansado y así con frecuencia continúa viviendo de esta manera.

Por esta razón, el cristianismo se convierte en un ejercicio mental para ellos. Ellos suponen que “crecer en Cristo” es un proceso de aprendizaje. Dependiendo de su inteligencia natural y habilidad, comienzan a estudiar las cosas de Dios y leen la Biblia con la idea que cuando hayan acumulado suficiente conocimiento, esto les capacitará para andar en los caminos de Dios.

Leen, estudian y memorizan. Quizás asisten al colegio bíblico, compran muchos libros cristianos y acumulan literatura, reúnen información acerca de “cómo” actuar y reaccionar en cada situación de la vida. Saben “cómo” dirigir, “cómo” enseñar, “cómo” echar fuera demonios, “cómo” adorar, “cómo” discipular, “cómo” curar a los enfermos, “cómo” tener reuniones, “cómo” tratar con esta o aquella situación, o esta o aquella clase de persona y muchas otras cosas semejantes. Llegan a estar llenos de conocimiento acerca de Dios y este conocimiento constituye la base de su cristianismo.

Esta gente entonces tiene un tipo de cristianismo mental. Es producto de su mente. Como vimos en el capítulo 3 acerca de los dos árboles, este es el resultado de vivir en independencia de Dios. Una vez que “sabemos cómo” hacer las cosas, podemos entonces vivir y actuar sin ninguna dependencia del Espíritu en absoluto. Esto es lo que significa andar en el alma. Es confiar en nuestra mente en vez del Espíritu. Es caminar por el árbol del conocimiento en lugar del árbol de la Vida.

El “cristianismo” producido por este tipo de actividad no agrada al Padre. Es una cierta imitación seca y humana de un verdadero andar espiritual. Es un esfuerzo natural para agradar a Dios sin realmente someterse a Él. 1 Cor. 8:2 dice: “Si alguno piensa que sabe algo, aún no sabe nada como debe saberlo”. El “saber” real es saber ser conducido pelo Espirito de Dios.

Por favor no me malentienda. Muchos de estos individuos son bien intencionados. Tienen un deseo auténtico de agradar al Señor. Pero también lo tenía Pablo cuando estaba persiguiendo a los creyentes antes de convertirse. El problema no está en su deseo, sino en su entendimiento. Las buenas intenciones combinadas con oscuridad espiritual nunca llegarán a la meta de Dios. Los fariseos trataban de agradar a Dios. No solamente leían las Escrituras sino que las estudiaban diligentemente todo el tiempo. Pero cuando la Palabra Viviente apareció, estaban atados en su mente humana y no pudieron reconocerla. Se le opusieron hasta la muerte.

Jesús dijo de ellos: “Ustedes escudriñan las Escrituras, porque en ellas piensan que tienen Vida eterna….pero no están dispuestos a venir a Mí para que puedan tener Vida (ZOE) (Jn. 5:39,40). Aquellos cristianos que caminan según su mente con frecuencia fallan en reconocerlo cuando El aparece. No sabiendo cómo andar en el espíritu, se quedan solamente con un análisis mental que es inútil cuando uno tiene que discernir cosas espirituales. A veces, ellos también se juntan para perseguir a aquellos que son guiados por el Espíritu de Dios.

Verdaderamente “la mente carnal es enemistad contra Dios” (Rom. 8:7). Esto significa que aquellos cuyas mentes están bajo el control de su vida anímica están en oposición y aún en guerra contra todo lo que Dios está haciendo aquí en la tierra.

EL CANDELERO

Continuemos desde aquí a hablar acerca del plan de Dios para nuestra mente. Dios mismo creó nuestra mente, por tanto debe haber un propósito divino para ella. Claramente El no quiere que seamos ignorantes o tontos. Son inútiles para El los seguidores insensatos que simplemente hacen lo que otro les dice o que siguen cada impulso sin pensar.

