UNA PUBLICACIÓN DE MINISTERIO “GRANO DE TRIGO”
Escrito por David W. Dyer
En el comienzo, Dios creó los cielos y la Tierra. Y como parte de este trabajo creativo, Él hizo muchos ángeles, uno de los cuales fue nombrado Lucifer. Él era el ángel más poderoso y her- moso que Dios hizo. Probablemente también fue el primero que creó.
En Isaías, capítulo 14, versículo 12, se lo denomina “oh Lu- cero, hijo de la mañana”. Este versículo habla sobre el hecho de que, en el principio de la creación, cuando Dios estaba comenzando Sus maravillosas obras, se creó al ángel Lucifer. No solo era el ángel más poderoso y con más autoridad, sino que también fue uno de los querubines y moró cerca de la mismísima presencia de Dios.
En el capítulo 28 de Ezequiel se revelan algunos datos muy interesantes sobre este Lucifer, conocido hoy como Satanás. Aunque aquí el profeta habla de alguien conocido como el “rey de Tiro”, casi todos los expositores de la Biblia coinciden en que este pasaje se refiere al diablo en su estado original. Ningún hombre o rey terrenal podría encajar con tal descripción. Leámoslo juntos, comenzando por el versículo 12, en la segunda mitad del versículo:
“Así ha dicho Jehová el Señor: Tú eras el sello de la perfec- ción, lleno de sabiduría, y acabado de hermosura. En Edén, en el huerto de Dios estuviste; de toda piedra preciosa era tu vestidura; de cornerina, topacio, jaspe, crisólito, berilo y ónice; de zafiro, car- bunclo, esmeralda y oro; los primores de tus tamboriles y flautas estuvieron preparados para ti en el día de tu creación.
Tú, querubín grande, protector, yo te puse en el santo mon- te de Dios, allí estuviste; en medio de las piedras de fuego te pa- seabas. Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad.
A causa de la multitud de tus contrataciones fuiste lleno de iniquidad, y pecaste; por lo que yo te eché del monte de Dios, y te arrojé de entre las piedras del fuego, oh querubín protector.
Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura, corrom- piste tu sabiduría a causa de tu esplendor; yo te arrojaré por tierra; delante de los reyes te pondré para que miren en ti.
Con la multitud de tus maldades y con la iniquidad de tus contrataciones profanaste tu santuario; yo, pues, saqué fuego de en medio de ti, el cual te consumió, y te puse en ceniza sobre la Tie- rra a los ojos de todos los que te miran. Todos los que te conocieron de entre los pueblos se maravillarán sobre ti; espanto serás, y para siempre dejarás de ser.” (Ez 28:12-19).
Qué tremendo pasaje de las escrituras es este, que nos reve- la la condición y la naturaleza de Satanás cuando fue creado origi- nalmente. En la versión NVI se dice de él “Fuiste elegido querubín protector”. Lucifer fue uno de los querubines creados, elegidos y ungidos por Dios para una tarea especial sobre la cual hablaremos más en breve.
En la primera parte de Ezequiel podemos aprender más sobre los querubines. Sabemos, por ejemplo, que son criaturas ala- das que tienen varios conjuntos de alas. En lugar de pies, tienen pezuñas, y cada criatura tiene cuatro caras en su cabeza, una en cada lado. En lugar de tener una parte posterior de la cabeza y dos costados, tienen cuatro caras. Una es como de hombre, una es como de león, una es como de querubín y la otra es como de águila.
También tienen otras características interesantes, como ruedas llenas de ojos que van con ellos adondequiera que vayan. Cuando se mueven, no giran a la dirección a la que van, sino que simplemente se mueven hacia esa dirección al instante, lo que pa- rece violar las leyes de la naturaleza.
Por cierto, es muy probable que estos seres sean los mis- mos que los “seres vivientes” o las “bestias” que encontramos en el libro de Apocalipsis. Muchas veces, las escrituras mencionan que el trono de Dios está rodeado por querubines. Salmos 80, versícu- lo 1, dice: “Que estás entre querubines, resplandece”. (Consulte también 2 Re 19:15, 1 Co 13:6, Is 37:16, 1 Sam 4:4, 2 Sam 6:2, Ap 4:6- 8). En el libro de Apocalipsis, los “seres vivientes” son los que ocu- pan este puesto.
