Ministerio Grano de Trigo

Leer en línea el libro
De Gloria en Gloria


Capítulo 7:
EL TRIBUNAL DE CRISTO

Hipervínculos para:

ÍNDICE

apítulo 6: La salvación del alma

Capítulo 8: Montañas y valles


Capítulo 7
EL TRIBUNAL DE CRISTO

En el Cristianismo hoy, generalmente hay dos escuelas de pensamiento concernientes al tema de la salvación. Un grupo de cristianos cree que usted puede perder su salvación. Aquellos que sostienen esta creencia piensan que usted puede “ser salvo” o nacer de nuevo y luego más adelante, a causa del pecado, perder su salvación.

Muchos de ellos también creen que usted puede “salvarse” otra vez siempre y cuando usted se arrepienta. Este proceso puede repetirse un sin número de veces. Este punto de vista fue propagado hace muchos años por un hombre llamado Jacobo Arminio, formando parte de lo que se conoce como “Arminianismo”. Esta doctrina es generalmente sostenida por las Iglesias Pentecostales o Carismáticas.

La segunda escuela de pensamiento sobre el tema de la salvación es que una vez que usted nace de nuevo, usted es “salvo”, y nada que usted o cualquier otro pueda hacer cambiará ese hecho. Si usted peca o usted se aparta de la fe, ninguna de estas cosas tiene ningún impacto en su seguridad eterna. Ellos piensan que usted no puede “perder” su salvación. Más aún, ellos enseñan que hay pocas, si algunas, consecuencias de sus acciones. Una vez que usted recibe a Jesús usted va camino al cielo y no hay más que decir ni hacer sobre el asunto. Este punto de vista fue explicado por Juan Calvino y así forma parte del “Calvinismo”. Esta es la posición de la mayoría de las iglesias Fundamentalistas.

Es interesante que ambos campos producen algunas muy significativas y convincentes porciones escriturales para sustentar su caso. Cada lado cita versículos que parecen probar lo que enseñan.

Sin embargo por lo aprendido en el capítulo anterior vemos que cada postura de este debate comete un error fundamental. Ellos debaten sus puntos de vista de la Escritura como si “salvación” fuera lo mismo que “nacer de nuevo”. No se han dado cuenta que la salvación bíblica no es solo el nuevo nacimiento sino un proceso de toda la vida de ser cambiado de gloria en gloria a la imagen de Cristo Jesús.

(Si usted tiene alguna confusión sobre esto, por favor revise el capítulo 6 en lo referente a “La Salvación del Alma”, para una explicación más completa de esta verdad).

Cuando usted lee la Biblia con esto en mente, muchas escrituras tienen más sentido. Mucha confusión se resuelve simplemente entendiendo que “la salvación” es más que un evento único, sino también un proceso mediante el cual somos transformados.

Como estamos viendo, a ambas posturas declaradas arriba les ha faltado algo muy importante. Pero también necesitamos ver que ambas también contienen bastante de verdad cuando se ven bajo la luz apropiada. Todas las escrituras usadas por ambos lados de este debate son verdaderas. Dios no se equivocó al escribir Su santo libro. Para una mejor comprensión de esto, por favor ponga cuidadosa atención a las siguientes declaraciones.

La salvación que usted ha recibido de Dios es por cierto eterna y usted no puede perderla. Pero la salvación que usted aún no ha experimentado la perderá, si usted no se esfuerza por entrar en ella. Usted ve, ambas cosas pueden ser y son verdad. Usted no puede perder y sin embargo usted puede perder su salvación.

El problema es que la gente ha definido “la salvación” simplemente como “nacer de nuevo”, pero en la Biblia y en la mente de Dios hay mucho más que eso. La salvación bíblica es la obra completa de Dios en y para el hombre, comenzando con su limpieza y la experiencia del nuevo nacimiento, continuando con la transformación del alma y terminando con la glorificación del cuerpo.

Lo que usted ha ganado de Vida (ZOE) eterna es ciertamente eterno. Por definición lo que Dios es, es absolutamente indestructible. Si usted ha permitido al Eterno entrar en su espíritu y ha sido “unido” (1 Cor. 6:17) a Él, no hay forma de perder o destruir este hecho.