Su plan no es que nosotros lleguemos a ser “insensatos” sino tener nuestra mente llena del Espíritu Santo y controlada por El. Efesios 4:23 nos enseña que necesitamos ser “renovados en el espíritu de nuestra mente”. Es que nuestra mente tiene su propio espíritu? No. Lo que esto significa es que el Espíritu Santo puede “salir” del Lugar Santísimo y llenar nuestra mente. Así que nos sometemos a Él, comienza a dominar y gobernar nuestros pensamientos. Nuestra mente entonces llega a ser sierva del espíritu. En lugar de estar al frente pensando por su cuenta y decidiendo, la mente llega a ser una herramienta a través de la cual el Espíritu, puede expresarse. Debemos aprender cómo dejar que el Espíritu, use nuestra mente, llenándola con Sus pensamientos, Sus opiniones y Su entendimiento. Esta es la experiencia del candelero.

Este candelero del cual hablamos era una pieza del mobiliario que Dios instruyó a Moisés poner en el Lugar Santo del Tabernáculo. El “Lugar Santo” es el área ubicada justamente afuera del Lugar Santísimo y nos habla de nuestra alma.

Este candelero estaba siempre encendido, ardiendo con aceite santo. Cuando Dios llena nuestra mente, El nos da iluminación. Nuestros ojos espirituales son abiertos y entendemos cosas que no son de este mundo. De esta manera tenemos “luz”. Este entendimiento no es producto del estudio, memorización o esfuerzo mental. Es el resultado del Espíritu Santo llenando nuestra mente. La revelación que tenemos no es algo que hemos “aprendido” mentalmente sino algo que se nos ha mostrado espiritualmente. En lugar de tener información acerca de Dios, recibimos la revelación de Dios. Esta es la experiencia verdadera del candelero.

Obviamente, El puede usar muchas diferentes formas para revelarnos cosas. Esto puede venir a través de libros especialmente la Biblia. Puede ser producto de la predicación o la enseñanza de alguna otra persona. Sin embargo, nunca será el resultado del ejercicio mental y la habilidad humana, sino de la apertura y sumisión de nuestra mente al Espíritu Santo, permitiendo que El se revele en nuestra mente.

La Biblia nos enseña que “tenemos la mente de Cristo” (1 Cor. 2:16). Para muchísimas personas, esto es solo una enseñanza y no tiene significado real en sus vidas diarias. Pero para aquellos que están llenos del Espíritu, tiene profundo significado. Esto quiere decir que en realidad podemos experimentar la mente de Dios llenando y usando nuestra mente.

En lugar de tratar de “pensar como El pensaría” podemos tener Sus pensamientos mismos y opiniones fluyendo dentro de nosotros. En cada situación de la vida podemos recibir instrucciones divinas. Esto no solo se aplica a las “cosas espirituales” sino aún a nuestro pensamiento común de cada día. Al caminar en el espíritu, no funcionamos por lo que hemos aprendido o por lo que pensamos sino por Su guía de cada momento. El “conocimiento” no es nuestra fuente. Mas bien, nuestras acciones y palabras son gobernadas por Dios mismo.

LAS EMOCIONES

Hay otros creyentes a quienes no les agrada el estudio. Tienen poco interés en algún tipo de cristianismo “mental” su mente no es y nunca ha sido muy predominante en sus vidas. Más bien son gobernados por sus sentimientos. Cuando estos individuos llegan a ser cristianos, tienen entonces una tendencia a ser guiados por emociones. Cuando “tienen ganas” de hacer algo, lo hacen. Cuando no “tienen ganas”, entonces no. Cuando algo les produce un buen sentir, entonces la cosa debe ser de Dios. Cuando algo no les da sensaciones agradables, entonces no debe ser de Él.

Tales creyentes no están siendo guiados por el Espíritu. Están andando en la carne. Ellos juzgan cada reunión, enseñanza o experiencia por el tipo de sentimientos que producen en sus emociones. Quizás estos creyentes aún piensan que no es espiritual usar su mente en absoluto. Ellos simplemente aceptan lo que les hace sentir bien sin examinar la fuente o el contenido.