Es posible que note que, aunque Apocalipsis 4:6-8 describe a cada “ser viviente” como si tuviera un rostro diferente, Ezequiel ve que cada querubín tiene cuatro caras. ¿Por qué existe esta apa- rente discrepancia? El secreto es que Juan estaba viendo a estos querubines desde una sola dirección. Estos cuatro seres se paran a cada lado del trono de Dios y cada uno de ellos está frente a él.
Dado que Juan estaba mirando desde una sola dirección, vio solamente la cara correspondiente a ese lado de cada querubín. En consecuencia, le pareció que cada uno tenía una cara diferente. Sin embargo, Ezequiel ofrece una descripción más completa y ex- plica que cada querubín tiene cuatro caras.
Aparentemente, Lucifer fue una vez uno de estos querubi- nes. El deber de estos seres celestiales es rodear el trono de Dios y cubrir Su presencia. Con sus alas, ocultan la gloria y la majestuo- sidad del Altísimo Dios de cualquier potencial espectador. Estos querubines están constantemente en la presencia de Dios adorán- dolo y cubriendo Su gloria con sus alas (Ap 4:8).
Los querubines también aparecen de manera simbólica en la cima del arca del pacto que se instruyó construir a los hijos de Israel mientras viajaban por el desierto.
En la Biblia se habla del “propiciatorio”, que es la tapa su- perior del arca. Se nos dice que esta tapa era plana, estaba hecha de oro puro, y que a cada lado tenía un querubín también hecho de oro puro. Estos dos querubines se ubicaban en cada extremo con sus alas extendidas sobre la parte superior, casi tocándose en el centro sobre el arca (Éx 25:20). Era aquí, debajo de la cobertura de las alas de los querubines y por encima de la parte superior del arca, que aparecía la santa presencia de Dios.
El sumo sacerdote entraba al lugar santísimo una vez al año. Allí, rociaba la sangre de los sacrificios sobre la tapa. Cuando esparcía la sangre, la presencia de Dios se manifestaba y el Todo- poderoso tenía comunión con el sacerdote desde entre los queru- bines dorados. Estos simbolizan a los querubines que cubren la gloria de Dios en los lugares celestiales.
Ahora sabemos quién era Lucifer. Sin duda, fue el primer ser angelical creado (Is 14:12) y, probablemente, ocupó la posición más alta en el universo. Era uno de los querubines.
No es imposible que también fuera el sumo sacerdote del universo y que liderara a toda la creación en adoración y alabanza del Altísimo Dios. Al menos sabemos que él entiende algo acerca de la religión, ya que ha iniciado muchas falsas. Quizás usa su ex- periencia antes de su rebeldía para hacerlo.
No solo sabemos que Satanás era grande en gloria, poten- cia y belleza cuando fue creado, también que cayó, se corrompió y comenzó a pecar. Comenzó a pensar que era muy importante y a exaltarse a sí mismo por su grandeza. Su orgullo fue su perdición. Debe haber pensado algo como esto: “Soy tan hermoso, tan po- deroso; todas las demás criaturas del universo me respetan y me admiran. ¿Por qué necesito a Dios? ¿Por qué necesito someterme a Él y alabarlo? Comenzaré a hacer las cosas por mi cuenta”. Y así lo hizo.
Por supuesto, para poder hacer esto, necesitaba establecer su propio reino. Tuvo que alejar del Reino de Dios a numerosos seguidores, que lo alabarían a él y harían su voluntad en lugar de amar y obedecer a Dios. Estoy seguro de que descubrió que era im- posible ser más recto, santo, justo, verdadero, perfecto y puro que Dios Todopoderoso. Así que tuvo que elegir algo diferente. Tuvo que basar su reino en otra cosa.
La Biblia nos dice que el diablo es el padre de las menti- ras. Inventó esto para sí mismo. Se convirtió en el creador de todo tipo de pecado, estableciendo su reino en el odio, la oscuridad, la lujuria, la codicia, la corrupción, la mentira y todo tipo de mal ima- ginable.
Cambió su naturaleza para ser lo opuesto a todo lo que Dios es. Y, sin duda, comenzó a visitar a otros seres en el universo para seducirlos a fin de que se unieran a su reino y lo siguieran en su rebelión contra el Altísimo. Como todos sabemos, en la actuali- dad, sigue dedicándose a esta misma actividad maligna.
¿CÓMO ES QUE SATANÁS SE CONVIRTIÓ EN GOBERNANTE?