La vida solo puede perderse de una manera. No se evapora ni se escapa de nosotros. En el universo entero Dios nos ha mostrado solo una forma de deshacerse de cualquier tipo de vida, esta es, matarla. Pero ven ustedes. La Vida de Dios es imposible matar. Los judíos y los soldados romanos trataron, pero fue imposible que la muerte lo pudiera retener (Hch. 2:24).

Dios no va a simplemente desaparecer de usted. Lo que ha sido saturado y penetrado de Su Vida y naturaleza divina ha llegado a ser eterno y absolutamente indestructible. La palabra “eterno” significa exactamente eso, eterno.

Pero por otro lado si no hemos permitido a Dios llenarnos y cambiarnos, queda en nuestro ser mucho que no es indestructible. Si nos negamos a permitir que el Espíritu Santo tenga acceso a toda nuestra alma, si resistimos la disciplina y la obra de Dios dentro de nosotros esta parte vieja y natural se perderá. Cuando Jesús venga y nuestro tiempo de transformación haya concluido, entonces lo que hayamos ganado será nuestro pero lo que no hayamos ganado se perderá, ya que no habrá una segunda oportunidad de ganarlo.

Entonces, lo que hemos ganado será el nuestro, pero lo que no han ganado se perderán, ya que no habrá una segunda oportunidad para recibirla. Cualquier "parte" de nuestra antigua vida de alma no transformada se pierde en la presencia de Dios! En ese momento, la posibilidad de ganar más salvación habrá terminado.

Esta comprensión corresponde exactamente a la enseñanza de Jesús cuando estaba en la tierra. El dijo claramente: “El que desee salvar su vida la perderá” (Mt. 16:25), también Mt. 10:39, Lc. 9:24, 17:33, Jn. 12:25). Esta palabra “vida” aquí es “SIQUE” o “vida anímica”.

Es significativo que este versículo está registrado en la Biblia cinco veces. Nada podría ser más claro. Si usted se ama a sí mismo y resiste la obra transformadora y purificadora del Espíritu Santo dentro de usted, entonces esta vida natural SIQUE se perderá!

Esto no se refiere a su vida física. No significa muerte física. No está hablando de ser un mártir. Significa su alma. De hecho, algunas traducciones dicen solamente esto: “Aquel que salva su alma la perderá”. Los elementos naturales, pecaminosos que quedan en su ser serán consumidos por la presencia de un Dios intensamente santo en Su venida. Se perderán. Es una de las promesas de Dios! Considérela verdad.

LA TIERRA DE LA PROMESA

Para ilustrar aún más este punto. Volvamos otra vez a los hijos de Israel y a la Tierra Prometida, Canaán. Dios les dio esta tierra. La dio libremente y sin costo. El definió los límites de antemano, mostrándoles la longitud, la anchura y la extensión de la tierra que podrían heredar (Nm. 34:3-12).

Sin embargo, había una condición. Esta gente tenía que entrar en esta tierra día a día, paso a paso de acuerdo con la guía del Espíritu Santo, y tomar posesión de ella. Ellos no podían simplemente reunirse en el lado más distante del río Jordán y proclamar que eran propietarios de ella. Ellos no podían simplemente quedarse en el lado oriental adorando y agradeciendo a Dios por este gran regalo que El les había dado. Para realmente obtenerla, ellos mediante la fe y la obediencia tenían que entrar y poseerla.

Lo mismo es verdad para nosotros hoy en relación a nuestras almas. Jesús explica, “por vuestra perseverancia ganaréis vuestras almas” (Lc. 21:19). Es esencial que todo hijo de Dios conozca y entienda esta verdad. Para "ganar" - lo que significa experimentar la salvación progresiva de nuestras almas - tenemos que perseverar en la búsqueda de Dios con todo el corazón.

Realmente Jesucristo ha comprado para cada creyente una salvación completa. Su muerte en la cruz fue suficiente para cambiarnos de un grado de gloria a otro a Su imagen exacta. El ha vencido el pecado, la muerte y el poder del diablo. Toda Su obra ha sido terminada. En la cruz El declaró: “Está terminado” (Jn. 19:30).

Sin embargo queda una parte que nos toca hacer. Mediante la fe y la obediencia debemos entrar y poseer aquello que El ha dado gratuitamente. No nos hará ningún bien simplemente alabar y agradecer a Dios por Su regalo, mientras que no hacemos ningún progreso espiritual.

