Ministerio Grano de Trigo

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Venga Tu Reino


"Señor, Señor"

UNA PUBLICACIÓN DE MINISTERIO “GRANO DE TRIGO”

Escrito por David W. Dyer

ÍNDICE

Capítulo 1: Venga tu reino

Capítulo 2: Los dos "reinos"

Capítulo 3: Una breve cronología

Capítulo 4: El día del Señor

Capítulo 5: En el comienzo

Capítulo 6: El fracaso del hombre

Capítulo 7: El reino de Dios está entre vosotros

Capítulo 8: "Señor, Señor"

Capítulo 9: Una recompensa justa

Capítulo 10: Perdón y juicio

Capítulo 11: El hijo varón

Capítulo 12: Viviendo en la victoria

Capítulo 13: Obras de fe

Capítulo 14: Una palabra de aliento

Conclusión



Capítulo 8
"Señor, Señor"

El capítulo que está a punto de leer aborda un tema de extrema importancia. Es un asunto que es de gran relevância para cualquiera que cree en Jesucristo. Es un tema que no se entiende muy bien en estos tiempos y sobre el cual muchos tienen algunas ideas erróneas e incluso confusiones arraigadas.

Por lo tanto, me gustaría pedirle a todos los lectores que presten especial atención a lo que se dice. Lea estas palabras con una mente abierta y un corazón que verdaderamente esté tratando de conocer la verdad. No llegue a conclusiones instantáneas, más bien lea todo el capítulo antes de formar su propia opinión sobre estas cosas.

De hecho, lo instaría a que también lea cuidadosamente los demás capítulos posteriores a este, porque este tema es tan impor- tante que lo exploraremos con detalle. Ningún otro tema del que tengo conocimiento en las escrituras ha sido tan descuidado y ma- linterpretado por los hijos de Dios en estos tiempos. Que el Señor agregue Su bendición a estas palabras.

Es bien sabido para la mayoría de los cristianos que, cuan- do una persona nace de nuevo, recibe vida eterna. Esto significa que, en la eternidad, estará con el Señor. Es mi creencia que todos los verdaderos creyentes morarán con Cristo para siempre. Una vez que recibimos a Jesucristo, ningún hombre o ángel puede ale- jarlo de nosotros. Él mismo nos promete que nunca nos desampa- rará ni nos dejará (Heb 13:5). Su plan es que todos Sus hijos estén con Él por la eternidad.

Las escrituras dicen: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo” (He 2:21). Esto significa que son rescatados del juicio eterno de Dios y morarán con el Señor para siempre. Se- gún mi entendimiento, las escrituras proporcionan una base am- plia para confiar en esta postura.

Sin embargo, hay muchos que creen, quizás incluso algu- nos de ustedes, lectores, que pueden “perder su salvación” o, en otras palabras, perder su nuevo nacimiento. No tengo la intención de iniciar un argumento teológico con estos queridos hermanos. Por lo general, estos debates no son muy fructíferos en el sentido espiritual.

Solo me gustaría señalar que muchos de los versículos que se utilizan para respaldar esta postura no están abordando real- mente el tema de la nueva vida en absoluto, sino que hablan del Reino venidero. A medida que seguimos con nuestro estudio, verá que hay muchos otros versículos que detallan algunas consecuen- cias muy graves de la desobediencia. Sin embargo, cuando obser- vamos con atención estos pasajes de las escrituras con el Reino en mente, descubrimos que la mayoría de estos versículos hablan cla- ramente sobre el Milenio, no sobre la eternidad.

Quizás usted sea uno de los que cree que su renacimiento espiritual y el de los demás están en peligro constantemente. No creo que sea esencial convencerlo de mi postura. Solo le pediría, respetuosamente, que termine de leer los capítulos siguientes con una mente abierta para encontrar, quizás, una comprensión dife- rente de muchos pasajes bíblicos de la que había tenido antes.

Con esto en mente, existe un hecho esencial que necesita- mos conocer. Si bien creo que la vida eterna es eterna, aunque es posible que otros no lo crean, la Biblia deja clarísimo otro tema. Y ese es que no todos los cristianos entrarán en el Reino Milenial venidero.

Permítame repetir esto. Las escrituras sagradas nos ense- ñan claramente que no todos los creyentes participarán en el Rei- no venidero de Cristo. Algunos pueden nacer de nuevo. Pueden ser los hijos de Dios. Pero a muchos de los que son de Dios no se les permitirá entrar en Su Reino venidero. Esta es una verdad escritural que revisaremos juntos. Mientras abrimos la palabra de Dios, abramos también nuestros corazones para que Él pueda re- velarnos Sus propósitos.