Es probable que Dios le haya dado la Tierra a Satanás como parte de su jurisdicción en algún momento antes de su caída. Las escrituras no son explícitas acerca de estas cosas y, por lo tanto, solo podemos especular con respecto a algunas de estas ideas, sin embargo, sí sabemos que en algún momento el diablo obtuvo au- toridad sobre la Tierra. Se lo llama el “príncipe de este mundo” (Jn 12:31, 14:30, 16:11).
También sabemos que a los ángeles a veces se los llama “estrellas” (Job 38:7, Dn 8:10, Ap 12:4). Es posible que, al principio, a cada ángel se le haya dado una estrella y los planetas circundan- tes, si los hubiera, sobre los cuales podían gobernar. Si esto es así, el dominio del diablo sería nuestro sistema solar, cuyo centro es el sol. Es interesante destacar cuántas de las antiguas religiones pa- ganas adoraban al sol y, al hacerlo, en realidad estaban adorando al diablo. Incluso es posible que a los ángeles poderosos se les haya dado una galaxia para gobernarla.
Una cosa que sabemos con certeza es que el diablo es el gobernante de este mundo actual. Cuando estaba tentando a Jesús en el desierto, él afirmó tener autoridad sobre el mundo y el Señor no cuestionó tal autoridad. Solo lo reprendió citando las santas es- crituras.
Otros pasajes en las escrituras también nos muestran que el diablo tiene jurisdicción y autoridad sobre la Tierra (Jn 14:30, 16:11, 2 Co 4:4). Lo más probable es que esta autoridad se le haya dado antes de su rebelión, mientras todavía tenía su posición ori- ginal ante Dios.
ANTES DE LOS “SEIS DÍAS”
Dado que parece seguro suponer que Satanás (Lucifer), el máximo ser angelical que creó Dios, recibió este mundo como parte de su dominio antes de su caída, no podemos evitar preguntarnos cómo eran las cosas en ese momento. Aunque la Biblia no nos dice estas cosas específicamente, nos da algunas sugerencias a partir de las cuales podemos sacar algunas conclusiones razonables.
El libro de Génesis establece que Dios hizo en seis días los cielos, la Tierra y todo lo que hay en ellos. Sin embargo, esta in- formación no explica cuándo se crearon los ángeles ni cuándo y cómo cayó Satanás. Tampoco nos dice cómo su caída afectó la Tie- rra sobre la cual gobernaba. Para investigar estas cosas, veamos el primer versículo en el libro de Génesis.
Leemos que: “En el comienzo, Dios creó los cielos y la Tie- rra” (Gén 1:1). Este primer versículo nos habla de la creación de Dios y podemos estar seguros de que cuando Dios crea algo, lo hace perfecto y hermoso en cada detalle.
Pero, sorprendentemente, el segundo versículo comienza así: “Y la Tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo” (Gén 1:2). Esto suena como si Dios hubie- ra creado una masa amorfa, un desierto oscuro y vacío y, luego, hubiera comenzado a trabajar en ella para mejorarla. Aunque es posible que Dios haya hecho las cosas de esta forma, o de cualquier otra manera que Él eligiera, el resto de Su trabajo creativo no se hizo de ese modo.
En realidad, hay una mejor interpretación del versícu- lo dos. De hecho, existe una mejor traducción que nos ayudará a comprender con más claridad lo que dice el registro bíblico
La cuarta palabra en el segundo versículo de Génesis se tradujo en la versión Reina Valera como “estaba”. “Y la Tierra es- taba...”. La palabra original del hebreo también puede traducirse correctamente como “se volvió”. Es la misma palabra hebrea que se usó en la historia de Lot y su esposa, mientras escapaban de Sodoma y Gomorra, en la que leemos que la esposa de Lot “se volvió” una estatua de sal. En este caso, la esposa de Lot no era originalmente una estatua de sal, pero se convirtió en una como consecuencia del juicio de Dios sobre ella por su desobediencia.
Esta palabra hebrea puede traducirse correctamente como “estaba” o “se volvió”. Por lo tanto, sería aceptable traducir esta palabra como “se volvió” en el segundo versículo de Génesis, que entonces se leería así: “Y la Tierra se volvió desordenada y vacía”, lo que daría una perspectiva completamente nueva sobre este pa- saje. Esta traducción da pie a muchas nuevas posibilidades sobre cómo comprender la creación de este mundo.
La frase “desordenada y vacía” también puede traducir- se de manera diferente, al hacerlo, nos ayudará a ver con mayor claridad lo que sucedió. Las palabras hebreas aquí son “tohu wah bohu” y podrían interpretarse mejor como “desolada y vacía”.