Estas no son promesas para “algún día” futuro. Hoy es el día de salvación (2 Cor. 6:2). Hoy es el día para llegar a ser “partícipes de la naturaleza divina” obteniendo estas “grandísimas y preciosas promesas” (2 P. 1:4). Tenemos delante de nosotros una buena tierra, entremos y tomemos posesión de ella!

Queridos hermanos, una gran puerta está abierta para nosotros. Tenemos ante nosotros un enorme tesoro. Tenemos la posibilidad de participar en todo lo que Dios es! Él nos está ofreciendo su propia vida y la naturaleza divina. ¿Qué regalo valioso, importante y esencial! Tenemos ante nosotros una buena tierra, vamos a entrar y tomar posesión de ella!

Si por otro lado no estamos dispuestos a hacer frente al enemigo, luchar las batallas, confrontar los gigantes en nuestras vidas y manifestar Su victoria, no ganaremos lo que nos pertenece por derecho.

Lo que sucedió con los hijos de Israel sirvió el ejemplo para nosotros. Aún cuando Dios había ya dado a Israel su territorio, ellos nunca llegaron a entrar y poseerlo completamente. Fracasaron en obedecer a Dios y mediante el temor y la desobediencia fracasaron en entrar completamente en la promesa. Aquello que capturaban, lo tenían, pero aquello que no conquistaban estaba perdido para ellos.

Del mismo modo, en la actualidad, se no alcanzamos a través de nuestra fe y la obediencia, la salvación total que Jesús compró para nosotros, vamos a perderla. Si no proceder a completar la salvación hoy, la oportunidad pasará y vamos a perder la gran oportunidad de ganar espiritualmente.

No hay segunda oportunidad. No hay transformación mágica del alma más tarde cuando El venga. Si no nos sometemos a Cristo hoy en día, llenando nuestras almas con él, hasta que se desbordan con Su naturaleza, será demasiado tarde cuando regrese.

Lo que hemos ganado es nuestro, pero lo que no hemos ganado se perderá para nosotros a menos que nos arrepintamos y nos esforcemos en ello hoy día. “Por tanto, ya que queda una promesa de entrar en Su reposo, temamos no sea que alguno de ustedes parezca no haberlo alcanzado” (Heb. 4:1). Temamos por lo que vamos a tener cuidado para obtener todo lo que Jesús ha comprado para nosotros!

TRANSFORMACIÓN INSTANTÁNEA?

Por lo que puedo darme cuenta, casi todos los cristianos creen en algún grado de transformación. Es decir, creen que pueden ser cambiados hasta cierto punto u otro por la obra del Espíritu Santo. Muchos admiten la necesidad de ser librados de algún pecado externo, más “grosero” Algunos aún hablan de una santidad adicional.

Sin embargo, muchos creyentes en la iglesia de hoy también parecen pensar que este proceso es opcional o no realmente tan importante. Muchos creen que no importa cuál sea el estado de nuestro ser interior o alma cuando el Señor regrese, todos los problemas serán resueltos y todas las tendencias y hábitos pecaminosos cambiados “en un instante en un abrir y cerrar de ojos” (1 Cor. 15:52).

Aunque pocos lo admitan, esto tiende a conducir a una actitud algo parecida a esta: “Bueno, realmente no importa si no soy completamente santo. No importa realmente si todavía soy “un poco” envidioso, sensual, deshonesto, colérico, codicioso, murmurador, celoso o cualquiera de estas otras cosas. Cuando Jesús venga, todo esto será cambiado instantáneamente, de modo que, por qué tomarme la molestia de preocuparme por mi condición ahora? Después de todo, todos los demás parecen estar llenos de pecado también. Dios me perdona. Por qué debiera tratar de ser santo ahora, cuando lo obtendré todo sin esfuerzo más tarde”. Aunque algunos enseñan que todavía hay un asunto de “recompensas”, este factor no parece motivar a muchos en nuestra sociedad actual.

Pero ciertamente algunos preguntarán “Qué hay de ser transformados en un abrir y cerrar de ojos?” Este es un versículo maravilloso, pero NO se refiere a nuestra alma. Si usted lee el contexto, se dará cuenta que está hablando de nuestros cuerpos. Ciertamente nuestros cuerpos serán cambiados instantáneamente para ser como Jesús. Ellos serán glorificados inmediatamente cuando Jesús venga. Pero en lo concerniente al alma, las Escrituras también son claras, “ahora es el día de la salvación” (2 Cor. 6:2)

No ocurrirá de cualquier transformación de nuestra alma después de la muerte. Cuando morimos, el tiempo se ha acabado. Nuestra oportunidad de ganar extremos. Lo que ganamos será nuestro, pero lo que fracasamos en obtener será perdido para nosotros. Todo lo que resta es el juicio sobre lo que hicimos con nuestro tiempo, energía y dinero cuando estuvimos aquí en la tierra.

