Ministerio Grano de Trigo

Leer en línea el libro
De Gloria en Gloria


Capítulo 2:
La oferta de la vida


Hipervínculos para:

ÍNDICE

Capítulo 1: El Amor de Dios

Capítulo 3: Los dos árboles


Capítulo 2
LA OFERTA DE LA VIDA

En los albores del mundo actual, nuestro Dios formó un ser similar a Sí mismo para Sus propios y santos propósitos. El más importante, tal como lo consideramos en el capítulo uno, es que Él está buscando una esposa. Dios está en el proceso de crear para Sí mismo una compañera íntima y eterna. El hombre, objeto de la atención y el afecto de Dios, es aquel que fue formado para cumplir este maravilloso plan.

Debemos recordar aquí que en el universo de Dios, sólo criaturas que son similares pueden casarse entre sí. Tal intimidad sólo está permitida entre seres de la misma especie. Por lo tanto, para que los deseos de Dios se realicen, el hombre debe ser apto para participar en esta unión. Vemos cuidadosamente a nuestro primer antepasado con estos pensamientos en mente y algunas deficiencias serias que se hacen aparentes. Adán, aún antes de la caída, no estaba preparado para cumplir con las intenciones de Dios. Aunque se asemejaba a Dios de muchas maneras, también estaba claro que no tenía exactamente el mismo tipo de naturaleza que Dios. Así que meditamos sobre este asunto: Un problema que se hace evidente: es que Dios y el hombre no tenían la misma clase de vida. Por lo tanto, no podían ser considerados como el mismo tipo de ser.

Aunque la vida que Adán y Eva poseían fue inicialmente buena y sin fin, todavía era sólo una variedad humana creada. En contraste con esto, la vida de su Hacedor era de un tipo increado y sobrenatural. Dios y el hombre eran obviamente de diferente especie. Sus “vidas” estaban en un plano completamente diferente: Una era simplemente humana y la otra, divina. Una era una forma inferior de vida, atada a la tierra por un cuerpo físico, mientras la otra era Espíritu y llenaba el universo.

No sólo la vida del hombre no alcanzaba a ser igual a la de Dios, sino que Él no estaba ni siquiera en segundo lugar. Las Escrituras nos enseñan que el hombre fue hecho aún inferior a los ángeles (Heb. 2:9). Estas consideraciones nos ofrecen suficiente evidencia para darnos cuenta de que un matrimonio entre ellos no era posible.

De este análisis, llegamos a la conclusión de que el hombre, tal como fue creado, no estaba preparado para ocupar la posición prevista para él. Por lo tanto, es lógico suponer que teniendo nuestro Hacedor este glorioso plan en mente, tuviera también alguna forma de cumplirlo. Debe haber hecho alguna provisión para que el hombre cambie. En alguna parte, en el plan de Dios, debe haber habido una forma preparada para que el hombre llegue a ser diferente de lo que era para cumplir estas intenciones santas.

¡Por supuesto que la había! Dios, en Su infinita sabiduría, había provisto todo lo necesario. Por eso no debe sorprendernos que la primera sugerencia de la existencia de tal plan también se manifestara en el Jardín del Edén.

Cuando leemos la narración del Génesis, entre los muchos aspectos del jardín, se mencionan dos árboles particulares el “árbol de la vida” y el “árbol del conocimiento del bien y del mal” (Gn. 2:9). No tenemos que avanzar mucho en la lectura para descubrir que estos dos son mucho más que simples árboles. El efecto devastador que tuvo sobre la raza humana, el hecho de comer del árbol equivocado, parece ser evidencia más que suficiente de este hecho.