Recordando, una vez más, que las palabras “el reino de los cielos” no se refieren al “paraíso”, sino al Reino Milenial, leamos Mateo 7:21. “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos”.

Por un lado, acabamos de leer que “todo aquel que invo- care el nombre del Señor, será salvo” (He 2:21). Cualquier persona que llame a Su nombre puede nacer de nuevo. Sin embargo, por otro lado, no todos los que lo llamen entrarán en Su Reino. Aquí hay otra calificación: aquellos que entran deben hacer la voluntad de Dios o, en otras palabras, ser obedientes a Él.

Considere esto cuidadosamente. Aunque todos los creyen- tes estarán en la eternidad, no se les permitirá a todos entrar al Reino de 1000 años de Jesucristo, sino solo a aquellos que sean obe- dientes. ¿Le sorprende esto? ¿Debería sorprenderlo? Ciertamente, tiene sentido que Jesucristo desee, como parte de Su Reino terre- nal, solo a aquellos que lo han obedecido y le sirvieron fielmente mientras vivían en la Tierra.

Seguramente no desea que Su administración celestial esté llena de personas perezosas, irresponsables y rebeldes. No, solo aquellos que sean obedientes y fieles entrarán en el Reino Milenial de Jesucristo y reinarán con Él.

La razón de esto es muy simple. No se puede contener la rebelión con personas rebeldes como sus representantes. No pue- de tomar a un ladrón y convertirlo en el presidente de un banco. No puede utilizar a una persona infiel para ayudar a otros a ser fieles. Simplemente no funcionará. Por lo tanto, para que Jesús es- tablezca Su Reino en la Tierra, primero debe establecerlo dentro de aquellos a través de los cuales reinará. Este es el aspecto del Reino de Dios que se está llevando a cabo hoy.

Hablaremos más sobre este tema en los próximos capítu- los, pero, por ahora, debemos pasar un tiempo viendo pasajes de las escrituras que nos enseñan esta verdad tan importante.

LAS DIEZ VÍRGENES

Tal vez una de las secciones de la Biblia que más claramente se aplica a este tema sea la parábola de las diez vírgenes. Esta parábola se encuentra en el capítulo 25 de Mateo, desde el versículo 1. Una vez más, recordando que “el reino de los cielos” no es el “cielo”, leamos juntos:

“Entonces el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que tomando sus lámparas, salieron a recibir al esposo. Cinco de ellas eran prudentes y cinco insensatas.

Las insensatas, tomando sus lámparas, no tomaron consigo aceite [adicional]; mas las prudentes tomaron aceite en sus vasijas, juntamente con sus lámparas. Y tardándose el esposo, cabecearon todas y se durmieron.

Y a la medianoche se oyó un clamor: ¡Aquí viene el esposo; salid a recibirle! Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron, y arreglaron sus lámparas.

Y las insensatas dijeron a las prudentes: Dadnos de vuestro aceite; porque nuestras lámparas se apagan. Mas las prudentes respondieron diciendo: Para que no nos falte a nosotras y a vosotras, id más bien a los que venden, y comprad para vosotras mismas.

Pero mientras ellas iban a comprar, vino el esposo; y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas; y se cerró la puerta. Después vinieron también las otras vírgenes, diciendo: ¡Señor, señor, ábrenos!

Mas él, respondiendo, dijo: De cierto os digo, que no os conozco. Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir" (Mt 25:1-13).

Esta es una parábola muy interesante y esclarecedora. Es una parábola sobre el Reino y el aspecto del mismo como "banquete de bodas" (vs. 10)”. El hecho de que sea una parábola que se aplica a los cristianos, a los verdaderos creyentes, también se hará evidente a medida que estudiemos este pasaje.

(No permita que nadie le diga que estos versículos se aplican solo a los judíos o que no son para esta dispensación actual. Decir algo así es hacer que este pasaje bíblico prácticamente no tenga sentido para los creyentes y cegar sus ojos a la verdad que se revela en él).

¿Quiénes son estas diez vírgenes y qué significa esta parábola? Sabemos, por las escrituras, que la virginidad es un término que se aplica a los creyentes. Pablo dijo que había prometido en matrimonio (desposado) a ciertos creyentes "como una virgen pura a Cristo" (2 Co 11:2).