Estas dos palabras hebreas, “tohu” y “bohu”, están juntas otras dos veces en los registros bíblicos. En ambos casos se refieren al juicio de Dios sobre algo y su posterior destrucción (Is 34:11, Jer 4:23-27). No hablan de la creación, sino de ira y desolación (ten- ga en cuenta el contexto). En estos versículos se hace referencia al juicio de Dios sobre algo, lo que lo deja desolado y vacío.
Estas palabras, “tohu” y “bohu”, se encuentran por sepa- rado muchas otras veces en el Antiguo Testamento y la mayoría de las veces se refieren claramente al juicio de Dios, Su ira o la des- trucción causada por Él. Solo algunas veces se pueden interpretar como algo positivo y ninguno de estos casos se refiere de manera concluyente a algo bueno.
Un pasaje que es particularmente sorprendente con res- pecto a este tema es Isaías 45:18, donde leemos: “Porque así dijo Jehová, que creó los cielos; él es Dios, el que formó la Tierra, el que la hizo y la compuso; no la creó en vano”. La palabra hebrea aquí para “en vano” es “tohu”. Claramente, Dios creó originalmente la Tierra sin que fuese “tohu” o “desordenada”, como la traducción actual nos haría creer.
Al vincular todos estos elementos, aparece una imagen. Se vuelve claro que, en el comienzo, Dios creó los cielos y la Tierra perfectamente, tal como esperaríamos, pero algo sucedió. En algún momento, algo ocurrió y la Tierra “se volvió desolada y vacía”.
Esto corresponde más lógicamente al momento de rebeldía de Satanás. Cuando el dios de este mundo se rebeló contra el único y verdadero Dios, corrompiéndose a sí mismo y corrompiendo su propia naturaleza, en el proceso corrompió el territorio sobre el cual gobernaba. Es muy probable que Dios, entonces, juzgara ese mundo y lo destruyera con un diluvio.
Esta es la condición en la que encontramos la Tierra en la segunda mitad de Génesis 1:2, cubierta de agua, en oscuridad y desolación. Aunque no se puede elaborar un argumento infalible a partir de este versículo y algunos otros que están asociados con él, mi impresión es que lo más probable es que haya sucedido de esta manera. Lo que se nos insinúa en el segundo versículo del primer capítulo de Génesis es la forma en que realmente ocurrieron las cosas. Para un estudio más detallado de este tema, consulte: Earth’s Earliest Ages, G. H. Pember, (Grand Rapids: Kregel Publications, 1975).
Otro punto interesante es que esta palabra, “creó”, que se usó en el primer versículo de Génesis donde leemos: “Dios creó los cielos y la Tierra”, significa “hacer algo a partir de nada”. La mayoría de las otras palabras en el primer capítulo de Génesis que generalmente se traducen como “hizo” se refieren a algo que se construyó a partir de materiales que ya estaban presentes. La pala- bra “creó” con el significado de crear algo a partir de nada se usa solo dos veces más: en el versículo 21, cuando se habla sobre ani- males, y en los versículos 26 y 27, cuando se habla sobre la creación de la vida humana.
Los otros actos que Dios hizo durante lo que conocemos como “los seis días de la creación” son, probablemente, seis días de restauración, una restauración de la Tierra que Dios había crea- do originalmente. Un buen ejemplo de esto se encuentra en Géne- sis 1:11 cuando Dios dijo: “Produzca la Tierra hierba verde, hierba que dé semilla; árbol de fruto que dé fruto según su género, que su semilla esté en él, sobre la Tierra”.
Es bastante posible que estas semillas que brotaron y co- menzaron a producir muchas variedades de plantas ya estuvieran en la Tierra. La Tierra arruinada que Dios estaba restaurando po- siblemente contenía semillas que Dios solo hizo germinar, brotar y comenzar a dar fruto.
La Tierra “destruida” sobre la que leemos en el versículo 2 del capítulo 1 de Génesis se había inundado con agua. En ausencia de luz solar, esta agua se habría congelado. Si anteriormente ha- bía luz, que fue retirada a consecuencia del juicio, esto daría como resultado una “era del hielo” repentina y generalizada que habría acabado con toda o casi toda la vida.