Se les había ofrecido libremente todo otro árbol del huerto como comida, pero este árbol en particular había quedado estrictamente prohibido. Su fruto era tan destructivo, tan devastador, que probar un pedazo alteró para siempre el curso de la historia humana. Ahora, en vista de todo esto, parece razonable suponer que el otro árbol, el árbol de vida, también contenía un fruto que acarreaba gran consecuencia. Si el “árbol de muerte” tuvo tal efecto poderoso: ¿qué habría ocurrido si Adán y Eva hubieran probado del árbol de la vida? ¿Podría ser que un bocado de este otro fruto los hubiera cambiado a e los dos, de otra manera igualmente dramática?¿Cuál es entonces el significado de este árbol de vida? ¿Qué es lo que Adán y Eva perdieron al desobedecer a su Hacedor? Quizás la mejor forma de descubrir esto es examinar el resto de la Escritura y ver si podemos encontrar allí algunos datos. En Génesis capítulo 3 leemos que este árbol les hubiera impartido una vida que ellos aún no poseían. Esta verdad se muestra notoriamente en la declaración que Dios hizo cuando fueron echados del Huerto. Él dijo: “Para evitar que ellos también tomen del árbol de vida, y coman, y vivan para siempre” (Gn. 3:22). Aquí también nos damos cuenta de que Adán y Eva nunca antes habían comido de este árbol. Aún cuando estaba disponible para ellos, nunca habían tenido la oportunidad de probarlo. Si lo hubieran hecho, ellos habrían ya poseído este nuevo tipo de vida. De hecho, es posible que si primero hubieran probado este fruto, ellos habrían tenido la fuerza y la sabiduría para evitar comer del otro para siempre.

Como hemos visto, el árbol que contenía esta vida, estaba “en medio del huerto” (Gn. 2:9). Tome en cuenta que esto no era la selva del Edén, sino un huerto, lo cual significa que fue diseñado por Alguien y este Diseñador colocó el árbol de vida en el medio como el mismo objeto central de Su diseño. Ciertamente, esto nos indica que es la comunicación de esta vida la que está en el mismo centro de todas las intenciones de Dios en lo concerniente al hombre. Es, en realidad, el vehículo mismo a través del cual tiene la intención de transformar al hombre de lo que era cuando fue creado, en lo que Dios desea que se convierta.

Ya que esta vida es tan importante para nosotros y para Dios, haciendo posible que nosotros cumplamos con Su plan original, parece crucial que aprendamos tanto como podamos acerca de esto. Cada uno de los cristianos debe entender completamente la meta hacia la cual Dios está obrando y también el medio que está usando para alcanzarla. Por tanto, tomemos un poco de tiempo para investigar exactamente lo que significa esta “vida”.

DE ETERNIDAD A ETERNIDAD

La Escritura dice en el Salmo 90:2 “Desde la eternidad hasta la eternidad tú eres Dios” (RVA). Si tomásemos un momento y pensáramos proyectándonos al pasado hasta donde nuestra imaginación nos llevara, antes que cualquier cosa fuera creada, Dios est allí y nuevamente, si proyectamos nuestros pensamientos al futuro hasta donde podamos imaginar, a un tiempo cuando este mundo se haya disuelto y las cosas nuevas hayan sido creadas,Dios aún está allí. Nuestro Padre celestial no está atrapado dentro de lo que llamamos “tiempo”. El tiempo es parte de su creación. Existe más allá y por encima del tiempo. El tiempo no incide los límitesPor lo tanto, Dios siempre existe. Es un Ser que nunca tuvo comienzo nunca tendrá fin. El tipo de vida que Dios posee es increado. No comenzó en ningún punto particular en el tiempo. La vida de Dios, por lo tanto, se describe como “eterna”. Es “AIONION” que en el idioma original griego significa “que abarca todas las edades”.

Su vida está tan llena de vitalidad, siempre viviente, que aún con el paso del tiempo no disminuye. Es una vida sin origen ni deterioro, sin tiempo de nacimiento ni ni de muerte, Él es inmutable, incorruptible e inmortal.

Esta pequeña reflexión nos lleva, entonces, al verdadero significado bíblico de la palabra “eterno”. Simplemente significa sin comienzo y sin final, y describe la misma vida de Dios.

En este libro, a partir de ahora, vamos a utilizar la letra “V” en letras mayúsculas, para la palabra “vida” en referencia a esta Vida especial que no se ha creado.