El placer emocional o la alegría no es la verdadera prueba de lo que viene de Dios. Las emociones pueden provenir de una gran variedad de fuentes. Paisajes, sonidos, aromas, entretenimiento y muchas otras cosas pueden darnos buenos sentimientos. El sexo produce buenos sentimientos. Gritar, cantar en voz alta, bailar y saltar animadamente, sacudirse intensamente-todas estas cosas pueden producir euforia en el ser humano.

La gente asiste a eventos deportivos porque disfrutan el “clímax” emocional intenso que experimentan al estar en medio de una multitud estimulante y ruidosa. Muchos de los hijos de Dios pasan sus vidas espirituales buscando este tipo de entusiasmo. Van a conciertos cristianos con bastante música ruidosa. Acuden a reuniones donde la gente está cayendo al piso, sacudiéndose o gritando. Aunque pueda tener adornos “cristianos”, con frecuencia los resultados no son espirituales sino solo emocionales. He notado a lo largo de los años que muchos creyentes que son adictos a tales “sensaciones” fácilmente caen en el pecado sexual. Ellos, siendo guiados por sus emociones y no por el Espíritu fracasan en discernir la fuente de tales excitaciones. El suyo es un cristianismo sensual.

Desafortunadamente, hay muchas iglesias hoy día que proveen a tales creyentes. Se esfuerzan por tener una atmósfera que produzca buenas emociones en aquellos que asisten y los motive a volver. Construyen “templos” involucrados y hermosos para inspirar el alma. Tienen ruidosas bandas de música para estimular las emociones. La predicación es cuidadosamente adaptada para producir sólo emociones agradables y no algún tipo de convicción o incomodidad. Las bancas son cómodas y el aire es templado. Los equipos de danza y teatro están ahí para proveer entusiasmo adicional en caso que la música esté deficiente o el sermón aburrido.

Equivocadamente piensan que las buenas emociones son una evidencia de la obra del Espíritu Santo. Aunque tales actividades puedan atraer grandes cantidades de gente y parezcan exitosas nunca pueden lograr los objetivos de Dios. Ellas simplemente satisfacen las emociones apelando a la vida anímica. No hacen nada para ayudarnos a cambiar el gobierno de nuestras emociones, de nuestra vida a la Suya.

No me malentienda. Cuando el Espíritu de Dios dentro de nuestro espíritu “se extiende” a nuestra alma, en nuestras emociones podemos experimentar una gran variedad de sensaciones. En realidad, esto es precisamente lo que nuestro Señor quiere hacer. El quiere usar nuestras emociones para expresar Sus sentimientos en este mundo.

Siendo que El es un Ser infinito puede expresarse en nuestras emociones en una variedad ilimitada de formas. A través del Espíritu podemos sentir gozo. Podemos tener paz. Podemos amar. Este es un amor no solo por nuestros amigos sino por aquellos que no son fáciles de amar. Este amor puede aún desarrollarse en nosotros hacia nuestros enemigos. También, en Dios podemos sentir pesar. Podemos sentirnos afligidos. Podríamos sentir Su enojo, o Sus celos o Su osadía.

Pero para que esto ocurra debemos someter nuestras emociones a Su control. Cuando Dios gobierna nuestras emociones la verdadera personalidad de Jesús puede mostrarse en nosotros. La pregunta ante nosotros no es si tenemos o no tenemos sentimientos, sino quien está gobernando estos sentimientos. La pregunta no es si cierta manifestación es o no “correcta”, sino qué vida es la fuente de esa manifestación.

El Espíritu del Señor puede llevarnos a gritar, danzar y cantar. El nos puede estimular con muchas emociones intensamente agradables. En realidad nada en este mundo se puede comparar con las emociones que Dios puede dar. Sin embargo, debemos discernir el origen. Dios puede darnos buenos sentimientos pero no todos los buenos sentimientos son de Dios. Dios puede ser emocionante, pero no toda emoción es de Dios.