Probablemente, esta capa de hielo que cubría los océanos y gran parte de la tierra habría aislado las extremas profundida- des del mar cerca de fuentes hidrotermales donde, posiblemente, podrían haber sobrevivido algunas formas de vida oceánicas. Esto podría explicar los peces que son “fósiles vivientes”, como el cela- canto, que se encuentra a grandes profundidades. Estas ideas son, por supuesto, solo especulaciones y no tienen ninguna base sólida en las escrituras.
Entonces, lo que podríamos tener en el primer capítulo de Génesis es un registro de que Dios restauró y recreó algo que Él alguna vez había hecho perfecto y completo, pero que destruyó debido a Satanás y su rebelión.
Aunque no podemos demostrar ninguna de estas cosas de manera concluyente y no es nada en lo que basar nuestra fe, creo que usted verá, a medida que procedamos, cómo eso sirve mucho más para explicar cosas que para generar dudas, y cómo esta com- prensión nos proporciona una imagen mucho más clara de lo que Dios está haciendo en la Tierra actualmente.
De hecho, un buen criterio para juzgar la veracidad de cier- tas enseñanzas puede ser: que sirvan más para explicar que para confundir, es decir, que amplíen nuestra revelación sobre los pro- pósitos de Dios en lugar de ocultarlos. Cualquier enseñanza sobre las escrituras que revele, ilumine y amplíe nuestra comprensión sobre Dios debería tener cierto peso.
LA CAPA DE AGUA
Un dato interesante que vale la pena mencionar es que, du- rante lo que conocemos como los “seis días de la creación”, Dios suspendió una capa de agua sobre la atmósfera que cubría toda la Tierra. Esto se muestra en Génesis 1:6-8, donde leemos: “Lue- go dijo Dios: Haya expansión en medio de las aguas, y separe las aguas de las aguas. E hizo Dios la expansión, y separó las aguas que estaban debajo de la expansión, de las aguas que estaban sobre la expansión. Y fue así. Y llamó Dios a la expansión Cielos”.
Entonces, se nos dice que Dios separó las aguas. Algunas las ubicó arriba, en el “cielo”, y otras las dejó debajo del cielo. Este “cielo” en particular es lo que conocemos hoy como el “aire” o la atmósfera. Aunque no sabemos cómo se hizo esto, podemos estar seguros de que se hizo.
Tener una capa suspendida de agua sobre la atmósfera produjo distintos efectos. Un resultado fue que el clima era muy diferente de lo que conocemos hoy. Lo que se entiende es que, du- rante el tiempo en que esta capa de agua estaba intacta, no llovía en la Tierra, sino que la vegetación se regaba con un rocío que sur- gía del suelo (Gén 2:5,6).
También puede ser que esta capa de agua actuara como el vidrio en un invernadero y que la Tierra estaba prácticamente en una misma temperatura, por lo que el clima no variaba mucho según la ubicación. Quizás otro resultado de esta capa de agua es que, en esos días, las personas vivían mucho más tiempo, aproxi- madamente diez veces más que nosotros hoy. Se puede teorizar que esto fue consecuencia de esta capa de agua suspendida.
Aunque nadie conoce con certeza cada causa del envejeci- miento, es posible que se agrave por la radiación y el bombardeo de partículas subatómicas que llegan a la Tierra desde el espacio exterior. Estas partículas literalmente están desgarrando nuestro cuerpo cada minuto de cada día.
Esta suspensión acuosa podría haber protegido a la Tierra y sus habitantes de tales cosas al absorber estos rayos y partícu- las. Hoy, por ejemplo, algunos materiales radiactivos se almace- nan bajo el agua porque el agua absorbe la radiación que emiten. Entonces, esta agua podría haber contribuido a la longevidad de las personas en esa época. Lo que sí sabemos ciertamente es que cuando se eliminó esta capa de agua, las edades máximas de las personas comenzaron a disminuir rápidamente.
Cuando Dios inundó la Tierra en los días de Noé, se nos dice que “las cataratas de los cielos fueron abiertas” (Gén 7:11). Por lo tanto, cuando ocurrió esta primera lluvia, se liberó el agua que estaba suspendida sobre el “cielo” o la atmósfera y llovió torren- cialmente sobre la Tierra, lo que la inundó por completo.
Cuando toda el agua se liberó y el sol comenzó a brillar una vez más, el primer arcoíris apareció como una señal de la fide- lidad de Dios (Gén 9:13). Naturalmente, ya que nunca había llovi- do antes, nunca pudo haber un arcoíris.