Esto debiera tener perfecto sentido para una persona que piensa correctamente. Por qué Pablo, por ejemplo, “moriría” diariamente”, se negaría a sí mismo, se esforzaría en seguir adelante”, “castigaría su cuerpo” y todas estas otras cosas, si todo lo que realmente necesitaba hacer era esperar el día mágico cuando él sería instantáneamente cambiado para ser como Jesús? Si todo es tan fácil y "barato", ¿por qué no deberíamos preocuparnos por esto hoy?

Yo aún he escuchado a cristianos enseñar que ellos tienen una “revelación más profunda” que Pablo y que él no necesitaba sufrir en absoluto. Este tipo de disparate terminará rápidamente cuando Jesús aparezca en poder y gloria. Aquellos que están diciendo tales necedades comenzarán a orar a las rocas y a las montañas que caigan sobre ellos y los oculte de la intensa y ardiente presencia del Dios Altísimo (Ap. 6:16) “Conociendo por tanto el terror del Señor, persuadimos a los hombres”; (2 Cor. 5:11).

Con esto en mente, investiguemos ahora más lo que la palabra de Dios dice a cerca de este tema. Sabemos sin duda alguna que cuando Jesús regrese todos nos presentaremos delante de Su tribunal (2 Cor. 5:10) y allí daremos cuenta en lo concerniente a lo que hemos hecho. En aquel “Día” nuestras obras serán “reveladas” por el fuego. Si nuestras obras pasan la prueba, “recibiremos recompensa” pero si nuestras obras son defectuosas, serán quemadas (1 Cor. 3:12-15)

AUNQUE ASI COMO POR FUEGO

Pero observemos más detenidamente el versículo 15. Leemos que la persona cuyas obras se perdieron fue por cierto salva, “aunque así como por fuego”. De modo que vemos que no solo nuestras obras pasan a través del fuego, sino también nosotros seremos probados por la llama! Nosotros también atravesaremos el fuego.

Qué fuego es este? Es nada menos que la presencia de Dios! “Porque nuestro Dios es fuego consumidor” (Heb. 12:29). La intensidad ardiente de lo que es El analizará y revelará el contenido de lo que somos. Esta es la verdadera prueba. Si lo que somos por dentro es puro-o sea, lleno de la Vida, naturaleza y esencia de Dios- pasará. Nadie podrá destruir esto. Ya se ha convertido en algo eterno.

Si por el contrario estamos llenos de la vieja vida y naturaleza, ella será consumida por Su presencia flamígera. Recuerde que El no es simplemente un fuego, sino un fuego consumidor. Sin duda lo que será consumido delante de Su trono es cualquier cosa que no es santa, justa y pura- cualquier cosa que no corresponda a lo que El mismo es. De hecho, si usted se pone a pensar en esto, así debe ser. Obviamente nada que no sea santo podría resistir la presencia de Dios.

Dios debe eliminar todo pecado de Su pueblo. Cuando Dios creó el mundo de Adán y Eva, era sin pecado. Sin embargo, tan solo un pecado, solo uno, destruyó para siempre la creación entera que El había hecho. De la misma manera si a la vida y naturaleza pecaminosas se les permitiese entrar en la nueva creación de Dios, tarde o temprano producirá pecado (ver capítulo 4) y este único pecado contaminaría para siempre esta nueva creación. Por tanto, cuando El venga, si todavía estamos llenos de nuestra propia vida pecaminosa, algo se debe hacer. Algo tendrá que ser "consumido" y eliminado.

Las Escrituras preguntan “Quien de nosotros morará con el fuego consumidor? Quién de nosotros habitará con las llamas eternas (Is. 33:14,15)? La respuesta es dada: “El que camina en justicia y habla lo recto, el que aborrece la ganancia de opresiones, quien hace señas con las manos rechazando sobornos, quien se tapa los oídos para no oír propuestas para derramar sangre, quien cierra los ojos para no ver el mal”. Esto indica gente justa, aquellos que están llenos de Dios y permitiéndole El vivir Su Vida a través de ellos.