La virginidad aquí significa pureza, santidad y una vida inmaculada. Esta es una referencia que se hace de los creyentes que se han lavado en la sangre del Cordero, que han sido limpiados de toda su profanación y que ahora son santos y puros ante el Señor.

Estas diez mujeres eran vírgenes. La única diferencia entre ellas es que cinco eran prudentes y cinco eran insensatas. La Biblia no dice que cinco se salvaron y cinco no se salvaron, ni que cinco eran buenas y cinco eran malvadas. Solo leemos que cinco eran prudentes y cinco eran insensatas.

Todas las diez vírgenes tenían al menos un poco de aceite en sus lámparas. Esto se demuestra por el hecho de que, antes de que se quedaran dormidas, todas sus lámparas estaban encendidas, de lo contrario, no se podrían estar apagando más tarde (vs 8). Una mecha de lámpara sin aceite se habría apagado casi inmediatamente.

Las prudentes tenían más aceite en sus "vasijas" (vs 4), mientras que las insensatas, aparentemente, tenían solo un poco en sus lámparas. Las "vasijas" deben haber sido un recipiente de aceite adicional que trajeron para reponer sus lámparas cuando surgiera la necesidad.

Este aceite que tenían es un tipo del Espíritu Santo. En el Antiguo Testamento, se instruyó a los sacerdotes a través de Moisés que mezclaran un aceite de unción (Ex 30:22-25) que simbolizaba el Espíritu Santo que Dios ahora ha derramado. De estas diez personas, todas tenían aceite. Todas habían participado del Espíritu Santo.

Observe también que cada una de estas lámparas estaba encendida y ardiendo. Las escrituras dicen: "Lámpara de Jehová es el espíritu del hombre, la cual escudriña lo más profundo del corazón" (Pr 20:27). El espíritu del hombre es donde el Espíritu Santo habita en una persona que ha nacido de nuevo.

En 1 Corintios 6:17 leemos lo siguiente: "Pero el que se une al Señor, un espíritu es con Él". La unión del Espíritu de Dios con el del hombre produce el encendido de una llama espiritual en cada creyente que comienza a darles una luz sobrenatural. Seguramente estas vírgenes que tenían aceite en sus lámparas y cuyas lámparas ardían debían ser creyentes regeneradas y nacidas de nuevo.

Otra cosa que nos dice que estas eran creyentes es que estaban esperando por el novio. Nadie que no sea creyente está esperando por el novio. Solo aquellos que Lo conocen y Lo aman Lo están esperando. Leemos en el versículo 5 que, mientras el novio se tardaba, todas se quedaron dormidas. De manera simbólica, todos estos creyentes murieron mientras aún estaban esperando a su Señor.

Pero, a la medianoche, se oyó un clamor: "¡Aquí viene el esposo; salid a recibirle!" y se despertaron. Las escrituras dicen: "Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados" (Dn 12:2). Cuando el Señor regresó, estos creyentes fueron resucitados y levantados de entre los muertos para reunirse con el novio.

Otra prueba positiva de que todas estas "vírgenes" eran cristianos reales es que solo los creyentes serán resucitados cuando Jesús regrese. Preste mucha atención a esto, ya que es una verdad muy importante y tiene un fuerte impacto en la comprensión adecuada de las escrituras. ¡Los no creyentes no serán raptados! Los que no son cristianos no serán resucitados accidentalmente cuando Jesús regrese. Por lo tanto, no existe la posibilidad de que algún no creyente intente entrar al banquete de bodas. Ningún no creyente podría estar fuera de la puerta clamando "Señor, Señor" para que lo dejen pasar. Aquellos que no creen no serán resucitados hasta 1000 años después, en lo que se conoce como el juicio del "gran trono blanco". Por lo tanto, la única posibilidad es que estas vírgenes sean creyentes.

NUESTRA VERDADERA CONDICIÓN

Pero aquí vemos que, después de su resurrección, algunas de estas vírgenes comenzaron a notar su verdadera condición espiritual. Estaban en problemas. Carecían de aceite y sus lámparas se estaban apagando. No habían pagado el precio de ir y comprar mientras seguían viviendo. Evidentemente, todas tuvieron la oportunidad, pero cinco de ellas fueron insensatas.