Inmediatamente después, las edades de los hombres co- menzaron a disminuir. Lo que sea que está bombardeando la Tie- rra desde el espacio comenzó a acumularse en el suelo, el ambiente y también en las plantas y los animales hasta alcanzar una especie de equilibrio.
Este proceso tardó unos pocos siglos, pero cuando estudia- mos las edades de los descendientes de Noé, es fácil ver la constan- te disminución hasta llegar a las edades que se aproximan a lo que vemos hoy. Así que parte del juicio de Dios sobre la humanidad durante los días de Noé fue quitar la capa protectora acuosa y, de esta manera, reducir la cantidad de días que cualquier hombre podría practicar maldad en la Tierra. Como ya se mencionó, parece que este juicio también se levantará durante la edad del Reino y los hombres volverán a vivir hasta edades mucho más avanzadas (consulte Is 65:20).
Otra idea incidental que se puede deducir es que la exis- tencia de esta capa de agua que protegía la Tierra de la radiación sesgaba en gran medida algunas de las técnicas científicas utili- zadas para determinar las edades de los fósiles y huesos de este período.
DEMONIOS Y ÁNGELES CAÍDOS
No sabemos con ninguna certeza cuándo cayó Satanás. Sin embargo, con nuestra nueva comprensión del segundo versículo de Génesis, vemos que podría haber sido mucho antes, quizás mi- llones de años antes de la creación del hombre. Lo que sí sabemos es que, poco después de que se creó al hombre, Satanás estaba en el Jardín del Edén en su estado caído.
¿Pero cuál fue esta primera Tierra, sobre la cual gobernó Satanás? Lo que los registros de fósiles parecen mostrar es que el primer mundo que se destruyó estaba lleno de vida animal y vegetal. La Tierra parece haber estado llena de dinosaurios, entre otras cosas, que parecen haber sido animales escamosos feroces, agresivos y «blindados».
Una explicación para esto podría ser que reflejaban la na- turaleza del ser que los gobernaba. Ciertamente, es difícil imaginar que reflejaran la naturaleza de Dios como lo hizo nuestra creación actual antes de la caída y como aún lo hace hoy en menor medida. (Aunque algunos insisten que el hombre primitivo y los dinosau- rios coexistieron, la evidencia de esto es muy escasa).
Cuando Dios juzgó a esa primera creación con una inun- dación de agua, todos los animales de la Tierra fueron destruidos. Esta es exactamente la imagen de la Tierra que se muestra en el segundo versículo de Génesis: la Tierra desolada, vacía, cubierta de tinieblas y sumergida bajo agua. Como ya se mencionó, en au- sencia de luz, esta agua se habría congelado, lo que produjo, así, un mundo muy desolado e inhabitable.
Esto nos podría explicar el origen de los demonios. Se le ha enseñado a la mayoría de los cristianos que los demonios son án- geles caídos. Eso no es necesariamente cierto. Aunque esta es una arraigada creencia tradicional en la Iglesia, no hay un versículo de las escrituras que indique tal cosa. Lamentablemente, esta co- rrelación se ha hecho, sobre todo, por conjeturas, y muchos lo han aceptado como un hecho, sin ninguna base bíblica.
Sin embargo, lo que sí sabemos es que en las escrituras exis- te una fuerte asociación entre los demonios (espíritus impuros) y el agua. Jesús enseñó que cuando un demonio se sale de un hombre, se desplaza por lugares secos buscando reposo (Mt 12:43). Parece que los demonios necesitan algún tipo de agua para tener “des- canso”. Cuando Jesús echó fuera la legión de demonios, le solicita- ron entrar en unos cerdos que se encontraban cerca. Estos cerdos, luego, se lanzaron por un despeñadero hacia el mar (Mc 5:12,13). Evidentemente, esos demonios estaban ansiosos por llegar allí.
También hay un versículo en Job que menciona lo siguien- te: “Se estremecen en las profundidades los espíritus de los muer- tos, los que habitan debajo de los mares” (Job 26:5 PDT). ¿Quiénes son estos “espíritus” si no son demonios? Es cuestionable que este versículo se refiera solamente a la cantidad limitada de marineros que habían muerto en el mar antes de que se escribiera el libro de Job.
Todos los muertos, ya sea que se ahoguen o mueran por otros medios, van al lugar que Dios tiene preparado para ellos, sea el hades o el seol. Aquellos que se ahogan no reciben un tratamien- to especial ni sus espíritus se quedan esperando en el fondo del mar. Por lo tanto, estos espíritus no pueden ser de hombres.