Con todo esto podemos entender una cosa muy profunda. Nuestro Dios ha decidido ofrecer su propia vida, la vida eterna, a los hombres. En las Escrituras leemos: “Porque de tal manera amó Dios al mundo que dio a Su Hijo unigénito para que todo aquel que cree en Él no se pierda, sino que tenga vida eterna (AIONION)”(Jn.3:16).

¡Gloria al Señor! Porque los que han creído en Jesús no están más “separados de la Vida de Dios” (Ef.4:18) sino que han sido traídos a una relación filial con el Padre.

Esta relación se inició mediante el engendramiento de Dios. No somos sólo hijos “adoptivos” de Dios, sino que nosotros, los seres humanos, hemos nacido realmente de la misma Vida de Dios. ¡Hemos sido “re-engendrados a una esperanza viva”! (1 P.1:13) Hemos “renacido, no de simiente corruptible, sino incorruptible” (1 P.1:23). (Ver también: Jn. 1:13; 3:3-8; 1 Jn. 2:29; 3:9; 4:7; 5:1,4,18).

[*Nota del traductor: En la versión Reina Valera de la Biblia esta palabra se traduce como “renacer” la cual no conlleva la idea de re-engendramiento que contiene la palabra en el original griego.]

¡Qué cosa indecible Dios ha hecho por nosotros pequeños e insignificantes seres humanos! Como progenitores, padres y madres, engendramos hijos e hijas pasándoles nuestra vida. Cuando engendramos y concebimos hijos les transmitimos a otros la vida humana. De la misma manera, Dios ha decidido en Su gloriosa e inconmensurable misericordia y bondad, dales a hombres finitos Su propia Vida incorruptible, eterna, sin comienzo ni final. Este es verdaderamente un gran amor que Dios tiene por este mundo. Ningún regalo podría ser más grande. Nada en el universo es más precioso, más digno de tenerse, más inescrutablemente grande, que la Vida de Dios.

En los viejos tiempos, Dios era el único ser que podría llamarse “inmortal” . 1 Timoteo 6:16 dice que Él es: “el único que tiene inmortalidad”. Eso es porque sólo Él nunca tuvo principio ni fin. Pero ahora se están generando más niños, y estos niños también son seres inmortales, ya que comparten la misma vida. 2 Timoteo 1:10 revela que Él: ... “sacó a luz la Vida [Zoe] y la inmortalidad por medio del evangelio”.Ningún regalo podría ser mayor. Tenemos la oportunidad de llegar a ser partícipes de todo lo que Dios es. Él ha impartido Su vida a los hombres y está llamándolos mediante esta vida a elevarse por sobre los que nacieron para ser como seres humanos y crecer en todo lo que Él es. ¡Qué glorioso llamado por cierto!

TRES PALABRAS GRIEGAS

Desafortunadamente, esta gran verdad que Dios está ahora impartiendo: Su propia vida a los hombres, ha sido de alguna forma oscurecida por la traducción de las palabras del original griego a nuestro propio idioma. Los griegos fueron evidentemente muy expresivos en lo concerniente a la idea de la “vida” y tenían muchas diferentes palabras para ella, mientras que en el español tenemos sólo una palabra. Esto, frecuentemente, confunde el verdadero significado de las palabras del Nuevo Testamento.

Para nuestro propósito aquí, estaremos considerando tres palabras del Nuevo Testamento que son traducidas por sólo una palabra del español: “vida”. Aún a pesar de que muchas veces estas tres palabras se traducen por una palabra “vida”, en el idioma Eespañol que tienen significados independientes y claros. Por lo tanto, a menos que hagamos una clara distinción entre ellas podemos quedar como ignorantes de una revelación indescriptiblemente esencial.

La primera palabra que se traduce como “vida”, en nuestras versiones es “BIOS”, la cual se refiere a nuestra vida en este mundo físico. Esta es la palabra de la que proviene la palabra “biología” e incluye conceptos tales como nuestra subsistencia, la duración de nuestra vida física y nuestra conducta moral.