En el libro del Apocalipsis se nos presenta un espectáculo admirable. Vemos un grupo de hombres y mujeres en pie sobre un mar de vidrio mezclado con fuego (Apoc. 15:2). Ellos están en pie en medio de un infierno de fuego. Pero qué lugar es este? De hecho, es el pavimento transparente directamente frente al trono de Dios (Ver Ex. 24:10; Ez. 28:14). Están en la misma presencia de Dios. Y en esta admirable Presencia es como si todo estuviera ardiendo en fuego.

Sin embargo esta gente especial está cómoda allí. No son afectados por las llamas. De hecho, están adorando, cantando la canción de Moisés en la presencia del Dios Todopoderoso. Son inmunes al Fuego Consumidor, ya están llenos de la misma vida y la naturaleza de la que es. Son cristianos que fueron transformados en todo lo que Él es. Entonces la llama no tienen ningún efecto sobre ellos.

Recuerde también los tres jóvenes amigos de Daniel el profeta que fueron arrojados en el horno de fuego. Estos eran gente santa. Habían entregado sus vidas completamente a Dios, no fueron afectados por la llama. Estas cosas todavía nos hablan hoy día.

EL BAUTISMO DE FUEGO

Juan El Bautista declaró: “Yo por cierto os bautizo con agua; pero viene uno más poderoso que yo de quien no soy digno de desatar la correa de su calzado, El os bautizará con Espíritu Santo y fuego. Su aventador está en Su mano, y limpiará Su era, y recogerá el trigo en Su granero”(Lc. 3:16,17). Aquí encontraremos una declaración extraña. Juan dice que el Hijo de Dios, Jesucristo el Salvador del mundo, viene y cuando El venga va a bautizar a hombres y mujeres con fuego.

Qué significa este fuego? Por qué es que Dios querría derramar fuego del cielo sobre aquellos que creyeron en El? Dios desea purificar a Sus hijos. No solo quiere reunir de entre los hombres aquellos que crean, sino que también El desea limpiarles y purificarles de modo que cuando se presenten delante de Él, sean santos.

Creo que este fuego bautismal es el mismo que el fuego purificador mencionado en otras partes en las Escrituras (Ver Mal. 3:23, Zac. 13:9) el cual es un brasero de carbones encendidos intensamente calientes. Es esta clase de fuego que un joyero que trabaja en oro o plata usaría para purificar todas las impurezas de los metales con los cuales está trabajando. De esta misma manera Dios nos está bautizando con Su fuego para limpiarnos, para purificarnos y para prepararnos para Su manifestación.

Jesús dijo: “He venido para traer fuego a la tierra, y cuanto deseo que ya estuviera encendido. (Lc. 12:49)! No hay duda que Dios quiere purificar a Sus hijos. No solamente quiere salvarlos de lo que han hecho sino también de lo que ellos son. El quiere purificarlos por dentro de modo que ellos sean de la misma naturaleza y sustancia que El.

Efesios dice: “a fin de que El pueda presentársela a Sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha, ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha”. Tal cosa requiere el bautismo de fuego. No solo debemos ser bautizados con el Espíritu Santo para llenarnos con la Vida y el poder de Dios, sino también debemos ser bautizados con fuego- ese ardor interno purificador, refinador que nos derrite, nos cambia, quema la escoria y nos hace ser como El.

Ustedes ven, todo creyente va a experimentar el fuego de Dios, hoy y en el futuro. Si pasamos tiempo en Su presencia, esto ocurrirá ahora porque verdaderamente El es “un fuego consumidor”. Sin embargo, si evitamos el contacto íntimo con El, entonces esta experiencia esencial será reservada para el futuro cuando no hay posibilidad de ganancia.

El fuego de Dios es algo a través de lo cual debemos pasar hoy si estamos dispuestos y listos. Esto nos preparará para el fuego de Su presencia en el futuro. Si le permitimos hacer Su trabajo purificador dentro de nosotros ahora, entonces en Su manifestación no tendremos nada que temer. Si le permitimos escudriñar y purificar (es decir, "salvar") nuestra alma completamente, entonces habremos llegado a ser transformados como la madera petrificada en el capítulo 6 y por lo tanto inmunes a cualquier quemazón adicional.