Entonces, podemos concluir que en la creación original ha- bía criaturas en la Tierra con cuerpos y espíritus. Después de un juicio de Dios, que parece haber sido una inundación de la Tierra, sus cuerpos se destruyeron, pero sus espíritus continuaron vivien- do bajo el agua. (Consulte Ec 3:21).
Estos podrían ser lo que ahora conocemos como los de- monios, los espíritus impuros. Se entiende, entonces, que estos es- píritus impuros son los espíritus incorpóreos de las criaturas que vivieron bajo el dominio caído de Satanás en la Tierra, el cual exis- tió antes de esta creación actual. Además, estos espíritus impuros viven, o prefieren vivir, en el agua.
(G. H. Pember, en el libro Earth's Earliest Ages, especula que estos seres que dieron lugar a los demonios eran criaturas simila- res a los hombres. De hecho, en la edición anterior de este libro, adopté esta idea como una posibilidad. Sin embargo, como los re- gistros de fósiles no han demostrado ninguna evidencia sólida de esto, mis opiniones han cambiado). Aunque, de nuevo, es posible que no podamos sacar conclusiones absolutas a partir de estas co- sas, existe evidencia bíblica que respalda estas teorías.
Esto también nos explicaría por qué los demonios desea- rían poseer o habitar en un cuerpo humano. Si alguna vez los es- píritus moraron en algún tipo de cuerpo y, luego, se volvieron in- corpóreos por el juicio de Dios, sin duda, querrían volver a habitar un cuerpo para sentirse cómodos. Además, cuando no están en un cuerpo, es posible que prefieran vivir en agua porque podría simu- lar con gran semejanza estar en un cuerpo físico compuesto entre un 55 % y un 60 % de agua.
Otro versículo importante se encuentra en Apocalip- sis 20:13, donde se nos habla sobre el juicio final venidero. Leemos: “Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Ha- des entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras”.
Me gustaría presentarle la idea de que todos los seres hu- manos muertos (estos no pueden ser creyentes, pues la resurrec- ción de los creyentes ocurre 1000 años antes), ya sea que hayan muerto por ahogamiento u otros medios, están en “la muerte y el Hades”. No están en el mar. Por lo tanto, los “muertos en el mar” deben ser otra especie de criatura. Curiosamente, estos son resuci- tados primero, quizás son juzgados antes porque también fueron creados antes.
Por otro lado, los ángeles fueron creados superiores a los seres humanos. Leemos que los hombres fueron creados un poco menores que los ángeles (Sal 8:5). Aparentemente, pueden apare- cer en forma corpórea cuando lo deseen. No necesitan ni desean poseer un cuerpo humano.
También se nos dice que los ángeles caídos viven, no en el mar, sino en el aire (Ef 2:2). Estos hechos nos muestran que los ángeles caídos, que gobiernan este mundo con Satanás, tienen su morada en la atmósfera, el aire, y no en el agua ni en el mar.
La imagen completa de los enemigos de Dios, los demo- nios en el mar y los ángeles caídos en el aire, se presenta claramen- te por el pasaje que describe a Jesús atravesando el mar en una barca (Mc 4:35-41). Las olas (hogar de los demonios) se levantaron y el viento (el dominio de los ángeles caídos) sopló mientras Jesús dormía, aparentemente en un esfuerzo por destruirlo. Cuando se despertó, los reprendió y les dijo: “Calla, enmudece” (versículo 39). Jesucristo tiene plena autoridad sobre los ángeles y los demonios.
¿Por qué es importante comprender la diferencia entre los ángeles caídos y los demonios? Es importante porque necesitamos saber con qué tipo de espíritu estamos lidiando. En nuestra gue- rra contra el mal, debemos ser conscientes de qué tipo de fuerzas enfrentamos. Si erramos en esta comprensión, podemos terminar practicando muchas cosas ridículas e incluso dañinas.
Quizás en su andar con el Señor ha tenido algunas expe- riencias que esta nueva interpretación podría ayudar a explicar. A partir de la lectura del Nuevo Testamento sabemos que Jesús les dio a Sus seguidores una autoridad absoluta sobre los espíritus im- puros, los demonios. Jesús, y más tarde Sus discípulos, los echaban fuera con una palabra.
Sin embargo, a veces nos vemos acosados y atacados por fuerzas espirituales que, cuando las reprendemos, no obedecen al instante nuestras órdenes. A menudo, nos encontramos involucra- dos en una lucha espiritual que no se resuelve simplemente con “una palabra”.