La segunda palabra que se traduce como “vida” en español, es “SIQUE”. Esta palabra ha sido traducida como “alma” y también como “vida” y quizás en algunos casos pudo haberse traducido como “vida anímica” para darle un significado más preciso. A través de todo el Nuevo Testamento esta palabra representa la constitución sicológica o la vida anímica que el hombre posee. Es esta “vida” la que incluye nuestro pensamiento, nuestro sentimiento y los procesos mediante los cuales tomamos decisiones, y es mediante eesta vida, que los hombres noregenerados viven en este mundo.

ZOE AIONION

Sin embargo, hay una tercera palabra griega muy importante, que se traduce “vida”. Esta palabra es “ZOE”. Significa, de acuerdo al Diccionario Expositivo de Palabras del Nuevo Testamento de W.E. Vine: “Vida como Dios la tiene”. Tratándose de “Vida”, ¡Dios realmente la tiene!

En el Nuevo Testamento esta palabra “ZOE” se usa predominantemente para referirse a la Vida misma de Dios, y en especial ha sido usada por los escritores del Nuevo Testamento cuando fueron inspirados por Dios, para referirse a Su propia Vida incorruptible, sin origen, sin tiempo y sin final.

Por lo tanto, cuando la Biblia habla de la nueva Vida que Dios nos da a través de Jesús, está usando la palabra “ZOE” la que se usa, en lugar de “BIOS” o “SIQUE”. La frase “vida eterna” entonces se expresa en el idioma griego como “AIONION ZOE” y significa “una vida que abarca las edades”. Esta “AIONION ZOE”, que abarca las edades, que nunca comienza, que nunca se interrumpe, que nunca cesa: esta vida de Dios es lo que Jesús vino a traernos.

Hermanos y hermanas, hemos recibido un regalo indescriptible. Dios nos ha dado más de lo que podríamos pedir o imaginar. Nosotros, a pesar de que somos seres humanos frágiles existimos en un cuerpo que decae, viviendo en un mundo que colapsa y se cae a pedazos en muchas diferentes formas, hemos heredado lo más maravilloso.

El Dios del universo nos ha traído a su corazón y ha decido impartirnos una nueva vida una sustancia de vida incorruptible, inmutable, que es imposible de aniquilar.

Jesucristo se levantó de entre los muertos porque no era posible que la vida que Él poseía pudiera ser retenida por la muerte (Hch.2:24). También nosotros, habiendo sido hechos hijos de Dios, a través del nuevo nacimiento, hemos sido hechos partícipes de una vida sobre la cual la muerte no tiene poder. Jesús dijo que cualquiera que cree en Él nunca perecerá sino que ha “pasado de muerte a vida (ZOE)” (Jn. 5:24).

Esta es una verdad esencial. La dificultad que muchos creyentes tienen de llevar una vida verdaderamente espiritual puede remontarse a este punto precisamente. Todos nosotros sabemos que Jesucristo vino a traernos “vida”. Pero, ¿de qué clase? Si no se hace distinción entre estas tres palabras griegas es posible que algunos piensen que “la vida abundante” (Jn.10:10) significa tener mucho dinero, muchos lujos o colmar su vida de placeres materiales y físicos (BIOS).Otros pueden imaginarse que la “vida abundante” significa estar felices o satisfechos con nuestra existencia terrenal (SIQUE). Muchos de aquellos que se desvían de esta manera terminan cayendo en serios errores o pecados. Al mal interpretar los propósitos de Dios y fallando en discernir la vida diferente que Jesús vino a dar Ellos se han apartado para seguir otra “vida”, una vida anímica o una vida mundana que Jesús vino a condenar.

¿PERDURABLE O ETERNA?

Otro concepto equivocado que es común en la iglesia hoy es que la vida “eterna” es simplemente una extensión o prolongación de la vida con la cual nacimos. Esta comprensión errónea quizás ha sido sustentada, en parte, por el uso de la palabra “perdurable” en el texto. “Perdurable” es una traducción incorrecta de la palabra “AIONION”.