Sin duda, mientras vivían su vida en este planeta, decidieron complacerse a sí mismas. No buscaron el rostro del Señor y hacer Su voluntad. No pagaron el precio necesario para estar llenas del aceite del Espíritu Santo. Su insensatez las hizo ser desobedientes, negligentes y despilfarradoras de su tiempo y energía.

Por lo tanto, cuando el novio llegó y entró al banquete de bodas, estas cinco vírgenes se quedaron afuera. A aquellas que habían sido obedientes, que habían recibido el aceite necesario, se les permitió entrar. Pero a aquellas que eran desobedientes, infieles y perezosas en sus andares, las otras les dijeron que fueran a comprar, que fueran y pagaran el precio requerido. Mientras salieron, la puerta se cerró y, cuando volvieron y tocaron la puerta, no las dejaron entrar.

Este pasaje corresponde exactamente al otro que ya habíamos citado que dice que no todos los que dicen que Jesús es su Señor entrarán en el Reino, sino aquellos que hacen la voluntad del Padre.

Esta es una verdad inmensamente aleccionadora. Es una que todo creyente debe considerar seriamente. Si somos infieles y desobedientes en nuestras vidas individuales, el Hijo del Hombre vendrá en un momento en el que no lo estemos esperando (Lc 12:46) y no nos encontrará preparados. Dado que no todos los cristianos podrán entrar, ¿cómo debería afectar este conocimiento a nuestra vida diaria? Mi esperanza es que esta realización ilumine a algunos que solo se complacen a sí mismos, que se arrepientan y que comiencen a vivir desde este momento para su Rey.

"NO OS CONOZCO"

No cabe duda de que debemos tomarnos un momento aquí para hablar sobre una frase utilizada en esta parábola que podría causar malentendidos, la cual se escucha que el Señor dice: "No os conozco". Estas palabras se encuentran tanto en el pasaje en el que leemos que “no todos entraremos al Reino” como en esta parábola sobre las diez vírgenes.

Algunos insisten en que, debido a que Jesús dice que no conoce a estas personas, no podrían ser Sus hijos. Argumentan: ¿cómo podría decir "No os conozco" si Él los había engendrado? Preste especial atención a la respuesta, ya que es muy importante. Hay varias razones que explican esta declaración del Señor.

Para empezar, la palabra "conocer", la palabra griega que se usa aquí, se traduce en otro lugar como "entender". En Romanos 7:15, Pablo dice: "Porque lo que hago, no lo entiendo". Esto significa que no aprobó hacerlo. Esta palabra también se puede traducir como "certificar", de acuerdo con W. E. Vine en su Diccionario Expositivo de Palabras del Nuevo Testamento.

Con esta otra traducción posible, Jesús está diciendo en estos pasajes: "No os certifico". "No has cumplido el estándar y, por lo tanto, no te certifico ni te apruebo". Estas personas que eran insensatas, poco fieles y que no hacían la voluntad de Dios mientras estaban vivas no recibieron la certificación, la aprobación ni el permiso de Dios cuando vino a establecer Su Reino Milenial.

Obviamente Dios conoce a todos los que han existido en la Tierra. Él conoce sus nombres y todas las cosas que han hecho. Pero cuando se trata de heredar Su Reino, solo reconocerá a aquellos que han sido fieles y obedientes.

¿El Señor Jesús negaría que conoció a algunos de Sus propios hijos? Sí, lo haría. Es una de Sus promesas solemnes que, con seguridad, es cierta. Dice claramente que: "a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también le negaré [o desheredaré] delante de mi Padre que está en los cielos" (Mt 10:33). Esto significa que Él negará que nos conoció. Él negará tener conocimiento de nosotros porque nosotros Lo negamos.

¿Qué significa negarlo? Significa que, mediante nuestras vidas, incluidas nuestras actitudes, palabras, acciones y decisiones, negamos Su reinado, Su señorío y Su justa autoridad sobre nosotros. En resumen, fuimos hijos desobedientes.

No es necesario que diga tal cual "niego a Jesús" para negarlo. Todo lo que debe hacer es ignorarlo y negar que tiene autoridad alguna sobre su vida.

No me malinterprete; nuestra negación de Jesús puede ser verbal y externa, pero fácilmente puede ser no verbal e interna, manifestarse en terquedad, desobediencia y una vida egoísta. Las personas que viven sus vidas de esta manera son aquellas a quienes Jesucristo les dirá: "Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad [rebelión, pecado, desobediencia]" (Mt 7:23).