Una explicación lógica para esto es que no son demonios en absoluto, sino ángeles caídos: los principados y las potestades contra los que estamos luchando. Aunque tenemos el poder de ga- nar estas batallas, en la actualidad no se nos ha dado la autoridad total sobre nuestros antagonistas. Pablo dice que “luchamos” con- tra principados y potestades (Ef 6:12). Nuestra guerra contra ellos es una lucha. Si tiene autoridad completa sobre alguien más, no hay necesidad de luchar.
Por otro lado, nuestra guerra con los demonios es una de absoluta autoridad y mando. Cuando los reprendemos, ellos hu- yen. Por lo tanto, si usted puede reprender a espíritus malignos que lo molestan y estos huyen, esto puede indicar que eran fuerzas demoníacas. Pero, por otro lado, si usted se da cuenta de que debe luchar, esforzarse, resistir y buscar la ayuda de Dios durante un largo período, es probable que luche contra los ángeles caídos so- bre los que hablan las escrituras.
No estoy diciendo que no podemos ganar estas batallas, sino que las guerras y las victorias son diferentes y aquellos que están caminando con el Señor deben entenderlas claramente.
Hoy en día, hay algunos creyentes que, al no darse cuen- ta de las afirmaciones anteriores, han seguido una política de re- prender e incluso insultar al diablo y a sus ángeles. He estado en algunas reuniones de oración en las que los creyentes insultaban al diablo y se burlaban de él; gritaban, “lo ataban” y lo reprendían a él y a sus secuaces con mucho volumen, y hasta con autoridad.
Esta es una actividad sobre la que se advierte tanto en 2 Pedro 2:10 como en Judas 8. Aquí encontramos fuertes amones- taciones contra “despreciar la autoridad” o “maldecir a los seres celestiales” (NVI). “Despreciar” significa “desdeñar, considerar indigno de aprecio”. La “autoridad” aquí se refiere a los seres glo- riosos o ángeles. Algunas traducciones utilizan la palabra “potes- tad” en lugar de “autoridad”, pero los versículos que siguen en esta amonestación hacen evidente que esto se refiere al diablo y a sus ángeles. Nos dicen que esta acción de “despreciar” es algo ri- dículo y carnal que ni los mayores y más santos ángeles se atreven a hacer.
Hermanos, seamos cuidadosos en nuestra guerra con el enemigo y actuemos según el Espíritu y no según la carne. Debe- mos tener cierto discernimiento del Señor para saber exactamente a qué tipo de enemigos nos estamos enfrentando.
No se deje engañar por prácticas e ideas tontas y dañinas, más bien enfoque su atención en el Señor Jesucristo, sírvale con su vida y resista los avances del diablo en todo momento.
Ahora, antes de que nos alejemos demasiado de nuestro tema, volvamos al tema principal. Después de la primera obra de creación de Dios, la Tierra original fue corrompida por la caída de Satanás y su rebelión contra Dios junto con todas las criaturas de la Tierra. Dios entonces juzgó esa Tierra, destruyéndola con una inundación. Más adelante, Dios se propuso restaurar y recuperar para Sí mismo esta Tierra arruinada y corrompida.
No ha permitido y no permitió que el diablo Lo derrotara. Simplemente comenzó el desarrollo de Su plan para este mundo: restaurarlo para Sí mismo, afirmar Su legítima autoridad y llenarlo de nuevo con seres que Le sean obedientes. Esto es de lo que habla- remos en el próximo capítulo.
El análisis anterior ha sido un esfuerzo por dar contexto y preparar el camino, por decirlo de alguna manera, para lo que ve- remos en el resto de este libro. Si queremos comprender los propó- sitos de Dios para la Tierra, es esencial que conozcamos su historia.
El Reino de Dios, Su señorío sobre la Tierra, es algo que definitivamente está en Su corazón. La perspectiva de la Tierra que se presentó aquí debe ser de gran ayuda para comprender por qué Dios está intentando establecer nuevamente Su autoridad sobre ella.
Para que Él derrote completamente a Su enemigo, debe recuperar el control del territorio usurpado. No basta con solo salvar unas pocas almas y llevárselas al cielo. Esta Tierra, junto con sus habitantes, debe estar completamente sujeta a Su autoridad. Y sa- bemos que este plan se completará cuando Jesús regrese a reinar. El Reino de Dios vendrá a la Tierra por fin.