Con frecuencia, después que Dios ha dado a un individuo o a un grupo una poderosa experiencia emocional, ellos después gastan su energía tratando de recrear esa experiencia a través de medios anímicos, por ejemplo: música ruidosa, esfuerzo físico, gritos, etc.

¡Cómo necesitamos la palabra de Dios para dividir entre el alma y el espíritu dentro de nosotros! Necesitamos urgentemente revelación para conocer la fuente de la cual estamos viviendo. Si es el Espíritu de Dios, entonces los sentimientos son aceptables. Si la fuente es nuestra propia vida, entonces son totalmente rechazables.

Verdaderamente “la carne para nada aprovecha” (Jn. 6:63).

Cuando experimentamos placer emocional como resultado del Espíritu Santo viviendo en nosotros, esta es la experiencia de la mesa de los panes de la proposición. Esta mesa también es una de las piezas del mobiliario que está en el Lugar Santo, justamente afuera del Lugar Santísimo en el tabernáculo. En el último capítulo hemos visto que en nuestro espíritu somos capaces de comer del “maná escondido” (Ap. 2:17) el cual viene de la comunión con Dios. Pero cuando comemos en nuestro espíritu, nuestra alma puede también ser satisfecha. Ella también puede conocer el disfrute de la presencia de Dios. Todo ser humano necesita placer emocional en algún momento u otro. Una vida sin alegría puede llegar a ser insoportable. Y así nuestro Dios en Su gran sabiduría ha provisto también para nosotros un deleite emocional. Los trozos de pan fresco pueden ser de gran satisfacción cuando nuestro Dios escoge darnos esta experiencia.

LA VOLUNTAD

Como hemos visto, algunos creyentes tratan de vivir su vida cristiana por los esfuerzos de su mente. Otros descansan fuertemente en sus emociones. Pero todavía hay otro grupo. Estos son los que tienen una voluntad particularmente fuerte. Quizás estos son los casos más difíciles de tratar. Tales individuos pueden exigirse a sí mismos a hacer casi cualquier cosa. A través del poder de la fuerza de la voluntad, pueden alcanzar, al menos ante sus propios ojos, cualquier norma que se ponga delante de ellos.

Cuando llegan a convertirse, simplemente comienzan a usar su fuerte voluntad para “vivir la vida cristiana”. Todos los principios y advertencias del Nuevo Testamento se convierten para ellos en un nuevo desafío para que ellos lo alcancen con sus propios esfuerzos. Cada precepto, sea que se trate de diezmar, someterse, ayudar o cualquier otra cosa, es solo otra oportunidad para que ellos muestren que están dispuestos y son capaces de hacerlo.

Estos individuos creen que están muy comprometidos con Dios. Ellos en realidad están usando cada fibra de su ser para hacer Su voluntad. Con mucha frecuencia tales personas menosprecian a aquellos que son débiles. Aquellos que no pueden superar pecados persistentes y debilidades son menospreciados porque obviamente no tienen “un compromiso suficientemente fuerte”.

La razón por la que tales casos son difíciles de tratar es que las personas con una voluntad muy fuerte son capaces de hacer una buena demostración de cristianismo. Son capaces de “representar” de tal manera que es difícil encontrarles defectos y es difícil mostrarles donde están fallando. Mediante su fuerza de voluntad han hecho cesar todos los pecados obvios. Han hecho todo lo que se esperaba de ellos. Qué más podría querer Dios que esto? Comparados con muchos otros, ellos son realmente capaces de hacer la voluntad de Dios. La mejor esperanza para tales personas es que Dios les prepare un desafío que no puedan confrontar. En Su misericordia El puede llevarles a confrontar una situación que sea demasiado difícil o demasiado grande. El puede traerlos hasta el final de sus recursos.