Esta situación podría compararse con una mujer que tuvo un hijo. Amaba mucho a su hijo y lo crio de la mejor forma que pudo. Pero, cuando este creció, se volvió desobediente. Imaginemos que se convirtió en un asesino, un ladrón, un violador, un drogadicto y estuvo involucrado en males de todo tipo. Obviamente, su madre estaba avergonzada de él.

Supongamos que, después de muchos años, este hombre volvió a casa y dijo: "Hola, mamá, ¿cómo estás? ¿Me puedes prestar dinero?"

Esta mujer probablemente diría: "No te conozco. Niego que tú seas mi hijo. Me avergüenzo de ti por tu desobediencia, tu rebelión y tus obras malvadas, renuncio a haberte conocido. Te prohíbo entrar a mi casa". Así es como será en el día del regreso del Señor con aquellos que han actuado de forma insensata y perversa.

EL EVANGELIO DEL REINO DE PABLO

Ahora pasemos a varios otros pasajes de las escrituras que dicen, específicamente, quién heredará o no el Reino de Dios. En el capítulo 6 de 1 Corintios encontramos tal pasaje. Aquí, Pablo, el apóstol, dice:

"¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios. Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios. Todas las cosas me son lícitas, mas no todas convienen; todas las cosas me son lícitas, mas yo no me dejaré dominar de ninguna" (1 Co 6:9-12).

Lo que Pablo les dice a estos creyentes es que, si siguen participando en la rebelión y en el pecado en los que una vez participaron antes de conocer a Jesucristo, no heredarán el Reino de Dios. Les recuerda que, dado que saben que las personas que practican estas cosas no heredarán el Reino, tampoco deberían esperar heredarlo si siguen practicándolas. Aunque las practicaron antes, ahora han sido limpiados y no deberían volver a practicarlas.

¿Para qué otro motivo escribiría este pasaje a estos cristianos? Seguramente todos ya sabían que los pecadores no creyentes no heredarán el Reino de Dios. Pero aquí está hablando específicamente sobre los creyentes que practican diversos pecados de forma continua y sin arrepentirse.

Debido a que esto es así, debemos tener cuidado de no vivir de las mismas maneras antiguas, porque si lo hacemos, no heredaremos el Reino. Oro francamente para que ningún cristiano se deje engañar por esto. Nadie que viva una vida desobediente entrará en el Reino de Dios.

Un pasaje en Gálatas 5, que comienza en el versículo 19, dice esencialmente lo mismo: "Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios". (Gal 5:19-21).

¿Conoce a algún cristiano que esté involucrado en este tipo de pecados? ¿Practica usted mismo estas cosas? Si lo hace, puede estar seguro de que no heredará el Reino. No accederá a todo lo que Dios ha preparado para usted. Aunque normalmente pensamos en los no creyentes como las personas que hacen estas cosas, es una vergüenza decirlo, pero es cierto que hay muchos cristianos que todavía las practican.

Comencemos con la primera palabra en el versículo 21, "envidia". ¿Cuántos de nosotros envidiamos a otros y estamos celosos de lo que tienen y quiénes son? ¿Cuántos de nosotros tenemos odio en nuestros corazones hacia otra persona? ¿O cuántos de nosotros amamos discutir por ciertas enseñanzas doctrinales?

¿Podría ser que algunos de nosotros "servimos a Cristo" con algún tipo de ambición egoísta como nuestra motivación? ¿No sabe que aquellos que practican estas cosas no heredarán el Reino de Dios? Le escribo para advertirle, para decirle claramente que no todos entrarán, sino solo aquellos que sean obedientes.

No solo hay creyentes que discuten, envidian y odian, sino que también me he dado cuenta de que hay literalmente miles de hombres y mujeres cristianos que cometen fornicación y otros pecados sexuales con regularidad.

También hay innumerables personas que dicen conocer a Jesús, pero que pasan incontables horas en bares, bebiendo y participando en la atmósfera, los chistes y las conversaciones mundanas. La triste verdad es que muchas de las personas que "vienen a la iglesia" el domingo por la mañana hacen otras cosas durante la semana que entristecerían profundamente a cualquier persona que ame de verdad al Señor. Estas personas no entrarán al Reino de Dios hoy.

Incluso es cierto que existe un número creciente de cristianos que consumen marihuana y otras drogas y afirman que mejoran su experiencia "espiritual". Esta es una vil mentira. Y es este tipo de actividades sobre las que hablan las escrituras. Nadie que haga estas cosas entrará en el Reino, sino solo aquellos que hagan la voluntad del Padre.