La cuestión aquí no es una de “cielo o infierno”. Lo que estamos viendo aquí es que hay una “perdida” considerable para cristianos no preparados. Es la pérdida del alma o vida SIQUE. Esta es la destrucción irrevocable de toda la vida natural con la naturaleza pecaminosa.

Por supuesto, la mayoría de los creyentes habrán alcanzado al menos algún grado de crecimiento espiritual. O sea alguna cantidad de transformación sobrenatural habrá ocurrido, alguna cantidad de sustancia eterna habrá sido depositada. Es decir, una cierta cantidad de transformación sobrenatural se producirá y se habrá depositado cierta cantidad de sustancia eterna. Esto tampoco será y por cierto no puede ser quemado. Cualquiera y cada una de las partes del alma que ha sido transformada permanecerá. Lo que sea que haya sido saturado y penetrado por la Vida de Dios es por definición eterno. Lo que hemos ganado ciertamente es ganado para siempre, pero la vida y naturaleza viejas se perderán.

Entonces una pregunta razonable podría ser: “Cuál es el resultado final de tal juicio. En último término cómo afecta esto al creyente? Es claro que en cada creyente que se presenta delante del tribunal de Cristo, al menos algo será salvado (1 Cor. 3:15) sin considerar la pérdida. Lo mínimo, será el espíritu humano que ha renacido y ha sido unido al Espíritu de Dios. Hablando de ello Pablo menciones alguno que iba a ser entregado “a Satanás” para la destrucción de la carne, para que su espíritu pueda ser salvo en el día del Señor Jesús (1 Cor. 5:5). Si la destruye el alma, se salvará al menos el espíritu.

MADUREZ ESPIRITUAL

Pero cómo nos afectará esto? Cómo podemos entender estas cosas? En varios lugares de la Escritura, leemos a cerca de niveles o etapas de crecimiento espiritual. (Ver: Ef. 4:15, 1 P. 2:2; 2 P. 3:18 y 1 Jn. 2:12-14) Leemos de “niños” en Cristo”, “jóvenes” espirituales y aún “padres” indicando de esta manera “niveles” de madurez. Yo creo que estas cosas no solo son figuras del lenguaje, sino que se refieren a realidades espirituales. Por lo tanto, es lógico suponer que el grado de madurez espiritual que alcancemos en esta vida mediante una fiel obediencia al Espíritu Santo será nuestro estado eterno cuando venga Jesús.

En otras palabras, si permanecemos como niños en Cristo, seremos para siempre niños. Si nos esforzamos un poco para ganar algo de madurez, esto también será nuestro estado eterno. Todo lo demás se perderá y quemará con Su presencia. Si por otro lado, nos esforzamos para conocer al Señor y alcanzar algún grado de adultez espiritualmente, estaremos agradecidos para siempre y sufriremos poca si alguna pérdida en Su venida.

Queridos hermanos y hermanas, esta es nuestra recompensa. No recibiremos plata ni oro u otras recompensas materiales en la eternidad. Dios mismo es nuestra recompensa, El le dijo a Abraham, “yo soy tu escudo, tu recompensa sobremanera grande” (Gn. 15:1). Entiende usted esto? En Su presencia, ninguna otra cosa tiene valor alguno. El es Aquel a quien gozaremos en forma suprema.

El salmista claramente dice: “En Tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a Tu diestra para siempre” (Sal. 16:11). Créalo, es verdad. El es y será nuestra recompensa. Pero piense usted también en esto. La habilidad de cada uno para disfrutar de esta gloriosa experiencia y por lo tanto de su recompensa, será gobernada por su madurez. Nuestra madurez espiritual nos permite experimentar más profundamente todo lo que Dios es.

Así es exactamente como es en esta vida presente. Recuerdo haber ido a un evento deportivo con mis hijos y otra familia grande. Todos nos divertíamos pero no todos tenían la misma experiencia. Los niños pequeños disfrutaban gateando por debajo de los asientos encontrando cosas interesantes. Los niños algo más grandes se divertían jugando unos con otros. Los chicos mayores y los adultos en realidad gozaban observando el deporte.

Se dan cuenta que en la eternidad todos gozarán de Dios, pero la recompensa de cada uno se basará en su madurez espiritual. Y esta madurez espiritual está conectada íntimamente con las “obras” que hicieron mientras estuvieron en la tierra.