En muchas traducciones al español las palabras “perdurable” y “eterna” se usan con el mismo significado. Esto causa una gran confusión ya que hay una diferencia importante en su significado en el idioma español. Bíblicamente hablando, la palabra “eterno” significa “sin comienzo” así como “sin final”, mientras que la palabra “perdurable” sólo indica “sin final”. Así podría aplicarse la palabra “perdurable” a una criatura que naciera en algún punto en el tiempo y luego durara para siempre. Consecuentemente, es fácil que alguno leyendo acerca de la vida “perdurable” suponga que se refiere a su propia vida continuando perpetuamente.

Como hemos estado viendo, este definitivamente no es el caso. Para terminar con este error, simplemente recordemos que en la Biblia, cuando leemos acerca de la “vida perdurable” lo que realmente quiere decir es “vida eterna”, esto es, la increada vida de Dios. No se refieren a una extensión de nuestra propia vida. De hecho, no recibió una vida perdurable, sino la vida eterna.

Todo aquel que cree en Jesús, ha recibido la vida misma de Dios. Esta Vida, la que es el instrumento de Dios para cambiarnos de lo que somos a todo lo que Él planeó que seremos. Es esta Vida la que cambiará nuestra naturaleza para ser como la Suya. Tal como en el comienzo, cuando nuestro Padre Celestial puso delante del hombre la fuente de Su propia Vida, así hoy día Él la ha puesto al alcance de todos a través de Su propio Hijo.

La Escritura claramente nos enseña que “el que tiene al Hijo, tiene (ZOE) (la vida”) (1 Jn.5:12). Aquellos que son sabios aprovecharán esta vida, se llenarán de ella y así obtendrán todos los beneficios de ella. Aquellos que son necios la descuidarán como lo hicieron nuestros antepasados y eventualmente sufrirán las consecuencias. La vida que Dios nos ha dado es absolutamente crucial para nuestro caminar espiritual. Esta vida es la fuente de todo lo que Dios está haciendo dentro nuestro.

Espero que haya quedado perfectamente claro y que aquello que Jesús puso a nuestra disposición por medio de su muerte, no fue un nuevo lugar donde vivir el resto de nuestra vida o sea el cielo, ni tampoco nos trajo una extensión de la vida con la que nacimos. Él vino a darnos una vida que es totalmente diferente a cualquier otra que hubiéramos conocido previamente.

Jesucristo vino a impartir a los hombres la vida misma de Dios, eterna e increada. Él vino con la intención de darnos la misma vida, esencia y naturaleza de todo lo que Dios el Padre es. ¡Lo que Jesucristo ha traído a la tierra para los hombres es “la sustancia más preciosa! No hay nada en el universo que se le compare. La vida que Él vino a darnos nunca comenzó y por definición nunca puede terminar. Nosotros hemos llegado a ser partícipes de la Vida de Dios. ¡Aleluya! Ahora, estas son realmente buenas noticias.

¡EXPULSADOS!

Como ya se ha analizado, desde el comienzo de este libro, vemos que Dios ha querido ofrecer su vida desde el Jardín del Edén, Él puso el árbol de la vida, ofreciendo así su vida a Adán y Eva, pero, después de haber pecado fueron sacados del jardín y del camino al Jardín del Edén. La avenida hacia el árbol quedó bloqueada por un querubín que sostenía una espada resplandeciente. El modo original, el camino que Dios inicialmente quería que el hombre tomara, ahora estaba interrumpido.

Cualquiera que quisiese entrar allí, moriría. El juicio de Dios, simbolizado por el querubín con la espada encendida, ahora estaba entre el hombre y la vida sobrenatural. Lo que una vez se ofrecía gratuitamente, ahora era cuidadosamente custodiado y así al hombre pecaminoso se le prohibía participar. Ahora el hombre, en vez de tener el favor de Dios, estaba bajo Su juicio. La felicidad que alguna vez esta primera pareja gozó y la comunión con Dios que les era tan familiar, de pronto desapareció. Las elecciones que estos dos habían hecho no quedaron sin sus consecuencias. Al parecer, el diablo había ganado una victoria y los propósitos eternos de Dios habían sido frustrados. El hombre, a quien el Señor creó a Su propia imagen y semejanza, con la intención de que se convirtieran en Su santa esposa, se había contaminado por el pecado y descalificado para participar de Su propia Vida.