Por supuesto, como hemos estado viendo, el esfuerzo de nuestra voluntad no es en absoluto lo que Dios realmente quiere. Todos los esfuerzos de la vida anímica, no importa cuán buenos puedan parecer los resultados, son rechazados por El. Nuestra propia justicia es como trapos de inmundicia para El (Isaías 54:6). Se dice que la palabra Hebrea aquí indica “trapos ensuciados por una mujer que está teniendo su período menstrual” obviamente nuestro Señor no está complacido con tales esfuerzo.

Su deseo es que le rindamos completamente el control de nuestra voluntad. Su objetivo es que El sea capaz de usar nuestra voluntad para hacer Su voluntad.

La única forma real de discernir cuándo alguien está viviendo por el espíritu o simplemente viviendo por el poder de su voluntad es percibir el “sabor” de lo que están haciendo.

El resultado de sus esfuerzos es el agradable aroma de Cristo? O es el hedor del auto-esfuerzo?. Son los demás atraídos por la dulzura de Su carácter o repelidos por el seco y duro sentido de obligación. Que Dios tenga misericordia de nosotros para saber si estamos meramente viviendo para El o en realidad viviendo por El.

EL ALTAR DEL INCIENSO

Esto nos conduce entonces a la experiencia del altar del incienso. Como hemos indicado, hay varios muebles en el lugar santo. Ya hemos hablado acerca del candelero y de la mesa del pan de la proposición. Sin embargo, también hay en este lugar un altar para el incienso. Es interesante que este mueble esté conectado muy de cerca con el Lugar Santísimo. Antes que el Sumo Sacerdote pudiera entrar en el Lugar Santísimo, tenía que tomar algo de este incienso y ponerlo en el incensario de oro. Luego, con este humo perfumado elevándose hacia Dios desde el incensario en su mano, podía pasar detrás del velo.

La voluntad humana es muy importante en nuestra relación con Dios. El no hará nada que esté contra nuestra voluntad. Es decir que El no hará nada dentro de nuestro ser a menos que estemos completamente y totalmente dispuestos y listos para que El lo haga. Por lo tanto, la voluntad es muy importante en nuestra relación con El.

Si vamos a entrar detrás del velo, nuestra voluntad deberá estar completamente rendida a El. Si vamos a entrar y vivir continuamente en el Espíritu, deberemos tener nuestra voluntad ofrecida a El sobre el altar. La suave fragancia de este incienso debe siempre elevarse delante de Su trono. Debe estar continuamente delante de Él la sumisión rendida de nuestra voluntad. Si no es así, vamos a encontrar que es difícil entrar a Su presencia e imposible permanecer en el espíritu.

El verdadero cristianismo no consiste en usar la fuerza de nuestra voluntad para tratar de agradar a Jesús, sino someter nuestra voluntad completamente a El de modo que pueda hacer todo lo que El quiera dentro de nosotros.

Ceder el control total-la ofrenda incondicional de nuestra voluntad-es necesario para todo aquel que viva una auténtica vida espiritual. La total rendición de nuestra voluntad a Dios debe considerarse como el punto de inicio de un caminar genuino con el Señor. La necesidad de una ofrenda tal debería presentarse de una manera clara e inconfundible a todos aquellos que estén interesados en Jesús. Sin ello, aunque algunos pueden “recibir” a Jesús, no pueden ir muy lejos en su vida espiritual.