Sabía usted que todos los creyentes estarán con el Señor para siempre, pero que no todos serán lo mismo? La madurez espiritual de la cual hablamos se manifestará en espléndida y radiante gloria. Daniel 12:3 dice: “Aquellos que son sabios brillarán como el resplandor del firmamento, y aquellos que hacen volver a muchos a la justicia, como estrellas por siempre y para siempre”. Más aún, cada uno tendrá una cierta cantidad de esta gloria. Cada uno brillará con su propio grado de resplandor, dependiendo de su grado de fidelidad y transformación.

Recordando que los textos originales no estaban separados en versículos con números, leamos 1 Cor. 15:41,42… “porque [como] una estrella difiere de otra estrella en [el grado de] gloria, así también es la resurrección de los muertos”. Lo que se gana de Cristo hoy día será revelado cuando El venga. Por la eternidad, cada uno exhibirá un grado diferente de gloria.

Puede ser que estos pensamientos sean nuevos para usted y que los encuentre un tanto desconcertantes. Por lo tanto yo le quisiera instar a no simplemente reaccionar a esto emocionalmente. Escudriñe las escrituras por usted mismo. Ore acera de estas cosas. Revise estos pensamientos después que haya pasado algún tiempo. Creo que Dios le dará gracia para ver que hay más en la “salvación” de lo que hemos pensado en el pasado.

Hay más en la revelación Divina en palabra de Dios que lo que se ha predicado. Verdaderamente, necesitamos esforzarnos en conocer al Señor y poner nuestra atención en las cosas espirituales, no sea que en cualquier momento nos deslicemos alejándonos de ellas. (Heb. 2:1).

QUÉ ACERCA DE LA PERFECCIÓN

Sin duda algunos preguntarán, “Qué acerca de la perfección. Es posible, entonces, que un cristiano llegue a ser perfecto? Podría ser que cuando venga Jesús, algunos no sufrirán pérdida en absoluto?” Para responder estas preguntas debemos observar cuidadosamente lo que las Escrituras tienen que decir. No podemos mirar nuestro entorno y juzgar este asunto basándonos en la condición de otros. Tampoco podemos mirarnos a nosotros mismos para decidir lo que es correcto.

Nuestra respuesta debe venir de la Palabra de Dios, la cual sabemos que es verdad. Leamos 1 Tesalonisences 5:23,24. “Ahora, que el mismo Dios de paz os santifique completamente; y que todo vuestro espíritu, alma y cuerpo sean preservados irreprensibles en la venida de nuestro Señor Jesucristo. Aquel que os llama es fiel, quien también lo hará.” Aquí Pablo está expresando un tipo de intercesión, una oración por estos cristianos a quienes ama. Y orando de esta manera, muestra que él tiene fe que así que ellos sean fieles a Dios, Dios también será fiel en llevar a cabo esta gloriosa obra dentro de ellos.

Pensemos a cerca de esto de esta manera. Si la muerte, resurrección y ascensión de Jesús no fueron lo suficientemente poderosos para transformarnos completamente, entonces necesitamos pedirle que regrese y complete el trabajo. Si todo lo que El logró en la cruz fue solo suficientemente bueno para cambiarnos parcialmente, entonces debemos comenzar inmediatamente un movimiento de oración a nivel mundial y pedirle que por favor regrese y haga lo que sea necesario para terminar la obra.

Negar el poder de Dios para cambiar a cualquiera y a cada ser humano completamente es negar que Su obra fue suficiente. Pero este no es el caso. Ciertamente, “Está concluido” (Jn. 19:30)! Por su parte Jesús ha hecho todo lo necesario para nuestra transformación y santificación. Por nuestra parte, nosotros solo necesitamos seguir buscando Su rostro hasta el día que viene. Podemos estar confiados que “El es capaz de salvar completamente a aquellos que se acercan a Dios a través de El” (Heb. 7:25).

Esta era, de hecho, la meta del apóstol Pablo. El dice: “No que ya lo haya alcanzado, o que ya sea perfecto; sino que prosigo, para que yo pueda asir aquello para lo que Cristo Jesús también me ha asido” (Fil. 3:12). Ustedes ven, Pablo había visto algo. El había visto al glorioso, Señor resucitado y estaba enfocado con cada fibra de su ser en “asir” la perfección que había visto. No solo estaba él buscando esto sino que estaba también preocupado en ayudar e instar a otros a llegar al mismo condición también.