Pero quizás el diablo no entendió la profundidad del amor de Dios por Su esposa. Quizás no llegó a captar los extremos a los que llegaría para lograr Sus propósitos. La intención original de Dios permanecería sin cambio. El deseo de Su corazón de compartir Su Vida con los seres humanos continuaba con la misma intensidad.

Estas criaturas singulares, las únicas en todo el universo que llevan la imagen y semejanza del eterno Dios, habían caído. Aún así, Dios anhelaba que ellos tuvieran nuevamente comunión con Él y que ellos nuevamente estuvieran en posición de participar de todo lo que había planeado para ellos. Su insondable amor por la humanidad no había disminuido. Su plan inicial de crear hombres y ofrecerles Su propia vida todavía ardía dentro de Su corazón. Dios, en Su infinita sabiduría y conforme a Su propósito eterno, había preparado otro camino, un “camino nuevo y vivo”, de retorno a Él (Heb.10:20).

EL PLAN DE REDENCIÓN

Ya que la rebelión del hombre demandaba la pena de muerte e impedía el camino a la Vida, Dios, para cumplir con Su plan, tenía que encontrar un sustituto. A través de su imponderable presciencia, el conocimiento de las cosas futuras, Él encontró una persona inocente, que estaba dispuesta a morir en nuestro lugar: Su propio Hijo. En Su carne Jesucristo consumó la expiación por la rebelión y el pecado del hombre. En Su propia persona llevó nuestros pecados a la cruz, quitándolos del medio. Jesús nos ha reconciliado con Dios.

A través de Cristo hemos vuelto a tener relación con el Padre. Por la obra del Hijo, en el derramamiento de Su sangre, tenemos ahora acceso a Dios. Nuevamente, el camino a la vida misma ha sido abierto. ¡Qué cosa infinitamente preciosa ha hecho Jesús por nosotros, pecadores indignos, trayéndonos de vuelta a Dios y haciendo posible que nosotros participemos de Su vida eterna, increada!

Tome en cuenta que Dios no podría dar Su Vida a hombres impíos. Él no pondría Su Vida Santa y sin pecado en recipientes contaminados. El pecado había estorbado los propósitos de Dios. Era imposible que Él permitiera que Su vida se mezclara con la injusticia en el hombre.

De modo que, antes de impartir una sustancia de tal pureza, el receptáculo tenía que ser purificado. La sangre de Jesucristo derramada en el Calvario ha provisto precisamente tal limpieza. La inocencia y la pureza de la Vida que fue llevada ahí ante los ojos de Dios, Él la ha expiado de nuestra inmundicia. Allí, de una manera sobrenatural, que es difícil entenderla para nosotros. Dios pasó por alto nuestro pecado y quitó los obstáculos que estaban en el camino.

En el tiempo preciso de Dios, Él envió a Su propio Hijo a rescatarnos. Él lo sacrificó, permitiendo que fuera torturado, ridiculizado y muerto. El juicio que estaba reservado para nosotros cayó sobre el Cordero. Con Su muerte en la cruz, el requisito santo de Dios fue satisfecho y el querubín del juicio con la espada flamígera fue quitado del camino. Una vez más el camino al árbol de la Vida se abrió y la invitación dada.

No sólo Jesús nos abrió el camino a la Vida, sino que también en Él fue manifesta esta vida. Cuando Jesucristo vino a esta tierra vino como un vaso que contenía la vida de Dios. Leemos en las escrituras: “En Él estaba (ZOE) la vida; y la vida era la luz de los hombres” (Jn. 1:4). Otra vez leemos: “Porque la (ZOE) Vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os mostramos esa vida eterna, que estaba con el Padre y se nos manifestó” (1 Jn.1:2).

Parte de la misión de Jesús fue hacer conocer a la humanidad todo lo que el Padre estaba ofreciendo. Él fue la declaración total de los pensamientos e intenciones de Dios. La Vida de Dios, que de alguna manera, se manifestó oscuramente en el huerto en la forma de un árbol, ahora es era exhibida plenamente en Jesucristo.