He conocido un incontable número de “cristianos” que nunca han hecho este compromiso. Nunca han rendido completamente el control de su voluntad a Dios. El todavía no es Señor de su vida. No pueden progresar porque están en constante conflicto con el Espíritu acerca de quién está a cargo. Nunca crecen espiritualmente, nunca superan sus problemas y pecados, son una carga constante para los otros creyentes que los rodean, todo a causa de esta única deficiencia. Nunca han rendido completamente su voluntad a Cristo. A menos que usted haya llegado a este punto sin resistencia o reserva no llegará a ninguna parte en su andar espiritual. Para caminar con Jesús en forma consistente y diaria, la fuerza de nuestra voluntad debe ser quebrada. Debemos llegar a un punto cuando no mas descansemos en nuestra propia fuerza para hacer la voluntad de Dios. Debemos llegar al “final de nosotros mismos” de modo que nuestra fuerza esté solamente en Dios (2 Cor. 1:9). Para aquellos que tienen una voluntad muy fuerte, este proceso es con frecuencia prolongado y doloroso. Muchas veces nuestro Señor debe permitir a tales persona pasar a través de pruebas severas y aflicciones de modo que su hombre natural pueda ser quebrantado. La confianza que tienen en sí mismos de ser capaces de decidir y hacer, solo puede ser tocada en forma permanente por el fracaso y el sufrimiento. Jacob era un hombre confiado y astuto. Se aprovechó de su hermano y engañó a su padre. El se las arregló para obtener mucha riqueza de su suegro y finalmente luchó con Dios mismo. Al final, Dios tocó su muslo. Algo dentro de Él fue permanentemente quebrado de modo que ya no más fue completo. Después de esta experiencia su nombre fue cambiado, de Jacob, que significa uno que se aprovecha, a Israel, que significa Príncipe de Dios. Cuántos de los hijos de Dios hoy día necesitan este toque divino, el rompimiento de la fuerza anímica al hacer y ser para El, de modo que Dios pueda finalmente hacer y ser lo que El desea a través de ellos.

DIVIDIENDO EL ESPIRITU Y EL ALMA

En el último capítulo hablamos acerca de lo que significa estar en el espíritu. O sea, cuando estamos experimentando comunión con Dios, cuando estamos percibiendo Su dirección divina y cuando estamos conociendo Su ley escrita sobre nuestros corazones, entonces estamos en el espíritu. Aquí estamos entendiendo que no solo podemos conocer a Dios en nuestro espíritu sino que El puede también darnos muchas experiencias, a veces muy poderosas, en nuestra alma.

Sin embargo, dos puntos necesitan quedar muy claros. Número uno: Aún cuando podamos tener muchas experiencias gozosas del Espíritu en nuestra alma debemos tener cuidado de nunca buscar estas “experiencias”. Si buscamos revelación, hay muchas fuentes de “revelación”. Si buscamos emociones, hay muchas formas en que nuestras emociones pueden ser estimuladas, incluyendo la acción de espíritus malos.

Un cristiano sabio no permitirá que sus emociones lo guíen sino que permitirá que Dios guíe sus emociones lo guíen sino que permitirá que Dios guíe sus emociones. Nuestra necesidad es buscar continuamente la Persona de Jesucristo. Nuestra necesidad urgente es andar diariamente en el espíritu. Cuando sea Su tiempo, nos dará revelación. Cuando El lo considere apropiado, nos dará emociones placenteras. Así que nos sometemos completamente a Él en nuestra voluntad, todo lo que necesitamos fluirá de nuestro espíritu a nuestra alma.

Número dos: nunca debemos ser guiados solo por nuestras “revelaciones” o sentimientos, sino por la presencia de Dios en nuestro espíritu. Cualquier cosa que ocurra en nuestra alma- o sea nuestra mente, emociones y voluntad-debemos siempre tener cuidado de juzgarlo por nuestro espíritu. En cada asunto, debemos percibir la paz de Dios en lo más profundo de nuestro ser. Debemos caminar en constante comunión con Jesús, ser guiados por Su autoridad y saber si le estamos ofendiendo o no. Este es el secreto-caminar en comunión con Dios.

Demasiados creyentes confían en sueños, profecías, “palabras” o el consejo de otros como su guía. Otros dependen de sus sensaciones emocionales par conducirse. Estos son cristianos anímicos. Continuamente están mirando a las actividades del alma como su fuente de dirección. No están verdaderamente siendo guiados por el Espíritu sino por una gran variedad de fuentes que pueden y de hecho influyen en el alma.