En Colosenses 1:28,29 leemos: “A quien predicamos advirtiendo a cada hombre y enseñando a cada hombre en toda sabiduría, para que podamos presentar a cada hombre perfecto en Cristo Jesús . Con este fin también trabajo, haciendo todo lo posible en conformidad con Su obrar que actúa poderosamente en mí”.

Jesús mismo nos exhortó: “Sed pues vosotros perfectos, así como vuestro Padre que está en el cielo es perfecto” (Mt. 5:48). Esta es la medida, la perfección de Dios mismo. Mientras que hemos visto que los esfuerzos de la carne nunca llegarán y de hecho nunca pueden llegar a cumplir esta meta sublime, también hemos estado viendo que es ciertamente posible. Se logra simplemente recibiendo y viviendo mediante otra Vida.

Debemos ser cuidadosos en tomar nuestro ejemplo de aquellos que nos rodean sino de Dios mismo. Pablo claramente reprende este tipo de error diciendo: “Pero ellos, midiéndose a sí mismos con ellos mismos, y comparándose entre ellos mismos, no son juiciosos” (2 Cor. 10:12). Si nuestro objetivo es nada, seguramente que eso conseguiremos: nada.

Desafortunadamente es verdad que vemos muy pocos cristianos que están viviendo una vida libre de pecado y exhibiendo la Vida sobrenatural. Tristemente, la mayoría de los creyentes no están entrando y poseyendo todo lo que Dios tiene para ellos. Quizás una razón para esto es que no saben que hay esta posibilidad de ser hechos perfectos. Más allá del nuevo nacimiento, no tienen noción que haya algo más para ser ganado o perdido. Verdaderamente Dios ha dicho: “Mi pueblo es destruido por falta de conocimiento” (Oseas 4:6). Ciertamente hay una gran oscuridad cubriendo la iglesia de nuestros días. Mientras que muchos piensan que son quizás la generación espiritualmente más iluminada, aún la verdad más esencial a cerca de la salvación del alma es casi completamente inexistente y / o malentendida.

Seamos muy claros aquí que no estoy enseñando “perfección impecable”- el pensamiento que podamos llegar a un punto en esta vida en que no pudiésemos nunca pecar. Un factor que hace esto imposible es que todavía tenemos un cuerpo caído. Este cuerpo es un “cuerpo de pecado” (Rom. 6:6). El tienen apetitos naturales, carnales. El deseo de comida, comodidad, sexo y muchas otras cosas estarán siempre con nosotros en tanto estemos en este cuerpo. Esto sólo será cambiando cuando Jesús venga.

Esta es la razón por la que Pablo enseña que debemos ejercer dominio espiritual sobre nuestro cuerpo. El dice: “yo disciplino mi cuerpo y lo pongo en sujeción” (1 Cor. 9:27). También leemos que él anhelaba ser libre de este cuerpo pecaminoso y recibir otro cuerpo puro, celestial (2 Cor. 5:2,4). Esto es porque cuanto más llegaba a purificarse interiormente y ser lleno de la Vida de Dios, tanto más se daba cuenta que este cuerpo terrenal no era un receptáculo digno para esta preciosa sustancia. El cuerpo pecaminoso llegaba a ser una carga cada vez más agobiante.

Queridos hermanos y hermanas, la salvación del alma es por cierto un tema grave. Las consecuencias de lo que hemos estado discutiendo aquí son eternas. No hay tiempo que perder. No habrá una segunda oportunidad. Por lo tanto, necesitamos estar animándonos unos a otros más y más así que vemos aquel día aproximarse (Heb. 10:25). Por Su gracia y misericordia, quiera Dios que no estemos entre “aquellos que retroceden para destrucción, sino de aquellos que creen para la [completa] salvación del alma” (Heb. 10:39).

Fin del Capítulo 7

Use los siguientes hipervínculos para leer otros capítulos

Capítulo 1: El Amor de Dios

Capítulo 2: La oferta de la vida

Capítulo 3: Los dos árboles

Capítulo 4: Las dos naturalezas

Capítulo 5: La sentencia de muerte

Capítulo 6: La salvación del alma


Capítulo 8: Montañas y valles

Capítulo 9: La Sangre del pacto

Capítulo 10: Dividiendo el Alma y el Espíritu (1)

Capítulo 11: Dividiendo el Alma y el Espíritu (2)

Capítulo 12: Por gracia a través de la fe

Capítulo 13: La imagen del Invisible

Capítulo 14: La Esperanza de gloria