Jesús mismo proclamó esto. Él invitó a la gente a venir a acercarse y comer, a venir a él y beber (Jn.6:54). Explicó que Él era el “pan de Vida” (Jn.6:48), “el camino, la verdad y la vida” (Jn. 14:6).

En cierta ocasión aún instruyó a sus seguidores a comer su carne para obtener esta vida, haciendo que muchos de ellos se sintieran ofendidos (Jn 6:53). Pero esto no debe inquietarnos. Aquí Él estaba simplemente proclamando que lo que sea que hubiera estado disponible en el huerto en la forma de un árbol., Ahora estaba siendo ofrecido a través de Él. Por medio de Su Hijo Dios estaba haciendo otra vez este ofrecimiento de vida.Hoy día, tal como en los días de nuestros primeros padres. hay una elección que cada ser humano tiene que hacer. ¿Cómo estamos respondiendo a ello?

EL CRECIMIENTO ESPIRITUAL ES ESENCIAL

Una vez que hemos nacido de lo alto, esto es sólo es el comienzo de la vida cristiana. Aunque es maravilloso recibir nueva vida de Dios, esto es sólo el primer paso de un proceso de crecimiento en el Señor que durará toda la vida. Es sólo la introducción al “ perfeccionémonos en la santidad y en el temor de Dios.” (2 Cor. 7:1).

No sólo necesitamos recibir esta nueva Vida, sino que también necesitamos que esta Vida crezca en nosotros hasta la plena madurez. La Biblia enseña que, después de nacer en un pesebre, “Jesús crecía en sabiduría y en estatura” (Lc.2:52).De la misma manera nosotros también debemos crecer espiritualmente hasta que la expresión de Dios a través de nosotros sea completa. Nosotros, como cristianos, debemos librarnos de la noción errónea de que una vez que recibimos a Jesús esto es la consumación de la experiencia espiritual. Recibir la Vida de Dios, a través del Espíritu es sólo el comienzo. Tal como el nacimiento de un bebé es sólo el primer evento de la totalidad de su vida, así también cuando nacemos del Espíritu, esto es sólo el paso inicial de una vida llena de crecimiento en el conocimiento de Dios.

La intención del Padre es que estemos diariamente comiendo, bebiendo, y mediante esto, creciendo en todo lo que Cristo vino a traer, todo lo cual nos es gratuitamente derramado por el Espíritu Santo. La Vida de Dios, el elemento más precioso y valioso en el universo entero está abundantemente disponible para cada creyente ahora mismo, hoy día. A través de su Espíritu podemos continuamente participar de AIONIAN ZOE.

Por todas partes, la Escritura, habla de tal crecimiento. Efesios 4:14, 15 nos urge a “crecer en Él en todas las cosas” recomendando que no seamos más bebés porque son fácilmente manipulados. 1 Juan:2 habla de diferentes etapas del crecimiento espiritual de los niños, los jóvenes y los padres. Ciertamente es fácil ver entonces que la madurez no es instantánea sino que requiere tiempo y atención. Esto también es parte esencial de nuestra experiencia cristiana.

Quedarse como un bebé no es suficiente. El crecimiento espiritual es opcional sólo para los necios. Nosotros debemos continuamente buscar al Señor y nutrir nuestra vida, que nos ha sido dada, para crecer hacia la madurez.

Por todas partes, en la naturaleza, notamos que todos los tipos de vida deben crecer. Por ejemplo: Aún cuando todo un roble está contenido dentro de una bellota, toma tiempo y nutrimento para que ese árbol llegue a su plena estatura. De la misma manera, aún cuando la vida que recibimos de Dios está completa, toma tiempo y atención para que llegue a la plena madurez.