LA HISTORIA DE ESAÚ

Quizás recuerde la historia de Esaú. Fue el primer hijo de Isaac y, por ser el primogénito, era el heredero legítimo de todo lo que su padre tenía. Sin embargo, después de regresar de cazar un día, estaba cansado y hambriento. Su hermano Jacob acababa de preparar una deliciosa sopa de frijoles.

Entonces, Esaú empezó a negociar con Jacob. Él intercambió su derecho de nacimiento, es decir, su derecho a ser el primero en heredar de su padre, por la comida. Intercambió algo de valor extremo por gratificación física, temporal y mundana.

Más tarde, cuando lo pensó mejor, cambió de opinión y quería recuperar su primogenitura. Él se arrepintió y lloró, pero era demasiado tarde. Ya se había vendido por un precio muy barato. Esta historia todavía es relevante para nosotros hoy.

Hebreos 12:15,16 nos exhorta a lo siguiente: "Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados; no sea que haya algún fornicario, o profano, como Esaú, que por una sola comida vendió su primogenitura".

Esta es una representación exacta de cómo será cuando Jesús regrese. Hay muchos creyentes en la Iglesia de hoy que están intercambiando su derecho a heredar el Reino junto a Jesucristo por placeres terrenales. Satisfacen su carne con distintos tipos de pecado e imaginan que mañana podrán reinar y gobernar con Cristo.

Sin embargo, estas personas serán excluidas del Reino. No se les permitirá entrar, incluso cuando lloren con lágrimas y arrepentimiento, "... allí será el lloro y el crujir de dientes" (Mt 25:30).

Tenga en cuenta aquí cómo el autor enfatiza especialmente los pecados sexuales. Es muy fácil pensar que estas cosas no importan. Que "bocado" tan pequeño puede parecer un poco de placer sexual para nuestros propios ojos. No obstante, cuando la tentación ataca, cuando nuestra carne clama con cada célula por gratificación sensual, recordemos lo que está por venir. Nuestro destino depende de nuestras decisiones. Para muchos creyentes desobedientes, habrá lloro y crujir de dientes ese día.

No estoy diciendo que no pueda arrepentirse. Seguramente podrá hacerlo HOY. Pero cuando los cielos se abran y Jesús aparezca en Su gloria, será demasiado tarde. Por lo tanto, aproveche esta oportunidad, ahora mismo, para arrepentirse completamente de todo aquello en lo que participa que no glorifica a Dios. Cambie su forma de pensar y sus actividades para ajustar su vida a Su voluntad. De esta manera, y solo de esta manera, estará listo cuando Él venga y podrá entrar con Él en Su Reino y gloria.

Ahora, leamos juntos el capítulo 5 de Efesios, comenzando por el versículo 1. Aquí, una vez más, Pablo les escribe a los creyentes:

"Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados. Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante. Pero fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como conviene a santos; ni palabras deshonestas, ni necedades, ni truhanerías, que no convienen, sino antes bien acciones de gracias. Porque sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios" (Ef 5:1-5).

Creo que estos versículos hablan por sí mismos. Es muy cierto que en Jesucristo podemos ser lavados de estos pecados, que Su sangre está disponible hoy para limpiarnos por completo. Sin embargo, me gustaría aclarar que solo los que se arrepienten y confiesan sus pecados serán los que Dios limpiará (1 Jn 1:9).

Aquellos que sean infieles, rebeldes, desobedientes y que continúen pecando sin arrepentirse sufrirán las consecuencias. Cierto, si son creyentes, han escapado de la ira de Dios y del juicio eterno, pero las escrituras nos dicen claramente que no heredarán el Reino Milenial.

En 1 Juan, capítulo 2, versículo 28, encontramos una advertencia muy grave. Este versículo verifica todo lo que hemos estado entendiendo. Leamos la versión RVR1960 de este versículo: "Y ahora, hijitos, permaneced en Él, para que cuando se manifieste, tengamos confianza, para que en Su venida no nos alejemos de Él avergonzados". Merece la pena destacar el uso de la palabra "alejemos", esta palabra del griego se puede traducir como "desde", "lejos de", "alejado" o "separado". Algunos traductores lo traducen de otras maneras, pero esto es lo que dice el versículo realmente.