Ciertamente nuestro Dios usa tales cosas como sueños, palabras proféticas, etc. Para hablarnos o guiarnos. Estas cosas son importantes para nosotros en la vida cristiana. El punto aquí es que no debemos depender de estas cosas, sino siempre pesarlas y juzgarlas a través de nuestra comunión con Dios en el espíritu. En último término debemos ser guiados por el espíritu, no por el alma.

SENSACIONES FÍSICAS

Cuántas veces a través de los años he oído a alguien exclamar: “sentiste eso?” refiriéndose a alguna sensación física que habían recibido durante una reunión cristiana. Esto podría haber sido la “piel de gallina”, sensación de hormigueo, un sentir de tibieza o de frío, una sensación de viento impetuoso o un sin número de otras cosas. Para ellos esta era una indicación que Dios estaba presente o que algo que fue dicho o hecho era de Él.

No hay duda que el espíritu de Dios puede y de hecho produce dentro de nosotros muchas sensaciones físicas. En Hechos por ejemplo, El vino como un “viento recio” (Hch. 2:2). El Espíritu no solo puede llenar nuestra alma sino también nuestro cuerpo físico. El problema es que demasiados creyentes comienzan a confiar en estas sensaciones. Dependen de ellas para su dirección y guía diarias.

Peor aún, comienzan a buscar tales cosas como si esto fuera lo mismo que buscar a Dios. No saben cómo andar en el espíritu y así solo están siendo guiados por la carne. Dios puede darnos sensaciones físicas, pero todas las sensaciones físicas no son Dios. Tal estímulo puede venir de muchas fuentes. Por tanto, sin vivir en constante comunión con Dios en nuestro espíritu, no tenemos una forma confiable para juzgar si nuestras sensaciones físicas son de El o no.

Cuando caminamos por el alma y somos guiados por sensaciones anímicas y físicas, manifestamos la naturaleza del alma y de la carne. Por esta razón en la iglesia hoy vemos tanto del hombre natural. Vemos orgullo, codicia, lascivia, luchas por el poder, murmuración, envidia, celos, deshonestidad, un hermano o hermana tomando ventaja de otro y muchas cosas como estas.

Todas estas son el resultado de depender del alma y de las facultades del alma en lugar del espíritu. Para aquellos que se apoyan en la vida anímica, el gobierno del Espíritu no es experimentado. La convicción de pecado, que encontramos en la presencia de Dios no ocurre. Pensamientos naturales y sentimientos están todos mezclados con espirituales de una manera que produce una gran confusión en los creyentes.

No sabiendo cómo vivir en el espíritu, no tienen base para discernir cual es cual. Ellos pueden experimentar un “toque” real de Dios de vez en cuando, pero entonces tratan de re-crearlo por medios anímicos. No saben cómo vivir en una comunión genuina y constante con El. Consecuentemente, las iglesias hoy día están llenas de creyentes carnales quienes están teniendo muy poca victoria sobre el pecado y el diablo.

Cómo necesitamos que la Palabra viviente de Dios penetre la oscuridad de nuestro interior. Cómo lo necesitamos para separar nuestra alma de nuestro espíritu. Cómo necesitamos Su luz para mostrarnos como vivir por Su presencia en nuestro espíritu y desde este lugar permitirle revelarse a Si mismo a través de nosotros al mundo.

Fin del Capítulo 11

Use los siguientes hipervínculos para leer otros capítulos

Capítulo 1: El Amor de Dios

Capítulo 2: La oferta de la vida

Capítulo 3: Los dos árboles

Capítulo 4: Las dos naturalezas

Capítulo 5: La sentencia de muerte

Capítulo 6: La salvación del alma

Capítulo 7: El Tribunal de Cristo

Capítulo 8: Montañas y valles

Capítulo 9: La Sangre del pacto

Capítulo 10: Dividiendo el Alma y el Espíritu (1)


Capítulo 12: Por gracia a través de la fe

Capítulo 13: La imagen del Invisible

Capítulo 14: La Esperanza de gloria