Si vamos a ser hijos útiles y listos para servirle a Dios, manifestando Su Vida y naturaleza al mundo en forma poderosa, debemos también crecer a Su plenitud (Ef. 4:15) Los bebés son maravillosos pero no son muy útiles. En lugar de ser capaces de ayudar y contribuir al bienestar de la familia ellos mismos requieren nuestro tiempo y atención. Yo confío en que Dios ama grandemente a todos sus bebés, pero también estoy firmemente convencido de que Él está buscando hijos que han crecido y ahora tienen la madurez necesaria para cumplir Sus propósitos en la tierra.

Demasiados cristianos suponen que nacer de nuevo es el final, lo último. Se imaginan que después de la regeneración lo único que queda es acumular “recompensas” en el cielo. ¡Cuán lejos de la realidad es esto! Crecer a la plena madurez espiritual es la única forma en que podemos ser realmente útiles en el Reino de Dios.

Es importante notar que este crecimiento no ocurre automáticamente. Dios no nos fuerza a hacer las cosas a Su modo. En Su gracia Él nos permite a todos elegir. Tal como nosotros tuvimos que elegir recibir Su Vida para nacer otra vez, de la misma manera diariamente debemos elegir ser llenos de Su Vida. Ninguna otra persona puede ir en contra del crecimiento. A menos que nos propongamos de corazón buscar la presencia del Señor cada día y pasar tiempo en íntima comunión, nuestra elección con Él, creceremos muy poco. Si elegimos desperdiciar nuestro tiempo buscando nuestros propios intereses, la somnolencia espiritual nos invadirá.

El crecimiento en la vida de Dios es para todos, pero sólo se realiza en aquellos que eligen conscientemente buscarlo. Los que hacen esta elección se beneficiarán grandemente no sólo en este mundo sino también en el venidero.

Una vez más, como lo fue nuestro padre Adán, la elección depende de nosotros. Nos corresponde hacerla cada día. ¿Escogeremos conforme al deseo de Dios y participaremos de aquello que nos ofrece gratuitamente? O ¿Como los primeros hombres, descuidaremos lo que tan generosamente ha sido provisto y seguiremos nuestro propio camino? Esta no es una consideración pequeña ni insignificante.

Es muy fácil llegar a preocuparse por las cosas que nos rodean y las bendiciones externas que Dios nos ha dado y así descuidar lo más importante de todo. Estas elecciones diarias tienen consecuencias eternas. El favor inmerecido y la misericordia de Dios no deben tomarse con ligereza o tenidos en poco. Necesitamos que el Señor nos conceda misericordia para que participemos de Su vida continuamente.

En los capítulos siguientes de este escrito veremos muchos aspectos diferentes de lo que Dios está haciendo en y a través de Su pueblo. Sin embargo, para hacerlo así apropiadamente, debemos primero estar firmemente enraizados en esta comprensión fundamental: La vida eterna no es nuestra vida durando para siempre, ni es simplemente un tipo de seguros contra incendios que garantiza que no pasaremos la eternidad en el lago de fuego. Recibir la vida eterna es nada menos que recibir la vida misma de Dios, ¡la increada Vida de Dios!

Es a través de esta Vida que Dios está trayendo muchos hijos a la gloria. Sin duda, Dios tiene intenciones muy serias en lo concerniente a la impartición de Su Vida. Él no ha hecho Su obra indiscriminadamente. De modo, que si vamos a cumplir con Sus requisitos, debemos guardar cuidadosamente el “ el buen depósito por el Espíritu Santo que mora en nosotros” (2 Tim.1:14). “

Fin del Capítulo 2

Use los siguientes hipervínculos para leer otros capítulos

Capítulo 1: El Amor de Dios


Capítulo 3: Los dos árboles

Capítulo 4: Las dos naturalezas

Capítulo 5: La sentencia de muerte

Capítulo 6: La salvación del alma

Capítulo 7: El Tribunal de Cristo

Capítulo 8: Montañas y valles

Capítulo 9: La Sangre del pacto

Capítulo 10: Dividiendo el Alma y el Espíritu (1)

Capítulo 11: Dividiendo el Alma y el Espíritu (2)

Capítulo 12: Por gracia a través de la fe

Capítulo 13: La imagen del Invisible

Capítulo 14: La Esperanza de gloria