QUIÉN ENTRARÁ

¿Quién entrará al Reino de Dios? Serán aquellos que hayan sometido sus vidas completamente a Jesucristo y Le permitan expresar Su vida y naturaleza a través de ellos. Jesús enseñó esto: “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mt 5:3). “Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la Tierra por heredad” (Mt 5:5). "Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos" (Mt 5:10).

Las personas que son humildes, que son mansas, que son obedientes y que se someten al reinado celestial de Jesucristo son aquellas que poseerán la Tierra cuando Él regrese. Son a quienes Él les dirá: "Bien, buen siervo y fiel [...] entra en el gozo de tu señor" (Mt 25:21).

Un pasaje en 2 Pedro también nos habla claramente sobre este tema. Comenzando por el versículo 9 del capítulo 1, leemos: "Pero el que no tiene estas cosas tiene la vista muy corta; es ciego, habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados. Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás. Porque de esta manera os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo" (2 Pe 1:9-11).

"El que no tiene estas cosas" es alguien insensato, perezoso e irresponsable en su relación con Jesús. Pedro nos explica aquí que, si hacemos la voluntad del Señor, nuestro derecho a entrar a Su Reino está garantizado.

¡Alabado sea Dios! Qué día tan glorioso será cuando todos aquellos que aman a Jesucristo, que esperan con ansias Su venida y que le han servido durante sus vidas, accedan al gozo y la abundancia que está preparando. Aleluya, qué gloria será ver a todos esos santos fieles, algunos de los cuales incluso han perdido sus vidas por el Reino de Dios, acceder a esta maravillosa experiencia de banquete y reinado de 1000 años.

LOS HIJOS DE ISRAEL

Todo lo escrito en las escrituras está escrito para nuestro beneficio. Por lo tanto, puede ser bueno para nosotros pasar un poco de tiempo pensando en los hijos de Israel. Después de cientos de años de servidumbre en Egipto, Dios los rescató. Envió a Moisés y los libró de su pesada carga de esclavitud ante los caprichos de un rey terrenal.

Después de liberarlos milagrosamente, los guio a través del desierto hacia la "tierra prometida". Fue en esta tierra donde, finalmente, podían reposar y vivir una vida de bendición y productividad.

Sin embargo, la mayoría de ellos se rebelaba continuamente contra Dios. Rechazaron Sus palabras y fueron desobedientes. Por lo tanto, Dios juró que nunca accederían a este "reposo" y que morirían en el desierto.

El autor de Hebreos hace referencia a esta parte de la historia judía con gran detalle para dejar claro un punto muy importante y aleccionador. A partir del capítulo 3, comienza a citar las escrituras del Antiguo Testamento y, en general, desarrolla un paralelismo entre lo que sucedió con los hijos de Israel y lo que sucederá también con los creyentes. Usó la historia judía para dejar claro un punto extremadamente importante.

Aquí, el autor habla del futuro reposo, el reposo del séptimo día, es decir, el Reino Milenial (Heb 4:4,5). Él se refiere al Día del Señor, Su día de reposo que está por venir.

Con esta conexión, él dice, desde el principio del versículo 1 del capítulo 4: "Temamos, pues, no sea que permaneciendo aún la promesa de entrar en Su reposo, alguno de vosotros parezca no haberlo alcanzado" (Heb 4:1). Este "vosotros" mencionado aquí debía referirse a los creyentes, ya que es para ellos que estaba escribiendo.

El versículo 9 dice: "Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios" (Heb 4:9). El versículo 11 declara: "Procuremos, pues, entrar en aquel reposo, para que ninguno caiga en semejante ejemplo de desobediencia" (Heb 4:11).

Aquí, el autor de Hebreos dilucidó para nosotros, de forma clara y cuidadosa, exactamente la misma verdad que hemos estado estudiando. Esta verdad es que es muy posible que alguien vuelva a nacer, sea realmente un hijo de Dios, pero que no se le permita entrar al Reino venidero, el reposo venidero. Las razones para no entrar son las mismas que las de los hijos de Israel: incredulidad y desobediencia.

Los exhorto a que todos lean cuidadosamente los capítulos 3 y 4 de Hebreos y vean cómo este pasaje se aplica específicamente al Reino venidero; cómo el reposo, la victoria sobre el enemigo y el disfrute de Cristo en Su gloria venidera son cosas que requieren esfuerzo de nuestra parte para que podamos acceder a ellas.

Nuestra entrada al Reino requiere diligencia y fidelidad. Aquí se escribe, con bastante claridad, que es posible "no haberlo alcanzado" o, en otras palabras, no poder acceder a este reposo. Incluso, es bastante bíblico tener dentro de nosotros una cierta cantidad de miedo, un temor santo y piadoso, de no ser suficiente para el estándar que Dios requiere.

CUANDO JESÚS VENGA

Curiosamente, nuestra situación cuando Jesús venga es la que determinará si entraremos o no en el reinado milenial de Cristo. Puede ser que hayamos sido fieles al Señor durante muchos años, que hayamos sido siempre siervos fieles. Pero, a medida que envejecemos, ciertas tentaciones aparecen.

Por ejemplo, quizás pensemos que Dios nos perdonaría si nos divorciáramos de nuestra esposa mayor, un poco arrugada, flácida y menos atractiva y nos casáramos con una mujer más linda y joven, un "bocado", alguien más " espiritualmente en armonía con nuestras necesidades". Tal vez esperamos que no sea "demasiado malo" simplemente complacernos un poco después de tantos años de servicio. Después de todo, quizás imaginamos que el perdón de Dios es grande y que Él entiende nuestras debilidades y nuestras "necesidades".

Ezequiel 18:24 habla de esta situación con mucha claridad diciendo: "Mas si el justo se apartare de su justicia y cometiere maldad [...] Ninguna de las justicias que hizo le serán tenidas en cuenta; por su rebelión con que prevaricó, y por el pecado que cometió, por ello morirá".

No es suficiente haber sido fiel en el pasado. Debemos permanecer fieles hasta el final. Pablo dice en una parte que no pretendía "haberlo ya alcanzado". En ese momento, no tenía la confianza de ya haberlo "asido" (Flp 3:12,13).

Pablo definitivamente tenía vida eterna. Ciertamente, había nacido de nuevo. No obstante, no podía estar seguro de heredar el Reino. Proseguía constantemente (Flp 3:14). En 1 Co 9:27, Pablo dice: "golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado".

No creo que Pablo tuviera miedo de perder la vida eterna. Sabía que nada podría separarlo del amor de Dios (Rom 8:35). Pero estaba preocupado por la posibilidad de ser "descalificado" de algo, algo muy importante. Sabía que, para heredar el Reino venidero, debía seguir siendo fiel hasta el final.

Pero, más adelante, cerca del final de su vida, una vida de fidelidad y fecundidad, recibió la garantía de acceder al Reino. En 2 Timoteo 4:7,8, él afirma que ahora: "... he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia". La "corona" se refiere al reinado en el Reino. Por lo tanto, vemos que solo a través de una vida de fidelidad se nos puede garantizar que heredemos el Reino con Jesucristo.

Si bien es posible que alguien que fue fiel se haga infiel, también es posible que alguien que haya vivido una vida de pecado se arrepienta, se vuelva obediente al Señor y logre entrar al Reino de Dios.

En Dios, hay lugar para el arrepentimiento. Nuestro pecado puede ser perdonado y podemos cambiar el curso de nuestras vidas. Nuestro Señor es amoroso y perdona, y nos permitirá volver a Él. No es lo que hemos hecho en el pasado, sino cómo estamos viviendo cuando Jesús regrese lo que determinará si podemos o no entrar a Su Reino.

Si se está dando cuenta de que no ha estado complaciendo al Señor, ahora es una buena oportunidad para volver a Él, arrepentirse y permitirle reinar sobre cada aspecto de su vida. Una vez más, Ezequiel nos habla cuando dice: "Mas el impío, si se apartare de todos sus pecados que hizo [...] Todas las transgresiones que cometió, no le serán recordadas" (Ez 18:21,22).

¡Aleluya! ¡Es posible que un hijo pecador de Dios regrese a Él, haga Su voluntad y sea capaz de heredar el Reino!

Fin del Capítulo 8

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ÍNDICE

Capítulo 1: Venga tu reino

Capítulo 2: Los dos "reinos"

Capítulo 3: Una breve cronología

Capítulo 4: El día del Señor

Capítulo 5: En el comienzo

Capítulo 6: El fracaso del hombre

Capítulo 7: El reino de Dios está entre vosotros

Capítulo 8: "Señor, Señor"

Capítulo 9: Una recompensa justa

Capítulo 10: Perdón y juicio

Capítulo 11: El hijo varón

Capítulo 12: Viviendo en la victoria

Capítulo 13: Obras de fe

Capítulo 14: Una palabra de aliento

Conclusión